En agosto de 2025 se cumplen 80 años del lanzamiento de la primera bomba atómica de la historia. Un aniversario que llega en un contexto de crecientes tensiones globales y el miedo de las víctimas a ser olvidadas. Un hibakusha, como se conoce a los sobrevivientes, comparte su historia con France 24 desde su casa en el condado de Los Ángeles.
Howard Kakita estaba en la casa de sus abuelos el 6 de agosto de 1945. Han pasado 80 años y no puede sacar de su mente el día en que Estados Unidos lanzó la primera bomba atómica de la historia. Las clases se habían suspendido y había regresado a su hogar a 1,3 kilómetros de la explosión.
Kakita es hibakusha -término utilizado para describir a los sobrevivientes de la bomba atómica en Japón-. Tenía 7 años cuando ocurrió la explosión. Él y su hermano jugaban en el techo de la casa, cuando su abuela les advirtió que bajaran de allí porque era peligroso.
“Los sobrevivientes que se encontraban más lejos decían que vieron un destello brillante, seguido de un estruendo. Pero a la distancia en la que estábamos todo ocurrió en un segundo. Escuché el 'boom' y luego perdí el conocimiento. Cuando desperté, estaba bajo los escombros de la casa. Afortunadamente, aparte de una posible conmoción cerebral, no estaba gravemente herido”, afirma Kakita a France 24 desde su casa en California.
Ese día su hermano sufrió una leve quemadura y su abuela quedó atrapada en la cocina con vidrios en su cuerpo, que tardarían años en remover completamente. Luego de rescatarla, escaparon con su abuela hacia un río cercano en el que cientos de personas corrían desesperadamente.
“Parecían un desfile de zombis. Las personas estaban heridas, tenían el cabello y la ropa quemada".
"La piel se les desprendía del cuerpo. Recuerdo una mujer que me impactó mucho porque tenía una herida abierta en el estómago y se sostenía el abdomen para mantener los órganos dentro”, detalla Kakita, también director de la Asociación de Estadounidenses Sobrevivientes de la Bomba Atómica.
El 6 de agosto de 1945, 70.000 personas murieron al instante y para final de año se estima que más de 140.000 personas habían perdido la vida. Howard Kakita vio muchos cadáveres en la calle. Algunas personas solo querían tomar agua, pero toda estaba contaminada con radiación.
Howard Kakita logró escapar hacia una ciudad del norte con su abuela y hermano al encontrar una línea de tren en funcionamiento. Permanecieron allí refugiados con sus familiares hasta el fin de la guerra.
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La vida después del bombardeo
Los sobrevivientes coinciden en que después del lanzamiento de la bomba atómica vivieron en situación de pobreza durante muchos años. La falta de comida, vivienda, una gran cantidad de niños huérfanos y enfermedades eran comunes.
Para Howard Kakita fue difícil regresar a la escuela y percatarse de que había perdido a muchos amigos. Los que sobrevivieron tenían heridas de la bomba atómica: alopecia, quemaduras y problemas de salud recurrentes.
“Otro momento doloroso fue cuando mi abuelo murió de cáncer en 1947”, resalta el sobreviviente a France 24. Un año después, sus padres salieron de un campo de concentración en Estados Unidos y lograron reunir el dinero necesario para traer a sus hijos de regreso a su país natal.
Howard Kakita había llegado a Japón a los 2 años y no recordaba a su mamá y papá. “Creíamos que éramos japoneses. No sabíamos que éramos ciudadanos estadounidenses. Así que cuando nos dijeron que íbamos a volver a Estados Unidos, que en mi mente era el país enemigo, armamos un escándalo. No queríamos regresar”.
También les preocupaba dejar a su abuela. Ella les había salvado la vida el 6 de agosto de 1945 y los había cuidado durante sus primeros años de vida.
A pesar de lo ocurrido, 80 años después señala que en el país norteamericano no sintió el rechazo que vivieron sus pares sobrevivientes en Japón. Por el contrario, los estadounidenses se asombraban con su historia.
