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Frágiles, predecibles, como minúsculas máquinas que se la pasan mecaniquiando.
Apreciarlas requiere descender, acercarse, ampliar el iris, acoplarse a su estatura.
Tejiendo, construyendo, solas en sus reinos, así son. Como si vinieran de algún naufragio, una noche de juergas, algún hotel sin sábanas blancas, parecen perfectas equilibristas, entre tu soledad -la que nunca admitirás- y ese desasosiego que tanto te resta en este tiempo de espadas mojadas.
Si hay una hilera-hormiga, la de las arañas será la empresa por cuenta propia. se bastarán por sí solas. ¡Luminosas!
En la mitología infantil podías amarrar abejas y pensar que tenías minúsculos caballos. También tratabas de desbaratar la orientación de las hormigas al desencajar un par de ellas de sus casi interminables filas. Con las moscas no podías hacer tantas cosas, aparte de practicar tenis y soplarle tremendo golpe electrocutado r gracias a las raquetas eléctricas chinas. Con las arañas nada de institutos criminales. Bien que las chicas se pueden asustar y lanzar grito al estilo “cualquier película de Stephan King”, pero de ahí no pasará.
A las arañas se las ve y se las deja tranquila. ¿Será porque tendremos ese tan evidente ocio?
2
El poema que Juan Sánchez Lamouth (1929-1968) le dedica a las arañas lo leí en aquellos días últimos de Villa Francisca a finales de los 70. Entonces estudiaba en un liceo de Los Mina, no muy lejos de la “aldea” del poeta, aquel callejón en la Calle Ñ, frente al Liceo Ramón Emilio Jiménez, donde el poeta creó sus anillos de Saturno particulares.
Ya el principio suena a razón beethoviana.
¡Qué manera de comenzar el poema!: “Miro el caos”. Y después ese momento más que culminante, “cuando meditamos en esa enorme araña que sólo deja pasar a las estrellas”, nos ubicamos en la noche sideral ante el espectáculo del mundo colándose ahí, enfrente.
Luego de esa imagen las noches de Jarabacoa fueron otras. Ante ese cielo como a ley de un manoseo, se interpusieron las arañas, con sus redes, sus filtros, su traslucimiento. También la poesía puede imantar tu vida, porque al final el poema será palabra, expresión, cualquier cosa en el oído, antes de acostarte y frente a cualquier marejada. La araña, si es enorme, entonces se saldrá de su alberca, invalidará su reino, será otra.
Que el poema les llegue, sin más preámbulos, señoras y señores:
ESTA ENORME ARAÑA DE LA NOCHE
Juan Sánchez Lamouth
Miro el caos;
puede que ese latifundio solemne de la noche esté sembrado de versos;
ved el libreto de las lechuzas, el viento es como un niño jubiloso de cielo;
cada cual que le cante a sus hormigas, a sus arañas a sus huesos;
precisamente, nosotros cuando meditamos en esa enorme araña
que sólo deja pasar a las estrellas, hablamos de los cerros,
presintiendo que se acercan los toros de la muerte.
¡Oh calcio de las cosas! Planicie de los vientos de los titanes jóvenes
bajo esta enorme araña, la tierra es más alegre
por esta madera ciega difícilmente comprendida
somos rehenes de Dios mirando hacia esa araña,
mirando los terrenos donde las gentes rezan,
mirando la vida afligida con su primavera de tierra.
Allá, por esos árboles torcidos, adivino una vida sin cicatrices.
No esperemos que encienda sus motores el dios de los relámpagos.
Recordemos, no hay emoción más bella que besar a una novia
frente a esta enorme araña; la noche es una zona de peligro.
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Aparte de lo fulgurante de Leonor de Ovando en los inicios coloniales de Santo Domingo, de las ocurrencias de un Meso Mónica y algún que otro poeta-poema recogido por Emilio Rodríguez Demorizi en algunas de sus investigaciones, en los orígenes de la poesía insular encontramos a José Núñez de Cáceres (1872-1846). Abogado, político, ¡poeta!, tuvo tiempo de pensar la fábula, de mirar los estadios griegos o clásicos de la humanidad, y de incluir estos insectos dentro de sus pasadizos. Su poema “La araña y el águila” está en los fundamentos de la poesía criolla, dominicana. ¡Gracias a las arañas por recordarnos la fragilidad del cosmos!
LA ARAÑA Y EL ÁGUILA
José Núñez de Cáceres
(Contra el verdadero mérito y la buena
opinión que con él se gana, nada pueden
las calumnias de la envidia)
De este tiro acabóse su privanza,
cayó por tierra su soberbio imperio,
qué dulce es la esperanza
de salir de su yugo y cautiverio!
Su júbilo y placer así explicaba
una Araña después de haber concluido
de sus débiles hilos un tejido
en que prender al Águila intentaba.
Su rencoroso enojo le nacía
de ver cuán alto vuelo
la reina de las aves emprendía
de su morada a la región del cielo:
que todo vil insecto
de lo bueno y grande es desafecto.
Viene el Águila, observa el embarazo.
muestra una garra y desbarata el lazo.
