La desnutrición subclínica representa un aspecto clave en los niños con Autismo y, sin embargo, suele ser pasada por alto, tanto por las familias como por la comunidad de expertos que ofrecen los tradicionales servicios de terapias sicológicas; reiteradamente, suelo escuchar la expresión “yo no creo en dietas”, con cierto desdén y un nivel de descaro que refleja la incomprensión de la situación clínica de estos niños. Sin embargo, resulta que el cerebro humano es uno de los órganos de mayor demanda de nutrientes para producir energía y estar en capacidad de ejecutar su tarea de comandante en jefe de la vida humana.

Como ya hemos señalado, revertir el Autismo es posible, pero dicha tarea requiere superar los estresores que impiden una eficiente producción de energía a nivel celular y, a no dudarlo, eso demanda nutrientes específicos en calidad y cantidad que permita su utilización de manera apropiada; y, como es bien sabido, esos nutrientes vienen encapsulados en los alimentos. A manera de ejemplo, ya se sabe muy bien que la vitamina B12 (metilcobalamina) es un nutriente clave en la formación de la vaina de la mielina en los axones neuronales y, en consecuencia, una se ha demostrado que una deficiencia de la misma contribuye a la regresión en el desarrollo neurológico en los niños a temprana edad. Evidentemente, esa deficiencia no se corrige con terapias sicológicas, terapias magnéticas transcraneal o cualquier otro abordaje terapéutico fuera de la alimentación. En tal sentido, la opción es respetar el diseño biológico y suplir ese nutriente vía la alimentación.

Otro nutriente que suele ser deficiente en niños con Autismo es la colina; este aminoácido, es una de las pocas moléculas que tiene la capacidad de atravesar la barrera hematoencefálica, lo cual demuestra su importancia en el desarrollo normal del cerebro humano; y, una vez en el cerebro, representa la piedra angular en la formación de acetilcolina, un neurotransmisor clave en la función cognitiva (memoria y aprendizaje). Además, tanto las grasas saturadas como las proteínas proporcionan nutrientes esenciales para la formación de tejidos y membranas celulares en el cerebro; por tanto, su deficiencia culmina en una señalización celular deficiente, sobretodo en aquellas actividades relacionadas con la formación y fuerza de las sinapsis en las tareas de comunicación neuronales.

Además, como el resto del cuerpo humano, el cerebro necesita de una alimentación densamente nutritiva para un adecuado desarrollo y funcionamiento; y, evidentemente, eso requiere entender que los trastornos digestivos pueden afectar el desarrollo del cerebro. En tal sentido, el neurocirujano Russell Blaylock indica dos formas bien conocidas de ese proceso: una forma ocurre como consecuencia de un estado de inflamación intestinal crónica,  en cuyo caso se liberan proteínas proinflamatorias que pasan al torrente sanguíneo, llegan al cerebro y desencadenan inflamación; otra forma surge del daño causado en los tejidos provocado por efecto de la inflamación y activación microglial; lo cual desencadena un proceso de interferencia en la debida absorción de ciertos nutrientes que deriva en deficiencia nutricional (vitaminas y minerales) que impiden el proceso natural de desarrollo del cerebro.

Por tanto, la salud intestinal resulta un factor clave para el bienestar general del cuerpo humano, incluyendo la función cerebral; y, cualquier alteración o desequilibrio puede provocar inflamación en múltiples sistemas del cuerpo. Por tanto, el Autismo tiene en la inflamación intestinal uno de sus actores principales, vía el padecimiento de endotoxemia que padecen los niños; por tanto,  resulta de extrema importancia asumir un programa nutricional frente a cualquier trastorno neurológico; para lo cual resulta necesario entender muy bien Qué Hacer y para Qué; en efecto, hay muchos productos que funcionan como antinutrientes en su proceso de metabolismo en el cuerpo humano (como es el caso de productos ultraprocesados), mientras que los alimentos reales que caracterizan una correcta alimentación funcionan como información para el funcionamiento celular y sus múltiples conexiones, además de inducir una mejor absorción de otros nutrientes.

En el caso del Autismo, resulta pertinente aclarar que el objetivo de un plan de alimentación no consiste sólo en proveer nutrientes para la persona, sino para fortalecer una comunidad bacteriana en el intestino que sea lo suficientemente diversa y en donde predomine el tipo de bacterias probióticas en desmedro de las bacterias consideradas patógenas. Esas bacterias probióticas proliferan en un ambiente sin oxígeno y producen ácidos orgánicos de cadena corta que son beneficiosos para múltiples eventos: protección de la barrera intestinal, mensajería en el eje intestino-cerebro, metabolismo de la glucosa.

En efecto, se sabe perfectamente que los niños con autismo suelen tener una disparidad bacteriana bastante anómala, lo cual compromete seriamente la digestión y crea efectos inflamatorios en el cerebro debido a la proliferación de ciertas neurotoxinas producidas por las comunidades de E. Coli y Clostridium; pues bien, esas toxinas se vierten al torrente sanguíneo y culminan activando la microglía (sistema inmunitario del cerebro). Además, la alteración del equilibrio bacteriano suele estar involucrado en las típicas reacciones alérgicas que padecen muchos niños con Autismo; en consecuencia, esos eventos demandan una estrategia nutricional que permita elevar la cantidad de antioxidantes en sangre para darle al cuerpo las provisiones y herramientas necesarias para defenderse de manera efectiva.

En niños con autismo, datos obtenidos por diferentes investigadores revelan la deficiencia de vitaminas con capacidad antioxidantes (A, C, D, E, K), folatos y de minerales (zinc, selenio, magnesio); y resulta que, esos minerales y las vitaminas del grupo “B” son componentes clave en la producción de energía celular en la cadena de transporte de electrones de las mitocondrias; de hecho, existen investigaciones que muestran serias deficiencias de zinc en un 90% de casos de Autismo estudiados.

De manera que, independientemente del abordaje terapéutico puesto en marcha para revertir el diagnóstico de Autismo, resulta imperativo la aplicación de un programa nutricional en función de la situación del niño y orientado hacia: (i) superación desnutrición subclínica, (ii) corregir disbiosis intestinal e intestino permeable y (iii) pasar de glucólisis excesiva en la producción de ATP celular a generación de energía a través de la cadena de transponte de electrones en las mitocondrias. Adicionalmente a los alimentos que se provee y nutrientes con efecto prebióticos, resulta importante evitar la exposición y frecuencia a los campos electromagnéticos y la eliminación de la ingesta de aceites de semillas antes de proceder a la introducción de alimentos elevados en fibras y probióticos en función de la necesidad de lugar.

Recuerde: Lo que llega a su intestino, ya sea en alimentos como en bacterias, se erige en el poder rector para apoyar o dañar su salud; en ese sentido, un plan nutricional como parte del abordaje terapéutico de niños resulta una tarea necesaria que se no debe obviar: es una exigencia del cuerpo para poner en marcha su capacidad defensiva.

Fausto J. Hernández

Economista INTEC 1987. Doctorado en Economía, Bilbao 1995. Postgrado Matemáticas Puras, INTEC 2002. Máster Neurosicologia Educativa, CEUPE 2022. Profesor Economía Matemática INTEC 2009. Director Regulación y Defensa de la Competencia, Indotel 2005-2010.

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