Este es el último artículo de la serie dedicada a los grandes movimientos planetarios que están marcando estos nuevos tiempos. Hemos recorrido juntos los cambios de signo de los planetas generacionales —la entrada de Plutón en Acuario, Neptuno en Aries, Urano en Géminis—, que también implica un cambio de elementos dominantes: de tierra y agua a fuego y aire. Analizamos el triángulo que forman entre sí, el tránsito de Saturno en Aries y el papel de Quirón como preparador del terreno. Cada tránsito trae su propia medicina, desafío e invitación a transformarnos.
La geometría del cambio: un repaso
La última vez que estos tres planetas generacionales cambiaron de signo en un período tan corto de tiempo y formaron una configuración armónica fue hace más de tres mil años. Cada uno de estos planetas marca ciclos largos. Plutón tarda 248 años en dar la vuelta al zodíaco, Neptuno 165 años, Urano 84 años. Que se encuentren en aspectos armónicos justo al cambiar de signo es como si el universo estuviera convocando la colaboración de estos tres grandes en una nueva etapa evolutiva.
Este triángulo se formó exacto por primera vez en agosto de 2025, volverá a activarse en 2026 y 2027, y su influencia seguirá hasta 2028. No marca un momento puntual, sino un proceso, una ventana de tiempo que prepara el terreno para un cambio de mundo.
El triángulo está compuesto por un trino entre Urano y Plutón, y dos sextiles, entre Urano y Neptuno, y entre Neptuno y Plutón. Estos aspectos son armónicos, lo que significa que la energía no está bloqueada ni en tensión como ocurre con otros aspectos como las cuadraturas o las oposiciones. Eso no quiere decir que todo será fácil y sin desafíos, pero sí sugiere que la energía puede integrarse con menos resistencia de lo que esperaríamos de cambios entre planetas transpersonales.
Plutón desmantela estructuras de poder obsoletas, Urano rompe lo establecido y trae innovación, y Neptuno disuelve fronteras y abre la imaginación colectiva. Si estos planetas estuvieran en conflicto, el resultado sería caótico, pero en armonía, cada uno potencia al otro, trayendo un gran potencial donde lo disruptivo puede volverse visionario y transformador.
Lo que este triángulo nos trae y nos pide
En este triángulo isósceles, la imaginación expansiva y reverberante de Neptuno tira hacia arriba desde la base formada por el quiebre liberador de Urano y la regeneración catártica de Plutón, abriendo un amplio horizonte de transformación.
La base Urano-Plutón habla de desmantelar lo viejo: sistemas, estructuras y narrativas caducas que han demostrado no sostener el bienestar de todos —no solo los humanos, sino también los animales, plantas, ríos, mares… toda la Tierra.
Estamos viviendo un proceso de colapso que se ve reflejado en la contaminación de nuestros cuerpos de agua, la deforestación, la minería, la explotación de los recursos naturales. ¿Hace cuánto estamos siendo llamados a consciencia de que el agua, las plantas, las piedras, la Tierra misma tienen vida? Y que esa vida no vale menos que la nuestra, que no somos más ni mejores, que somos parte.
Este sistema, que prioriza la extracción sobre el cuidado y que, en lugar de honrar y proteger la Tierra que nos sostiene, la perfora, la saquea y la seca, es el mismo que mantiene las opresiones, la explotación, las desigualdades raciales, de género y de clase. Es el mismo que sostiene genocidios, alimenta la pobreza y las deportaciones violentas y masivas, que honra más unos límites imaginarios que la dignidad humana, y que obliga a la mayor parte de la población a entregar casi todo su tiempo y atención a ser productiva y generar dinero solo para sobrevivir. Y todo esto se vuelve cada vez más crítico, acelerado, la brecha se amplía cada vez más.
Aquí, Urano y Plutón nos dicen: “Algo tiene que ceder. Algo debe cambiar. ¿Cómo distribuimos la energía y los recursos de manera más justa?” Como en todo proceso de cambio, las cosas se van a intensificar antes de que podamos ver señales de avance. Siempre es más oscuro justo antes del amanecer, como dicen. No será un proceso mágico, nadie vendrá a salvarnos. Dependerá de nosotros, de nuestro rol, nuestras decisiones cotidianas, de cómo nos organizamos y nos cuidamos.
Plutón, el planeta del poder, en Acuario, el signo de lo colectivo, habla de una era en la que se desvanece la fe en un poder que nos salve, mientras aumenta la conciencia de que solo la unión de los pueblos puede generar los cambios que anhelamos.
Neptuno, en el vértice superior, actúa como puente entre ambos, elevando y potenciando la energía, suavizando la brusquedad de Urano, atenuando la intensidad de Plutón, y aportando sensibilidad, imaginación y compasión. Nos invita a soñar juntos, a crear imágenes colectivas de futuros posibles, ayudando a que los cambios radicales se sientan más como un anhelo compartido que como una imposición.
