Nos conocemos desde nuestros años de pastoral juvenil en la parroquia de Licey. Me correspondió comunicarte que habías sido admitido al Seminario y revestirte el día de tu ordenación sacerdotal. Siempre ha existido la familiaridad, amistad y confianza entre los dos y hemos trabajado juntos mano a mano en nuestra Arquidiócesis de Santiago. Sé de tu seriedad, integridad y responsabilidad en tu trabajo y en el cuidado de tu vocación, y como tal has sabido responder a lo que el Señor y la Iglesia hasta ahora te han pedido, y como él dice en el evangelio que a quien se le da y sabe responder se le dará más, y esto ha sido así en tu vida, por eso no me sorprende que ahora se te haya llamado a ser futuro Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo.
Primero caminarás por lo menos por un año al lado del actual arzobispo, pues eres coadjutor, algo que pocos del pueblo de Dios entienden, y no les preocupa; el asunto es que tendrás que emigrar a Santo Domingo, el centro del poder del país, como muchos dicen: "Donde se hacen los cheques", para hacer ver todos los intereses de todo tipo que allí se mueven. Pero a ti eso poco te importará, pues tienes claro cuál es tu misión, como bien dijiste en tu toma de posesión, solo: servir, escuchar y acompañar, trabajar para la Iglesia, para las ovejas del rebaño, para ser pastor de esa porción del pueblo de Dios y hacer presente su reino. Sé que lo que allí pase que afecte al rebaño no te será indiferente y algo dirás si te preguntan y hay que denunciar, y algo harás, pues eres un hombre de trabajo y sabes tener compasión como Cristo por las necesidades del pueblo.
Hay muchas expectativas sobre ti en ese lugar, por lo que sé, muy buenas y esperanzadoras. Como formador que fuiste a lo largo de tu sacerdocio, sabrás acompañar y caminar con el clero del lugar. Tendrán en ti un buen líder y guía, algo innato en ti que conozco desde hace mucho; alguien que sabrá escucharle y valorar su trabajo, pero también invitar a que las cosas se hagan en serio y con un testimonio que inspire a otros a responder al llamado del Señor, que se trabaje por el reino, no por otras cosas, pues tú siempre has sido un hombre de trabajo que jamás le has temido a la tarea, a nada y a nadie.
Eres hombre de una espiritualidad muy sólida, algo que viene, como decía Mons. Freddy Bretón, en tu ordenación episcopal, de tu familia, tu abuelo, de María tu madre, de quien creo has heredado esa sencillez y empatía que inspiras en quien te conoce de verdad. Pues no te andas con rodeos y sabes llamar, como dicen, "al pan-pan y al vino-vino", pero eres un ser humano de alegría, de saber bromear y compartir cuando el momento lo requiere. Eres un ser de muchos valores, conocidos bien por ti en base a tu formación familiar, de fe y en teología moral que tienes.
Hay muchas expectativas sobre ti en ese lugar, por lo que sé, muy buenas y esperanzadoras. Como formador que fuiste a lo largo de tu sacerdocio, sabrás acompañar y caminar con el clero del lugar.
Ser arzobispo se ve como un asunto de poder, pero el poder de la Iglesia está en lo pequeño, débil y pobre, para contradecir a este mundo, y no en la connivencia con otros poderes, a lo que sé que tú nunca aceptarás y te prestarás. Estarás solo en muchas ocasiones por la posición que ocupas, pero en sí no lo estarás, pues el Señor y la Virgen van contigo, tu familia y nosotros, tus amigos y hermanos que creemos en ti, y que sabrás realizar tu misión a la que el Señor y la Iglesia en esta hora de tu vida te han encomendado. Cuenta con mi oración y apoyo, y el de tanta gente que creemos en ti y, como el mismo Dios sabe, que serás un siervo que hará lo que tiene que hacer, como se debe hacer y solo para el bien de la Iglesia y para la gloria de Dios. Cuídate y pa’lante.
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