El pasado 20 de septiembre se celebró el 247 aniversario de la fundación de San Francisco de Macorís, una ciudad que, desde el punto de vista económico y de desarrollo urbano, es considerada la tercera en importancia del país. En escritos anteriores, hemos reseñado su crecimiento en diversos aspectos: producción agrícola, pequeñas industrias, comercio, desarrollo urbanístico y servicios de educación y salud, entre otros.
Uno de los problemas más apremiantes de una ciudad que ha crecido tan aceleradamente, con más de 60 barrios y 58 urbanizaciones, es la recolección y el destino final de los desechos sólidos. Estos residuos representan una seria amenaza por el alto nivel de contaminación ambiental que generan, afectando directamente la salud de los ciudadanos.
Particularmente, los desechos plásticos, al no degradarse, son una amenaza significativa para la sostenibilidad del medio ambiente en la zona urbana del municipio. Según estudios realizados por las universidades UASD-Recinto San Francisco y la Universidad Católica Nordestana, la producción diaria de plásticos en la ciudad es de aproximadamente 4.5 toneladas.
Aunque la empresa Móvil Soluciones ha iniciado un proceso de reciclaje, actuando más bajo un criterio de rentabilidad que como una labor social, aún queda mucho camino por recorrer. La población carece de una cultura de separación de desechos para apartar plásticos y cartones de la materia orgánica, lo que constituye un riesgo para la vida saludable de los francomacorisanos.
La falta de conciencia y educación ambiental se evidencia en las grandes cantidades de botellas y fundas plásticas que se encuentran en calles y espacios públicos. Esto tiene como consecuencia que, durante las lluvias torrenciales, estos residuos no degradables taponen los imbornales por donde circulan las corrientes de agua, causando inundaciones urbanas.
Además, los plásticos arrastrados por las aguas terminan en cañadas y, eventualmente, en el río Jaya. Allí, forman represas que provocan que el río se desborde, inundando los barrios ubicados en sus proximidades.
El problema no termina ahí. Los plásticos que continúan su curso por el río Jaya desembocan en el río Camú, que a su vez los transporta hacia el río Yuna, y de ahí al mar, entre Sánchez y Samaná. Esto afecta gravemente la vida marina, rompiendo el equilibrio ecológico y causando la muerte de miles de especies que son fundamentales para la alimentación humana y la salud del ecosistema marino.
Por todo lo anterior, es crucial desarrollar un plan integral para el manejo de los plásticos, abarcando su clasificación, recolección y reciclaje. Este plan debe ser liderado por el Ayuntamiento Municipal y el Ministerio de Medio Ambiente, e incluir incentivos para los habitantes de los barrios que recolecten y clasifiquen objetos plásticos. Para ello, es necesario promover talleres y material educativo que motiven a la población a integrarse en esta labor. En esa dirección, ya existe un proyecto piloto dirigido por la Fundación Río Jaya en los barrios 24 de abril, Ugamba y la Urbanización Riveras del Jaya.
Para que estas acciones tengan éxito, es indispensable involucrar a instituciones populares, religiosas, deportivas y culturales que operan en cada barrio y urbanización, así como empoderar a los dueños de los centros y plazas comerciales.
Compartir esta nota