Si el valimiento y la opinión estriban
en mérito y virtud sobresalientes,
de la envidia los tiros impotentes
su solidez afianzan, no derriban.
4
A finales del siglo XIX la naciente literatura “dominicana” se miraba en los espejos de una modernidad post-insular que contrastaba con unos tiempos todavía definitivamente coloniales. Pensar la historia, precisar mapas -luego de que Robert Schomburgk le hiciera a Báez el primero más o menos confiable del país y su capital-, fue uno de los retos. Nacido en San Cristóbal pero capitaleño por razones de estudios, Tulio Manuel Cestero (1877-1955) desarrolló una curiosidad por las aventuras que se inspiró en Miguel Ángel Garrido para crear el personaje de Antonio Portocarrero. Al pensar en la manera que el lilisismo dispuso de una vocación de compactar la media isla dominicana bajo sus designios, utilizó la imagen de la telaraña.
LA SANGRE
Tulio Manuel Cestero
Formidable tela de araña que se extiende por todo el ámbito de la República; insaciable pulpo que chupa oro y sangre.
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En una de sus primeras ficciones, Manuel Florentino Cestero (1879-1926) destaca de la araña la sensación de levedad y de vaivenes en su estructura.
DE LA VIDA
Manuel Florentino Cestero
—Vedla: allá va, silenciosa, esquiva y espantada por los remordimientos que en vano exhortan su conciencia; camina por la senda que la conduce al lupanar; lleva los pies descalzos y sucios, descubierta la cabeza, donde el pelo, en completo desorden, parece una telaraña mecida y desorganizada por el aire.
6
Escribió muy comedidamente, tanto que era un espanto cualquier publicación. Rafael Américo Henríquez (1899-1968), fue uno de los que se arriesgaron al integrarse plenamente en el surrealismo de corte bretoniano. Pero ante tanta libertad, sus vuelos y atrevimientos fueron contenidos. “Rosa de Tierra” fue su gran obra. Aquí las arañas existen en su sobriedad, en sus cuerpos, en sus mutaciones.
ROSA DE TIERRA
Rafael Américo Henríquez
Cuando el anochecer ha parpadeado con párpados de plata de estrellas, las manos de Rosa de Tierra no han sido como arañas que arañasen sobre plata de estrellas, ni como arañas que fuesen como candeladas o que trepasen hilos de luz invisible.
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OVER
Ramón Marrero Aristy
Siento olor de guisos, venido de ahí mismo; rascar de escobas que buscan telarañas; mi nombre, que no parece mío al salir do su boca, ¡mil detalles ínfimos que le han inyectado vida al ambiente!
8
MODUS VIVENDIS
Rafael Damirón
Las telarañas cubrían ya totalmente la cerradura de la puerta de su casa.
10
CARTAS A EVELINA
O. Garrido Puello
La filosofía, señora, ¡es una ciencia terrible! Una araña con las patas entintadas deambulando sobre una cuartilla podrá trazar cosas perfectamente inteligibles, pero a un filósofo le será esto imposible.
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ELEGÍA DEL 14 DE JUNIO
Pedro Mir
Saber que los hombres puros, los tejidos
en una labor más fina que la de las arañas,
muerden y pelean sin horas ni sonidos,
sin flautas del esfuerzo ni tímpanos de hazañas.
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EL CORCHO SOBRE EL RÍO
Virgilio Díaz Grullón
Fue una batalla ganada desde el principio, en la que el perdedor se sintió desde el primer momento como un insecto preso en una telaraña.
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NO SIRVEN DESPUÉS LAS PALABRAS
René del Risco Bermúdez
Una mujer a veces, es una araña, pensé, una araña acuosa y peluda que no agradece, no escucha, no tiene piedad, puede en cambio trepar por la noche o deshacerse en salivazos a la hora en que uno se clava alfileres en las ingles. De inmediato me sentí más aliviado, más confiado en mí mismo, más seguro de mi plan.
14
EL SITIO
Miguel Alfonseca
Estuve esperando más de una hora, ahí afuera, frente a esa telaraña metálica enorme, indefenso, blanco de la mirada de los que pasaban.
15
VIVIENDA DE PÁJARO
Aurora Arias
Te amo desde esta dulce vivienda
que me envidian las arañas
mientras practico pensarte cada vez
más cercano.
16
Escribí este poema hacia 1983. De niño siempre me las pasaba entresacando monstruos del óxido de las latas y las ondulaciones de la madera en las paredes. Las arañas que en algún lugar de aquella vieja casa mía en la Juana Saltitopa las cuidaba como eternas recién nacidas.
MAYO VESPERTINO
Miguel D. Mena
una gota de agua
filtra toda su luz
al estancarse en un
minúsculo rectángulo
de una telaraña
¿quién la acompaña?
17
TESTIMONIO
Rita Indiana
Al huracán
Que es una araña metálica
Con ocho aspas doradas
Me lo pongo en la mano
Y mi mano es la isla
Y como siempre
es tan bonita.
18
TEXTO DE LUZ PARA REPRESENTAR
Loraine Ferrand
un CABALLITO de mar
el tiempo allí se Marca
por una anciana ARAÑA.
NO PUEDO VER.
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