Ante la situación de la salud en la República Dominicana, lo público parece que viene fallando, sea por captura y/o por corrupción.

Y parece que lo privado viene fallando por mercantilización y desinterés social.

Entonces nos queda irremediablemente fortalecernos como ciudadanas/os; no podemos cerrar el país, debemos construir una sociedad como creía Antonio Gramsci, donde la política sea ética, donde el Estado tenga legitimidad, hegemonía, dirección intelectual y moral, y la sociedad civil por igual. Se trata de una interacción con valores, prácticas comunes.

Con los escándalos de corrupción que continuamente se repiten en RD y con el de SENASA, siendo el último. Se muestra que la ciudadanía en dominicana tiene un ejercicio pobre; se encuentra atrapada; se repiten los escándalos, por lo que es un síntoma que ya es estructural.

Desde el feminismo podemos aportar al tejido público y privado el autocuidado, la responsabilidad afectiva colectiva para que no se reproduzca la violencia estructural. Y unirnos todos por mejorar nuestra sociedad, una sociedad disciplinada, organizada, segura, donde predomina el buen trato.

Quiero relatar mi experiencia con SENASA.

Cambié de seguro de salud para ir a SENASA. SENASA caminaba bien; me sentía orgullosa de que lo público caminaba bien; estaba un funcionariado con credibilidad: doña Altagracia Guzmán, Chanel Rosa, Bernardo Matías, entre otros; era un servicio público de salud soñado.

Cuando cambió el equipo, no se entendieron estos cambios, y afianzamos la creencia de que necesitamos establecer la carrera administrativa, tecnificar el Estado y dejar atrás el clientelismo político.

Ahora estalla este escándalo. Ya Chanel Rosa ha comunicado que SENASA puede recuperarse rápido de ese desfalco. Acá nos quedamos sumando a la alternativa de ciudadanía propositiva para seguir construyendo el país.

Aunque lo sucedido en SENASA es una evidencia más de que en RD se ha capturado el interés colectivo, que el individualismo nos arropa; de que sigue predominando el clientelismo político; parece que las redes de corrupción parecen tener complicidad amplia, sea por pasividad o porque se comparte una cultura del uso patrimonial del Estado. El consumo suntuario parece que puede más que la confianza, como valor.

En el escándalo de SENASA aparece complicidad desde lo privado; y lamentablemente no ha importado que se trate de la salud. Parece que suele pensarse como natural una lógica de ganancia sin responsabilidad social; de evasión de regulaciones; de complicidad de lo público y de lo privado.

Con lo de SENASA estamos frente a un conflicto ético y político. El interés colectivo sufre una captura desde el poder.

Elegí a SENASA como una opción ética y colectiva, por justicia social.

Y el sistema devuelve corrupción y deterioro.

Y resulta que estamos en un momento importante para las convicciones de valorar el interés colectivo, para la coherencia. Creo que no se debe erosionar la confianza de creer en lo público; esto compromete más el ejercicio ciudadano con el compromiso social y político.

Ante lo sucedido con SENASA, se necesitan consecuencias porque actuar con responsabilidad fortalece la democracia, y debe fortalecerse el sistema de salud.

He leído, escuchado a la dirigente política Virginia Antares y a José Horacio Rodríguez del partido Opción Democrática OD, en el sentido de que no podemos continuar con elecciones con la opacidad actual. Si no se cambia la forma de hacer política, se seguirán destapando escándalos, buscando préstamos; porque las campañas se tragan mucho dinero y las personas que facilitan recursos se creen merecedoras de beneficios de lo público; y luego estallan los escándalos.

La agenda para cambiar este mal estructural cultural necesita de más conciencia ciudadana para impulsar los cambios sobre cómo llevar las elecciones.

Sin legitimidad política, no hay: control real del gasto público, sanción social a la corrupción.

Posibilidad de reforma estructural. La opacidad electoral produce: funcionarios/as sin rendición de cuentas, instituciones sin miedo al escrutinio, y se sigue reproduciendo ciudadanía que se conforma con “dame lo mío” y buscando “grasa”: ventajas individuales.

Necesitamos lazos con una ciudadanía donde no tiene que politizarse (juntas de vecinas/os) y en el Estado hay que reforzar el balance de los poderes públicos (justicia, congreso, gobierno central, poderes locales). El Ministerio de Administración Pública debe fortalecer la carrera administrativa; los órganos de control deben ser fuertes, independientes; hay que seguir trabajando hacia la transparencia.

Como creía Antonio Gramsci, donde la política sea ética, donde el Estado tenga legitimidad, hegemonía, dirección intelectual y moral, y la sociedad civil por igual

Debe esclarecerse la participación del sector privado, que sea efectiva la regulación y que esté clara la ética social corporativa en sus códigos de conducta.

También debemos desarrollar lo comunitario y lo social: el cooperativismo, las veedurías, asociaciones comunitarias. Desde aquí se propone, vigila, se presiona; amerita hacer sus propios cambios con el ejemplo hacia ciudadanía ética, democrática, que se esfuerza por inspirar confianza; liderazgos que saben trabajar en equipo, saben trabajar con sinergia.

Desde el feminismo podemos aportar al tejido público y privado el autocuidado, la responsabilidad afectiva colectiva para que no se reproduzca la violencia estructural. Y unirnos todos por mejorar nuestra sociedad, una sociedad disciplinada, organizada, segura, donde predomina el buen trato.

Mildred Dolores Mata

Trabajadora social

Licenciada en Trabajo Social, PUCMM Maestría en Género y Desarrollo CEG-INTEC Feminista

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