Imaginando el cambio por venir
Hemos hablado de cómo muchos cambios uranianos se manifiestan a través de la tecnología, que se ha vuelto central en nuestra cotidianidad y permea casi todos los aspectos de nuestra existencia: cómo trabajamos, nos relacionamos, estudiamos, hacemos compras y gestionamos nuestros recursos. En Géminis, esta energía se acelera y se dispersa, habrá más exceso de información, fake news y videos generados por IA que nos hacen cuestionar la realidad. Mientras tanto, las redes sociales han dejado de conectarnos, su función se ha transformado en distracción, robo de atención y pérdida de nuestra capacidad de silencio y contemplación. Este tránsito anuncia un aumento de la saturación tecnológica, pero también su eventual declive, despertando algo profundamente geminiano: la curiosidad, la escucha, y el deseo de volver a preguntar sin depender de una IA.
Pero la tecnología, aunque por momentos pareciera que nos está consumiendo, no es el aspecto central de este triángulo. Su aspecto más radical es el llamado a la acción colectiva, que ciertamente incluye revolucionar la tecnología misma. Urano, regente moderno de Acuario, y Plutón, que pasará los próximos veinte años en Acuario, marcan un tiempo profundamente colectivo y comunitario. Es una etapa para retomar el poder que por generaciones hemos cedido al sistema. Durante estas dos décadas veremos movimientos y levantamientos sociales cada vez más frecuentes, como los recientes en Nepal y Madagascar.
Existe la idea de que los cambios “correctos” deben ser pacíficos. La historia muestra lo contrario, la paz ha sido instrumentalizada para mantener a los oprimidos obedientes, desde la idea de ser buen ciudadano, pasando por las religiones occidentales que predican ser buen hijo de Dios, hasta espacios espirituales profundamente blanqueados que valoran la quietud y la trascendencia sobre la acción. Como dijo Kwame Ture: “Hay una diferencia entre paz y liberación. Puedes tener injusticia y tener paz; puedes tener paz y estar esclavizado. La paz no es la respuesta; la liberación es la respuesta. No se puede alcanzar la paz hasta que exista la igualdad.” La esclavitud no se abolió gracias a la pasividad de los esclavizados. La única manera en que quienes detentan el poder pueden mantenerse y expandir su control es extrayendo nuestras libertades y autonomía. En un mundo con tanta desigualdad entre los sueldos y el costo de vida, donde la seguridad y los bienes materiales son cada vez más escasos, rebelarse deja de ser tan costoso. Esto es precisamente lo que veremos intensificarse con estos tránsitos.
A la vez, Neptuno, el gran visionario y soñador del zodíaco, viene a suavizar, armonizar y volver nuestras acciones más sutiles y poéticas. Veremos más activismo a través de las artes y las transmisiones globales —especialmente la música—, más orientado a inspirar y generar cambios, que al simple entretenimiento. Neptuno en Aries despierta nuestra capacidad de actuar en función de los sueños “imposibles”, ayudándonos a retirar la atención de las pantallas, a soñar, reflexionar, contemplar, crear y creer. También nos pide paciencia. La ansiedad estará presente con Urano en Géminis, pero Neptuno aporta calma y confianza en el proceso, aun cuando los cambios no son inmediatos. Este tránsito nos ayuda a sanar la urgencia, la necesidad de inmediatez y el aceleramiento constante, sacándonos de la parálisis y animándonos a poner el cuerpo, tomar riesgos y atrevernos a imaginar y construir aquello que parece imposible.
Lo que muere, lo que nace
Recuerden que, como mencioné en el tercer artículo de esta serie, la última vez que Plutón estuvo en Acuario (1777–1798) fue un tiempo de revoluciones: la Revolución Haitiana, la resistencia de Túpac Amaru, la Revolución Americana, la Revolución Francesa.
Plutón en Acuario transforma de raíz las estructuras sociales y políticas que no sirven al colectivo. También señala lo que está muriendo: las estructuras jerárquicas que concentran poder en pocas manos, sistemas que nos aíslan y nos venden la fantasía del bienestar individual a costa de otros, narrativas de un progreso lineal, de una la tecnología que nos salvará por sí sola, de lo individual sobre lo colectivo.
Pero también señala lo que está floreciendo: redes de apoyo mutuo, tecnologías al servicio de lo común, movimientos que entienden que la liberación es colectiva o no es, espiritualidades que no niegan el cuerpo ni el conflicto, formas de organizarnos que no replican las jerarquías que queremos desmantelar, así como formas de habitar las relaciones interpersonales que no repliquen las jerarquías que buscamos desmantelar.
Las viejas estructuras van a dar la batalla, pero la vida siempre insiste.
Lo que Plutón, Urano y Neptuno nos piden no es solo resistir el colapso, sino crear activamente las nuevas formas que vendrán después. Este no es un momento pasivo, de sentarnos a esperar un nuevo mundo; es un momento para activarlo y para construirlo, con nuestras manos, nuestras voces, nuestros cuerpos y nuestras imaginaciones.
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