La transformación productiva no ocurre en el vacío. Requiere infraestructura, financiamiento, institucionalidad, pero sobre todo, requiere personas capaces de adaptarse, innovar y liderar el cambio. En América Latina y el Caribe, y particularmente en República Dominicana, el debate sobre capital humano ha ganado notoriedad desde hace varias décadas, surgiendo una gran pregunta: ¿estamos formando para competir en los sectores que queremos desarrollar?

Los datos son elocuentes. Mientras sectores como tecnología, agroindustria moderna, logística y servicios globales crecen, la oferta educativa que domina la comunidad de egresados sigue concentrada en carreras tradicionales, que aunque son relevantes, no todas son de alta empleabilidad. Según el Ministerio de Educación Superior, más del 60% de los egresados universitarios se concentran en áreas sociales y administrativas, mientras que menos del 10% se forman en disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).

En el nivel técnico, la situación es aún más crítica. El sistema de formación profesional, ha avanzado en cobertura, pero enfrenta desafíos de actualización curricular, vinculación con empresas y certificación de competencias. La brecha entre lo que se enseña y lo que el mercado demanda se traduce en baja productividad y alto desempleo juvenil.

Políticas públicas: ¿reactivas o estratégicas?

En algunas regiones, como el caso de Europa se han adoptado políticas ambiciosas y estratégicas para fortalecer la formación de capital humano, enfocándose en la educación continua, las competencias digitales y la inclusión en áreas Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM).

Las políticas de capital humano han sido, en muchos casos, reactivas. En el caso de las empresas, tras identificar pérdidas de competitividad, de mercado y rentabilidad, se crean programas de capacitación buscando una actuación sistémica, proactiva y relacional para reconquistar los espacios perdidos.

Sin embargo, es válido destacar que Históricamente, las políticas estatales de formación de capital humano han mostrado un carácter predominantemente reactivo y fragmentado, respondiendo a presiones externas como el desempleo juvenil, la pérdida de competitividad sectorial o los compromisos internacionales en materia de desarrollo. En lugar de anticipar las transformaciones productivas, muchas veces se diseñan programas de capacitación o reconversión laboral una vez que la brechas de habilidades ya han impactado el tejido económico.

El pensamiento económico ha respaldado y problematizado la visión de la formación de capital humano como motor del crecimiento, reconociendo tanto su potencial transformador como sus limitaciones estructurales.

En este sentido, Theodore W. Schultz y Gary Becker propusieron que la inversión en educación, salud y capacitación mejora la productividad individual, lo que se traduce en mayor crecimiento económico, además, en contextos modernos, se reconoce que el capital humano es esencial para la innovación, la competitividad y la adaptación tecnológica y además, Las habilidades cognitivas, digitales y relacionales son vistas como activos estratégicos en economías basadas en servicios y tecnología.

Las transformaciones productivas se refieren a los cambios estructurales en la forma en que una economía produce bienes y servicios. Implican pasar de actividades de baja productividad y escaso valor agregado (como agricultura tradicional o manufactura básica) hacia sectores más dinámicos, intensivos en conocimiento, tecnología e innovación (como agroindustria moderna, servicios globales, energías renovables, TIC, biotecnología).

Estas transformaciones no ocurren de manera espontánea. Requieren políticas públicas activas, capaces de coordinar actores, movilizar recursos y generar condiciones habilitantes. Entre ellas destacan:

  1. Políticas industriales para identificar sectores estratégicos y promover encadenamientos productivos.

Se recuerda que las políticas industriales incluyen un conjunto de instrumentos y estrategias que los Estados utilizan para orientar, estimular y transformar el aparato productivo. No se limitan a proteger industrias existentes, sino que buscan identificar sectores estratégicos, promover innovación, generar encadenamientos productivos y mejorar la competitividad sistémica.

  1. Políticas de innovación y ciencia para fomentar la investigación aplicada, la transferencia tecnológica y la creación de capacidades.

En este sentido se deben diseñar los instrumentos públicos para estimular la generación, aplicación y difusión del conocimiento, con el objetivo de mejorar la productividad, diversificar la economía y fortalecer la soberanía tecnológica. Estas políticas no se limitan a la investigación académica, sino que buscan articular ciencia, tecnología e innovación  con el aparato productivo.

  1. Políticas educativas y de formación técnica para alinear el capital humano con las demandas emergentes del aparato productivo.

Es importante que se desarrollen concentraciones, decisiones, programas e instrumentos que busquen desarrollar capacidades humanas pertinentes, adaptables y estratégicas, en función de las demandas del aparato productivo. No se trata solo de ampliar cobertura educativa, sino de garantizar calidad, pertinencia y articulación con los sectores económicos emergentes.

  1. Políticas territoriales para adaptar las estrategias a las realidades locales y evitar la concentración geográfica del desarrollo.

En tal razón, se requieren estrategias públicas que reconozcan que el desarrollo no ocurre de forma homogénea, sino que cada territorio tiene vocaciones productivas, capacidades institucionales y desafíos sociales específicos. Las políticas territoriales buscan descentralizar la planificación, adaptar las intervenciones a contextos locales y evitar la concentración geográfica del crecimiento económico.

En conclusión, la transformación productiva no es solo un desafío económico, sino un reto institucional y cultural. Requiere que el Estado deje de ser un proveedor pasivo de educación y se convierta en un estratega del talento, capaz de anticipar, coordinar y movilizar capacidades para el desarrollo. El capital humano, en este marco, no es un insumo más: es el motor inteligente de la diversificación, la innovación y la competitividad.

Ramón Nicolás Jiménez Díaz

Economista y profesor

Ramón Nicolás Jiménez Díaz. Doctorado en Negocios Internacionales.. Maestría en Política Económica, con énfasis en Relaciones Internacionales. Maestría en Cumplimiento y Regulación Financiera. Economista, Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Profesor Titular y Director de la Escuela de Economía. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales – UASD. Conductor del programa de televisión: Retos y Desafíos, día a día con Nicolás Jiménez (Cine Visión Canal 19). Conferencista y consultor en temas de política económica, prevención del crimen financiero, integridad institucional y desarrollo. Áreas de Especialización: Negocios internacionales y comercio exterior. Cumplimiento normativo, gobernanza y prevención del lavado de activos. Macroeconomía aplicada y análisis de políticas públicas. Geoeconomía, riesgos globales y relaciones internacionales. rnjimenezdiaz55@Gmail.com

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