Jorge Mario Bergoglio tenía nueve años cuando San Lorenzo de Almagro ganó el campeonato argentino gracias al “terceto de oro”, como se conoció a la delantera de Armando Farro, René Pontoni y Rinaldo Fiaramonte Martino, considerado uno de los mejores tridentes ofensivos de la historia del fútbol. Fue esa la primera trinidad que enamoró al futuro líder de la Iglesia católica.
El papa Francisco nunca ocultó su amor por el deporte, y su devoción particular por el fútbol. Esa pasión nació precisamente gracias a San Lorenzo porque su padre jugó baloncesto con esa divisa, incluso antes del título del ’46, y los domingos familiares incluían no solo la misa de rigor, sino visitas frecuentes al Gasómetro, como se conocía al antiguo estadio del club.
Su carnet de socio, el número 88535N-0, siempre tuvo la cuota de afiliación al día, religiosamente pagada, y casi 70 años después de la hazaña del ’46, cuando fue elegido al frente de la Santa Sede tras la renuncia de Benedicto XVI, Bergoglio todavía podía recitar de memoria la plantilla completa que ganó ese mítico campeonato.
Al año siguiente de iniciado el papado, el San Lorenzo celebró con su aficionado más célebre el primer título de su historia en la Copa Libertadores, logrado frente al Nacional de Paraguay.
El presidente Matías Lammens, el vicepresidente Marcelo Tinelli, el técnico Edgardo Bauza y los jugadores Juan Mercier y Julio Buffarini visitaron al papa en el Vaticano una semana después del triunfo y le llevaron una réplica del trofeo de la Libertadores y una camiseta con su nombre.
Pero no siempre el afecto fue tan perfectamente recíproco, como contó en un programa de televisión el ex-seleccionador argentino Alfio Basile, recordando sus tiempos como técnico del San Lorenzo a finales de los 90.
Bergoglio era ya arzobispo de Buenos Aires, pero desde sus tiempos de párroco de San José acostumbraba a ir al estadio a bendecir al equipo de sus amores antes de cada partido. En su primer juego a cargo, Basile le negó la entrada, por razones puramente cabalísticas.
Al presidente de la época, Fernando Miele, el 'Coco' le explicó: “Si me trajiste porque el equipo no ganaba partidos, ¿cómo vamos a seguir recibiendo al mismo cura que nos ha traído ‘mufa’ (mala suerte) todo este tiempo?”.
La 'mufa' se acabó con la llegada de Bergoglio al trono de San Pedro, a juzgar por el título de la Libertadores que dejó una réplica de este trofeo exhibida entre las reliquias del Vaticano.
De la cancha a la palabra de Dios
Francisco definía al balompié como “el deporte más bello del mundo”, y abundan las citas que dan fe de su pasión por todas las fases de este juego, que solía usar en su prédica apostólica.
“El deporte en la comunidad puede ser una gran herramienta misionera, donde la iglesia está cercana a cada persona para ayudarla a ser mejor y conocer a Jesucristo”
Desde las invitaciones a “jugar en equipo” como analogía de la pertenencia al rebaño de la Iglesia católica, hasta la promesa de “jugar un partido honrado en el campo en el que Dios me puso” -hecha durante una reunión con jugadores de las selecciones de Argentina e Italia-, el pontífice usó al fútbol como un recurso para conectar con la feligresía.
“El deporte en la comunidad puede ser una gran herramienta misionera, donde la iglesia está cercana a cada persona para ayudarla a ser mejor y conocer a Jesucristo”, dijo en 2014 durante una reunión con atletas italianos en la plaza de San Pedro.
En esa misma oportunidad, aseguró que pertenecer a un equipo “significa rechazar cualquier forma de egoísmo y aislamiento, competir en mutua estima y crecer en hermandad”.
Para Bergoglio, el deporte era un “lenguaje universal” y un “valioso recurso” para unir a la gente más allá de “los límites, el idioma, la raza, la relación y la ideología”, una forma de “construir puentes” e inculcar “valores que promuevan el hecho de que el bien está en todos los seres humanos”.
