Porque: Las estadísticas son fiables, siempre y cuando no sean manipuladas.
“El ideólogo y el ignorante tienen en
común la ignorancia. El segundo sabe
que no sabe y aprende, el
primero cree que sabe y
permanece en la ignorancia”.
No solo yo, si no que una gran mayoría de este bendito pueblo ha tenido y, en contadas ocasiones, por igual, la afortunada impresión de haber visto frente a si, interminables indicios obvios de las increíbles indelicadezas que, para nuestro mal, han cometido nuestros “onorables” políticos, pero que nunca hemos tenido la fortaleza o capacidad de poder extraer las conclusiones, por igual obvias, para contener el desmadre causado por estas acciones.
Por momentos, hasta hemos tenido algunos síntomas de querer despertar de ese letargo, pero, siempre volvemos a las mismas rutinas y a las mismas permisividades hasta que, individualmente, los hechos nos dan en lo personal y, entonces, solo entonces explotamos, pero solo como un pequeño fuego artificial. Digamos algo así como aquello que nos cuentan que sucedió cuando a Enriquillo le tocaron a Mencía.
Menguamos en aplicar las debidas acciones, no precisamente violentas, ya que hasta nuestra propia debilitada Democracia nos facilita determinadas acciones, pero, continuamos embelesados ante la magnitud inmensa, agresiva, repulsiva y burlona de la infinita vacuidad política de los “onorables”. Y esto conlleva a hacer que todas nuestras acciones sean consumidas por el silencio cómplice y cobarde ante estos que se comportan cual, si fuesen artistas que, si no se les aplauden sus comicidades o truculentas actuaciones, entonces eres visto como un enemigo espectador.
Casi enloquece el ver, cual, si fuese el humo abominable de un cigarro, que en volutas es respirado por alguien que lo aborrece y que enrarece el aire del sanctasanctórum o lugar donde se apertrechan la gran mayoría de estos políticos indelicados y por demás vagos, cuando pretenden compartir con los honorables de la plebe, es decir, el pueblo llano, cosa que hacen con el solo propósito de verse o sentirse lo más grande que puede existir, donde a algunos de ellos se les hace imposible ocultar su pirático pasado y, no solo a los declarados e indelicados dueños del juego de azar en el país, si no por igual aquellos que han tenido y tienen una estrecha relación con el narco y sus respectivos “lavanderos”.
Los casos más patéticos sobre esta situación son aquellos a los que nadie hace referencia, sin importar cual que sea la razón. Ejemplo; después de más de 30 años, el mismo partido -en ocasiones con diferentes siglas, pero lo mismo- estar dirigiendo los destinos del país, no se haya podido producir un cambio real que modifique la conducta política que desde que asesinaron al hombre aquel en el supuesto de producir un cambio ético-político-económico, el cambio que se ha producido ha sido llevarse entre las patas, quizás, la poca institucionalidad que existía dentro del Estado dominicano.
Iniciando este desmembramiento institucional, por la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas. Quizás sea que estamos en una carrera para romper el récord del PRI en Méjico y necesitan 40 años más, no para el mismo discurso, si no, para cambiar su comportamiento ético-patriótico. Sí, quizás sea esto.
Por eso, hoy nos encontramos con toda una pléyade de militares y policías hechos al vapor, sin disciplina y sin sentido de pertenencia con la institución, pero que, en un baúl cualquiera, no cabe su historial de vida académica. Pletóricos de un fervor “patrio” vacío y ejerciendo el mando sin haber cumplido con los más mínimos requisitos para hacerlo, con excepción de su “herencia” política.
Muchos de estos basan su experiencia en el servicio prestado a políticos, no precisamente como militares profesionales, si no como choferes, guardaespaldas o alcahuete, porque, definitivamente, han sido “elaborados” para mover los hilos de la sociedad a la cual han pertenecido o servido sus progenitores, sin importar cual haya sido este, es decir, militar, policial o político.
Cuenten los funcionarios, tantos civiles como militares o policías que no tengan alguna relación directa con quienes han ejercido el poder gubernamental en las últimas décadas y que no estén explotando su “herencia”. Así de simple. ¡Sí señor!
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