Madagascar atraviesa su quinta crisis política desde la independencia en 1960. Bajo la presión de “Gen Z Madagascar”, el presidente Andry Rajoelina ha abandonado la isla del océano Índico, dejando aparentemente el poder en manos de los militares. Una situación que parece repetirse.
El presidente de Madagasca, Andry Rajoelina, fue sacado en un avión militar francés el lunes 12 de octubre, según la información reportada por Radio France International (RFI). El origen de esta fuga fue la movilización lanzada por “Gen Z Madagascar”, un colectivo creado a mediados de septiembre en las redes sociales.
Todo comenzó el 26 de septiembre, cuando miles de jóvenes salieron a las calle para agitar sus teléfonos móviles como linternas, con el fin de protestar contra los cortes de agua y electricidad, así como para denunciar la corrupción sistémica en las instituciones y la pobreza extrema que afecta a gran parte de la población.
La situación dio un giro el pasado fin de semana. Andry Rajoelina denunció el sábado “un intento de toma ilegal del poder (…) actualmente en curso”, mientras que la unidad militar Capsat —que había desempeñado un papel importante en el golpe de Estado de 2009 a favor del mismo Andry Rajoelina, tras una movilización popular— pidió a las fuerzas de seguridad que “se negaran a disparar” contra los manifestantes, antes de unirse a estos en el centro de la capital.
La crisis política se parece mucho a las anteriores. Desde la independencia, en 1960, el país ha vivido cinco crisis de este tipo. En 1972, los estudiantes derrocaron el régimen pro francés de Philibert Tsiranana en nombre de la justicia social. En 1991, las huelgas y las marchas derrocaron el régimen, pero la democracia naciente se topó con el eterno retorno de las mismas élites. En 2001, Marc Ravalomanana, un carismático empresario, hizo soñar con un país abierto y moderno, antes de ser derrocado a su vez por Andry Rajoelina, joven alcalde y antiguo DJ, que tomó el poder en 2009.
“Cada régimen promete el fin del desorden y acaba siendo su origen”
Dieciséis años después, el mismo Rajoelina, reelegido en 2023 tras haber silenciado a toda la oposición, abandona el poder en las mismas condiciones que su predecesor: a bordo de un avión francés. “Cada régimen promete el fin del desorden y acaba siendo su origen. Cada presidente se presenta como el salvador, y cada generación acaba saliendo a la calle para expulsarlo. Lo que cambia es la música: los eslóganes de ayer se imprimían en panfletos; hoy circulan por las redes. Pero la ira sigue siendo la misma”, analiza el historiador Arnaud Léonard, especialista en Madagascar.
La ira, una vez más, ha sido desencadenada por una situación social y económica que se ha vuelto insoportable. La isla sigue siendo uno de los países más pobres del mundo, a pesar de que su economía registró un crecimiento del 4,2 % en 2024. Una paradoja que resulta aún más inaceptable si se toma en cuenta que el presidente Rajoelina había prometido poner fin a la depredación de la clase dirigente. Una promesa incumplida, muy al contrario. La vida económica del país, socavada por la corrupción y la fuga de capitales, ya no ofrece perspectivas a la población, cuya edad media es de 20 años.
“En este contexto, la escasez de agua y electricidad ha generado tal insatisfacción que la desconfianza política ha alcanzado su punto álgido. El vínculo político entre el poder y la población, que ya estaba dañado, ahora está devastado”, observa Christiane Rafidinarivo, politóloga e investigadora asociada al CEVIPOF Sciences Po.
Para el historiador Denis-Alexandre Lahiniriko, profesor del departamento de Historia de la Universidad de Antananarivo, la recurrencia de las crisis políticas se explica por la naturaleza de la relación entre el Estado y la población. “El Estado tal y como surgió antes del siglo X se concibió como una institución ajena a la población. Cuando el poder se enfrenta al pueblo, siempre es en forma de violencia física o simbólica. La población nunca ha logrado crear una organización sociopolítica más o menos coherente en la que la población se reconozca”, explica.
“Las fuerzas armadas han actuado y se han pronunciado para preservar la unidad”
Ahora que el poder está vacante, ¿volverán los militares a tomar las riendas del destino del país? “Los militares, antes que los gendarmes, tomaron el control para detener la represión contra los manifestantes. Reorganizaron la cadena de mando para que no se convirtiera en una lucha entre facciones, después de que las fuerzas de la gendarmería y los militares se dispararan entre sí el sábado. Lo que se puede decir, aunque la situación está evolucionando, es que las fuerzas armadas han actuado y han tomado la palabra para preservar la unidad y mantener la soberanía del país”, observa Christiane Rafidinarivo.
Si en 1991 los militares obligaron a los políticos a llegar a un acuerdo para salir de la crisis, esta vez la situación es diferente, ya que son los jóvenes los que han salido a la primera línea para hacer que el Estado asuma sus responsabilidades. “Lo nuevo de esta generación tan conectada es que tiene una cultura digital específica y abierta al mundo que le permite comparar con lo que ocurre en otros lugares. A diferencia de las generaciones anteriores, no ha sufrido la censura política. Su lema es: "Nos levantamos por la tierra de nuestros hijos». Quieren un cambio”, explica Christiane Rafidinarivo.
Por su parte, Denis-Alexandre Lahiniriko considera que las reivindicaciones del colectivo Gen Z, como el cambio de estructura y gobernanza del Estado, no van acompañadas de un proyecto social concreto. “Se ha inspirado en las crisis que ha visto en las redes sociales, como en Nepal, para expresar un malestar, a pesar de ser privilegiado. Porque no hay que olvidar que tener electricidad y agua corriente significa pertenecer a una clase ya privilegiada en comparación con la mayoría de los otros jóvenes”. El historiador teme que este movimiento sin ideólogo ni líder, vinculado a ningún partido, acabe siendo eclipsado tarde o temprano. “Aún es pronto para decirlo, pero los políticos podrían volver con fuerza”.
El anuncio de un discurso del presidente Andry Rajoelina, previsto para el lunes 13 de octubre por la noche, había suscitado esperanzas de dimisión en Antananarivo entre los miles de manifestantes que seguían reunidos, libres de manifestarse desde la unión de las unidades militares el sábado. Una esperanza efímera. Según la presidencia, un «grupo de soldados armados» impidió que el presidente tomara la palabra al invadir las instalaciones de la televisión pública.
Con Reuters y EFE
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