Un fanático crítico
Como buena parte de los argentinos, el papa no temía entrar en discusiones futbolísticas. Consultado en una oportunidad sobre los mejores jugadores del mundo, ratificó el consenso general en torneo a Pelé, Lionel Messi (a quien se refirió como un hombre “correctísimo, todo un señor”) y Diego Armando Maradona.
Sobre este último, hizo distinción entre el futbolista (“un grande”) y el hombre, de quien dijo que había “fallado”: “Pobrecito, cayó en manos de quienes lo adulaban y no lo ayudaban”.
Con Maradona, Francisco se reunió en tres oportunidades entre 2014 y 2016, y recibió de sus manos una camiseta albiceleste con su nombre
Con Messi se encontró también en 2014 en el Vaticano, antes de un partido amistoso entre la selección albiceleste y la azzurra. Sus palabras al bendecir al grupo y prometer “jugar un partido honesto” como papa, emocionaron casi hasta las lágrimas a Messi, que había viajado desde Barcelona solo para recibir la consagración papal, pues no podría salir a la cancha por encontrarse lesionado.
"Los argentinos tenemos eso: empezamos con entusiasmo las cosas y tenemos una cultura -no sé, al menos yo la tengo- de dejar a la mitad"
Pero con el equipo nacional, Bergoglio era mucho menos indulgente y dispuesto a la absolución que con su San Lorenzo del corazón. De hecho, aprovechó la final de Qatar 2022 -que no pudo ver porque se encontraba en labores episcopales- para hacer una reflexión sobre la cultura de su país.
“Un poco refleja nuestra idiosincrasia. En los dos partidos, el de (cuartos de final contra) Países Bajos y la final, comienza ganando. Todos felices los argentinos. Nos vamos al segundo tiempo y terminan ganando los dos por un penal, por casualidad. Los argentinos tenemos eso: empezamos con entusiasmo las cosas y tenemos una cultura -no sé, al menos yo la tengo- de dejar a la mitad”, analizó.
Un abrazo que une al mundo
Una de las últimas referencias deportivas de Jorge Mario Bergoglio se centró en los Juegos Olímpicos de París. Días antes de la inauguración, durante el tradicional mensaje del Angelus, hizo votos porque la justa sirviera para “unir pacíficamente a personas de diferentes culturas”.
“A través de la competición, la discapacidad se convierte en un mensaje de aliento para quienes viven en situaciones similares”
“Espero que este evento sea un faro del mundo inclusivo que queremos construir, y que los atletas, con su testimonio deportivo, sean mensajeros de paz y modelos auténticos para los jóvenes”, pidió.
En agosto, recibió en el Vaticano al campeón olímpico de 200 m Letsile Tebogo de Botsuana, junto a quien rezó por su madre, recién fallecida, y en octubre la reunión fue con un grupo de atletas paralímpicos italianos, a los que invitó a inspirar con su ejemplo: “A través de la competición, la discapacidad se convierte en un mensaje de aliento para quienes viven en situaciones similares”.
“Los mismos atletas entran en un mecanismo que los atropella, pierden el verdadero significado de sus actividades, aquella alegría de jugar que los atrajo cuando eran chicos”
Pero incluso tratándose del deporte olímpico, Bergoglio dio muestras de su talante crítico. Durante una audiencia con delegados de los Comités Olímpicos de varios países de Europa, lamentó la excesiva mercantilización y la tendencia a convertir a los deportistas en “mercancía”, aunque sin citar ejemplos.
“Los mismos atletas entran en un mecanismo que los atropella, pierden el verdadero significado de sus actividades, aquella alegría de jugar que los atrajo cuando eran chicos”, advirtió.
Francisco siempre se mantuvo al tanto de la actualidad deportiva. Felicitó a Jannick Sinner por su primer título en el Abierto de Australia, y rezó por los expilotos de Fórmula 1 Michael Schumacher y Alex Zanardi en ocasión de los accidentes de esquí y paraciclismo, respectivamente, que los afectaron.
La relación del papa Francisco con el deporte, y el valor que siempre le confirió como fenómeno social quedaron claramente expresados en 2021, en una entrevista con el semanario deportivo 'Sportweek' del diario ‘Gazzetta dello Sport’, en la que comparó a los atletas con los santos: “Conocen la fatiga, pero no les pesa”.
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