Hemos nacido y crecidos en una isla, como dijo Pedro Mir, “en el mismo trayecto del sol”, que embarazado o no, pare amaneceres de luciérnagas danzantes de colores que convierten la vida en tentación. Es una isla mágica, compartida con Haití, donde los sueños terminan en fantasías y las utopías en aventuras. Es una isla, donde la historia no cabe en sus ciudades, ríos y montañas. Es una historia de continentes, una historia hermosa, interesante, pedagógica y fascinante, pero en la escuela se enseña de otra manera a como fue. Aun así, tenemos conciencia, orgullo e identidad.
Es una isla privilegiada, con una historia de orígenes, de primicias y de primacías. Aquí comenzaron muchas cosas del continente americano, patrimonios del mundo. Por ejemplo, el 8 de diciembre de 1990, la UNESCO, comprendiendo esto, declaró a la ciudad colonial o Zona colonial de la ciudad de Santo Domingo como Patrimonio arquitectónico de América, por ser el primer asentamiento permanente europeo en América, es decir, la primera ciudad realmente del “nuevo mundo”.
En esos momentos prevalecían las expresiones materiales de la cultura, la arqueología y el monumentalismo las cuales poco a poco fueron cediendo espacio para la revalorización de la expresiones orales y espirituales.
En 1972, la aprobación del plan para el estudio de las tradiciones orales africanas en el Primer Festival de las Artes del pacifico inició un camino de transformación ideológica de revalorización de las manifestaciones no materiales en el plano de la cultura, lo cual culminó en la Conferencia Mundial de Políticas Culturales celebrado en 1982 en México, cuando definitivamente quedó claro que no existen culturas inferiores ni culturas superiores, porque todas son culturas diferentes.
En el 1998, al comenzar a implementarse por parte de la UNESCO el proceso de definición de obras maestras orales, el país se puso en alerta y en el 2001, consiguió su primera nominación al ser aprobado el espacio cultural de la cofradía del Espíritu Santo de los Congos de Villa Mella como “Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”.
Cuatro años después, en el 2005, fue aprobada la candidatura del teatro popular danzante de los Cocolos de San Pedro de Macorís, presentes en los Ingenios azucareros y en el popular barrio de Miramar, simbolizados en “El Primo” y en “Linda”, trascendentes jefes Guloyas que le dieron vida a los ancestros de todos los que llegaron y que nunca se fueron, de los que no desaparecieron porque jamás han muerto.
En Adís Aboba, Etiopía, un 30 de noviembre de 2016, con la legendaria sonrisa enigmática de Rafael Chaljub Mejía, el izquierdista revolucionario que mejor ha comprendido y valorado las esencias de la música típica, del folklore y de la cultura popular dominicana, el país amaneció bailando con la noticia de que la UNESCO había aprobado y colocado en el listado oficial de las manifestaciones orales e intangibles de la humanidad al merengue.
Despreciada por los intelectuales neocolonizados, alienados por una estética artística europea desfazada, rechazada por una élite de clase que veía morbosidad en una letra infame, atrevida e irrespectuosa, sin ningún valor literario y ser expresión telúrica de las esencia de la pobreza de los barrios populares marginados, fotografías de todo lo “feo” de una sociedad llena de pus, la UNESCO paradójicamente, reunida en Bogotá, Colombia, escogió a la Bachata y la colocó en el listado de los patrimonios orales e intangibles de la humanidad en diciembre del 2019.
Y, por último, gracias a la visión, la entrega y la pasión de Geo Ripley en el Ministerio de Cultura, en conjunto con Haití, Honduras y Cuba, el cazabe, el pan de las Indias, patrimonio ancestral indígena, fue declarado patrimonio de la humanidad hace apenas un año (2024).
¿Qué ha significado estos reconocimientos orales e intangibles para la cultura dominicana? Los cuatros reconocimientos implican una presencia de expresiones y manifestaciones dominantes afros, lo que significa una redefinición de la visión tradicional “españolizada” de nuestra identidad, desafío que todavía no ha sido abordado por nuestros investigadores.
La diversidad de manifestaciones orales e intangibles nuestra es inmensamente rica, lo que posibilita el debate para presentaciones de nuevas candidaturas a la UNESCO. Entre las prioridades, está el carnaval dominicano, patrimonio cultural, cuyo valor fundamental reside en su cualidad de ser el Primer Carnaval de América vigente, según Manuel de Jesús Mañón Arredondo, el cual fue historiador de la ciudad de Santo Domingo, ya existía antes del 1520.
En este listado de posibles candidatos para la UNESCO, a nuestro juicio, está la Sarandunga, la manifestación cultural más trascendente del cimarronaje en el país en honor de San Juan Bautista, el santo de los esclavizados, iluminados por la esperanza de la vuelta al África.
Tenemos como patrimonio único y trascendente la Ruta de los Ingenios Azucareros donde comenzó y se desarrolló la industria azucarera del Nuevo Mundo, donde se destacan las instalaciones del primer ingenio hidráulico de América, antes del 1538, el ingenio Boca de Nigua, donde se produjo la rebelión de esclavizados más trascendente del lado hoy dominicano, elementos del ingenio de Engombe con un palacete señorial residencial del ingenio con su capilla y como particularidad patrimonial el palacete de Palavé.
En una visión arqueológica, está el conjunto de cuevas del Pomier, en San Cristóbal, las más imponentes y ricas del Caribe, como patrimonio arqueológico-cultural dominicano. Estas son una muestra del trabajo a realizar como desafío del Ministerio de Cultura para presentar a la UNESCO.
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