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Sobrevivientes invisibles
Hiroshima era una ciudad de inmigrantes en la que no solo los japoneses sobrevivieron al bombardeo, también lo hicieron coreanos y estadounidenses.
Naoko Wake, profesora universitaria de la Universidad de Michigan y autora del libro 'American Survivors', explica a France 24 que lo ocurrido fue un fenómeno global y que los sobrevivientes extranjeros pasaron desapercibidos.
“Muchas décadas antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, las personas ya comenzaban a cruzar fronteras nacionales y a establecer conexiones importantes entre países y culturas distintas. Esos lazos explican por qué había estadounidenses, coreanos, chinos, brasileños y peruanos en Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945”, dice Naoko Wake.
La profesora considera que es falso decir que las armas nucleares apuntan a un país o a un lugar específico porque su destrucción es masiva. Además, las personas que las emplean, ignoran las historias de los lugares -que han construido puentes- a pesar de ser naciones que luchan entre sí.
“Los sobrevivientes estadounidenses permanecieron en gran medida invisibles porque no encajan en la narrativa dominante de la guerra entre Estados Unidos y Japón", dice la experta.
"Tampoco encajan en la de los países que construyeron una estrecha alianza durante la Guerra Fría, como antiguos enemigos, convertidos en amigos indispensables. Estas narrativas son influyentes tanto en Japón como en Estados Unidos porque respaldan uno de los principios rectores más importantes del Pacífico tras la guerra: el dominio estadounidense sobre Asia mediante el paraguas nuclear”, destaca la profesora universitaria a France 24.
Los sobrevivientes coreanos y estadounidenses sufrieron durante años el desconocimiento de enfermedades relacionadas con la exposición a la radiación por la bomba atómica. Los que permanecieron en Japón fueron rechazados, y algunos no pudieron adquirir los subsidios gubernamentales.
“No solo se trató de que no recibieron tratamiento para las enfermedades por radiación ni beneficios monetarios, como sí lo hicieron los japoneses. Los sobrevivientes estadounidenses también sufrieron por la falta de comprensión social y psicológica de sus experiencias, lo que dificultó que pudieran hablar durante muchos años sobre los aspectos globales de los bombardeos”, agrega Wake.
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Amenaza nuclear
Según datos de la Oficina de las Naciones Unidas para Asuntos de Desarme (UNODA), actualmente existen más de 13.000 armas nucleares en el mundo. Más del 90% está en manos de Estados Unidos y Rusia. Otros lugares que figuran en la lista son China, Francia, Reino Unido, India y Corea del Norte. UNODA subraya que muchas de estas armas están listas para ser lanzadas en minutos, lo que evidencia el riesgo latente en un contexto de crecientes tensiones globales.
Cada vez que existe una posible amenaza nuclear, los hibakusha temen que puedan ser usadas y duran días sin dormir. “La bomba que se usó en Hiroshima tenía una potencia de 15 kilotones. Las bombas actuales son más poderosas. Estamos hablando de megatones”, indica por su parte Kakita, también director de la Asociación de Estadounidenses Sobrevivientes de la Bomba Atómica.
La UNODA sostiene que no existe ninguna garantía de que las armas nucleares puedan ser utilizadas únicamente como elemento disuasivo debido a que su existencia representa un riesgo constante para la humanidad.
Lo mismo considera Kakita. “Todas estas armas se crearon bajo el pretexto de ser disuasivas, pero no hay diferencia entre un arma disuasiva y una ofensiva, ambas matan”, reflexiona el sobreviviente a sus 87 años.
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La paz, una tarea pendiente
El mayor miedo de los sobrevivientes es que su historia muera con ellos. “La edad ya no me alcanza. Pronto, nuestra generación desaparecerá y mi esperanza es que en el futuro nadie tenga que ser llamado hibakusha”, añade Howard Kakita.
La cifra de sobrevivientes en Japón está por debajo de los 100.000 por primera vez en la historia, según el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Japón. El número enciende las alarmas para las víctimas que han decidido compartir su historia tras años de silencio.
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