Nació en un barrio pobre de Montevideo, en la República de Uruguay, en 1935, entonces llamada la Suiza de América. Provenía de españoles e italianos. De niño perdió a su padre, por lo que debió cultivar y vender flores en las calles para ayudar a su familia; mientras estudiaba en escuelas públicas de barrios, pero no terminó la carrera de Derecho.
A mediados de la década de los sesenta se unió a la guerrilla de los Tupamaros, por lo que lo apresaron en cuatro ocasiones. La última, de 1972 a 1985, con la que completó quince años encarcelado. Recibió seis balazos, y sufrió fuertes torturas y aislamientos que lo llevaron al borde de la locura y la muerte. Decía que sobrevivió, porque leía mucho. Acerca del guerrillero Mujica, su amigo y lingüista Noan Chomsky opinó que cometió un error de juicio al tomar la vía armada, porque no era la manera de lograr un cambio significativo en la sociedad.
Para esa época viajó a la Unión Soviética, la República Popular China y Cuba; y al ver el lujo con que vivían los jerarcas de los partidos comunistas; y la tristeza de los obreros en aquellos países, aprendió que el comunismo y el socialismo no eran el camino, porque requerían más libertad. Defendió la Revolución Cubana, pero no estaba de acuerdo con un partido único, la dictadura del proletariado, y deseaba que se celebraran elecciones libres. Sin embargo, en Cuba fue un líder muy respetado.
Defendía a los empresarios, porque decía, que resuelven problemas que él no tenía capacidad ni fuerzas para resolver. No creía en las nacionalizaciones de empresas porque luego los gobierno no las sabían manejar. Y ponía el ejemplo de Venezuela, donde decía, lo expropiaron todo y ahora están peor.
Al abrirse otra etapa de lucha política en su país, con el derrocamiento de la dictadura, la restauración de la democracia, lo eligieron diputado, después senador y lo nombraron ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca; y finalmente lo eligieron presidente de Uruguay, en 2009. Lo juramentó su esposa, la senadora Lucia Topolansky, la más votada para ese puesto. Ella también fue guerrillera tupamaro, y la apresaron y torturaron. No tuvieron hijos porque cuando poseían mayor fertilidad, estaban en calabozos y al liberarlos ya era tarde.
Acerca de Pepe Mujica, se han escrito libros interesantes, entre ellos el titulado Una oveja negra al poder, de Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, a cuya puesta en circulación asistió en República Dominicana, donde tuve el privilegio de escucharlo exponer sus ideas.
Fue considerado el presidente más pobre del mundo por residir desde mediados de los 80, en una vivienda con un dormitorio, cocina, baño, y sala de estar, en una chacra o granja en las afueras de Montevideo, y por conducir un viejo auto Volkswagen o “cepillo” del año 1987. Pero decía que no era pobre, que necesitaba poco, que vivía con lo justo para que las cosas no le robaran la libertad. Tenía convicciones políticas muy firmes. Creía que “las concentraciones de riqueza eran la mayor amenaza a la democracia”; porque tienden a generar decisiones políticas perjudiciales. Que en el mundo no se debía despilfarrar tanto. Y menos en Latinoamérica, con tanta injusticia, y tantos millonarios y tantas personas viviendo en pobreza extrema. Que nada en demasía era bueno, como decían los griegos. Que el poder no cambia a las personas, sólo “revela quiénes verdaderamente son”.
Durante su gobierno legalizaron el cannabis o la marihuana, en 2013, mediante una ley con la que no estuvo totalmente de acuerdo. Ahora muchos en Uruguay relatan que se ha aumentado el consumo de esta sustancia, al crear dos mercados; uno el legal, que le atribuyen baja calidad al producto, y otro el ilícito. El creía que la marihuana es una adicción peligrosa, y como cualquier adicción, no es buena; pero que mucho peor que la droga es el narcotráfico.
Pepe Mujica fue una figura extraordinaria y especial. Partió recientemente, faltándole días para 90 años. Fue ejemplo de austeridad, de ética y de enfrentar la corrupción. Se consideraba un triunfador, porque para él triunfar en la vida no era ganar; era levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae.
Gloria y gratitud infinita al sabio presidente Pepe Mujica, y gracias por aconsejar al presidente dominicano que fortalezca nuestra institucionalidad.
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