La primera entrega abordó el concepto de calidad del crecimiento. Avanzó en la fundamentación enfocando la perspectiva de Schumpeter, poniendo de relieve la diferencia entre un aumento cuantitativo del PIB y una expansión basada en la “destrucción creativa” y la transformación del tejido productivo propulsada por la innovación; siendo ésta, condición necesaria –mas no suficiente— para asegurar que el crecimiento sea de calidad. Puede asegurarse que esta visión schumpeteriana caló en la reflexión sobre el crecimiento y el desarrollo productivo sostenida desde décadas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
- Visión cepalina: crecimiento, equidad y productividad
Desde su visión estructuralista y neo estructuralista, la CEPAL –organismo de las Naciones Unidas que oficia como un verdadero tanque de pensamiento sobre el desarrollo económico— ha insistido en que el crecimiento sostenido debe sustentarse en el fortalecimiento de capacidades productivas, en políticas industriales robustas, en estímulo a la innovación, movilización de recursos (fiscales, financieros, humanos, técnicos) y en reducción de las desigualdades estructurales. Lo contrario, desde esta perspectiva, es un crecimiento cuya calidad es discutible.
En estos términos, son cuestionables las capacidades de dinamización económica de la región en su conjunto: “atrapada” desde hace años —según CEPAL— en una “trampa de bajo crecimiento”; dejando en entredicho la calidad de los fundamentos en que están basadas sus economías, cuyas tasas de creación de empleo son estructuralmente débiles, es prevaleciente la informalidad laboral, la inversión productiva es tímida y adolecen de una alta dependencia del financiamiento externo (deuda, IED) para la inversión. Son señales —o condiciones— contrarias a los atributos y fundamentos del crecimiento de calidad.
Cuando, en contraste con lo que se observa en la región, estas características se dan en una economía que muestra tasas de crecimiento robustas —como es el caso de la economía dominicana, cuyo PIB crece en torno a 5%— entonces el cuestionamiento sobre la calidad del crecimiento se exacerba. Es más agudo.
Un punto decisivo que abona el cuestionamiento sobre la calidad del crecimiento es el vínculo establecido por CEPAL entre desigualdad e ineficiencia, al sostener que las desigualdades estructurales persistentes —brechas educativas, de capital humano, acceso a tecnología, infraestructuras deficientes— perjudican la productividad general y el crecimiento potencial; generándose un círculo vicioso y perverso en el que, dichas desigualdades y la mala calidad del crecimiento se promueven recíprocamente.
Esta perspectiva diagnóstica da origen a un enfoque de políticas públicas activas —políticas industriales– enfocadas a la gestión del desarrollo productivo con apuestas sectoriales, apoyo inteligente y dinámico a pequeñas y medianas empresas, financiamiento para la innovación, fortalecimiento institucional y propicio del Estado e integración productiva hacia atrás y hacia delante, incluida la integración a cadenas de valor global.
Este abordaje conceptual y diagnóstico conecta la reflexión crítica sobre la calidad del crecimiento económico, particularmente del caso República Dominicana. Los habituales informes —o anuncios— sobre el desempeño del crecimiento emitidos desde los correspondientes ámbitos institucionales suelen dar, si bien nos va —y a lo más— para un optimismo cauteloso. Acaso pudieran parecer como una proclamación de fe sin amor … Poco más o menos, como metal que resuena, o campana que retiñe (1 Corintios 13, 1). No suele hacerse sentir un crecimiento orgánico que impacte significativamente en resultados estratégicos de la transformación productiva, la productividad, equidad y la sostenibilidad ambiental.
En suma, el crecimiento de calidad solo puede concebirse como aquel que, en la línea schumpeteriana, impulsa la innovación y la destrucción creativa como motores de transformación productiva; y al mismo tiempo, que asume la visión estructural de la CEPAL, orientada a reducir las brechas de desigualdad y promover un cambio estructural con equidad.
De ese modo, la noción de crecimiento de calidad se funde con el paradigma del desarrollo sostenible, entendido éste no sólo como sostenibilidad ambiental, sino también como la capacidad de los países para generar progreso económico con inclusión social y justicia intergeneracional.
En última instancia, crecer con calidad significa innovar sin excluir y avanzar sin destruir, salvo aquellas estructuras productivas que han quedado atrás en innovación y productividad. Es —como han advertido Schumpeter y la CEPAL desde miradas distintas— hacer del desarrollo sostenible la forma más inteligente y humana de crecer. Es progresar con inclusión.
Corolarios derivados
¡Es (también) la economía, estúpido! Siempre es deseable que la economía crezca lo más posible y que expanda su potencial de crecimiento. Es loable que, en el contexto del capitalismo, el mundo haya disfrutado por más de dos siglos de una etapa de expansión robusta y (casi) continua de su producto como nunca jamás. Y que, en particular, en el último cuarto de siglo, la economía mundial se haya multiplicado a sí misma por alrededor de 2.3 veces; y que en el mismo lapso temporal, República Dominicana haya mostrado una mayor robustez en su crecimiento que las medias del mundo y la región América Latina y el Caribe: multiplicó su PIB por alrededor de 5.4 veces —¡un logro extraordinario —: significativamente superior a como lo hizo la región ALC, cuyo factor de multiplicación en los mismos términos fue alrededor de 3.3 veces.
Mas, no solo de crecimiento vive el desarrollo. Por lo reflexionado, mirando el caso dominicano, bueno sería que esa expansión se hubiese dado acompañada de mejoras en la productividad agregada (productividad total de los factores), que tiene por soporte la innovación; en una diversificación exportadora de mayor valor agregado, que supone ganancia significativa en competitividad; y en mejoras en educación y capital humano, en innovación y en vinculación a cadenas productivas de más alto “valor”.
La calidad del crecimiento se da con decencia laboral. Si bien, ha sido, es y será siempre mejor crecer que no crecer, sin embargo, la calidad de ese crecimiento es función directa de su capacidad para crear empleo decente: ¿cuánto empleo formal y de calidad ha creado?; o ¿qué tanto ese crecimiento se da a la par de una alta incidencia del empleo informal? Asimismo, ¿qué tanto han avanzado los salarios reales?, o ¿qué tanto ese crecimiento se da con sueldos de cebolla? También, ¿qué tanto cambio sustantivo ha registrado el tipo de ocupaciones?: ¿cuánto más empleo cualificado se ha generado?; y ¿cuánto, más sectores de servicios de alto valor se han sumado y aportado a ese crecimiento?
Solo con transformación productiva, empleo decente, salarios justos, inclusión y sostenibilidad el crecimiento es de calidad.
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