La ciudad de Chicago vive una creciente tensión política y social tras las amenazas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de desplegar fuerzas federales y reforzar las deportaciones de migrantes. A medida que se acerca la posible llega de efectivos, la tercera ciudad más grande del país vive entre protestas multitudinarias y llamados de líderes comunitarios y religiosos a resistir lo que consideran un avance del autoritarismo.
La situación en Chicago se enmarca en una estrategia más amplia del mandatario republicano Donald Trump, quien ya había desplegado a la Guardia Nacional en Washington D.C. y Los Ángeles, ignorando las objeciones de alcaldes y gobernadores demócratas.
Ahora, Trump apunta hacia bastiones opositores como Chicago, Nueva Orleans o Baltimore, con la promesa de “restablecer el orden” frente a lo que califica como una amenaza de criminalidad e migración irregular.
Sin embargo, en las calles de Chicago, miles de residentes, en su mayoría pertenecientes a comunidades latinas y afroamericanas, expresaron temor ante las redadas y el eventual ingreso de tropas a los barrios. Al mismo tiempo, organizaciones sociales y líderes religiosos denuncian que la militarización no es la respuesta a los problemas de violencia urbana y que, en cambio, se necesitan recursos e inversión comunitaria.
“No vamos a ir a la guerra. Vamos a limpiar nuestras ciudades”
Desde la Casa Blanca, antes de viajar a Nueva York, el presidente Trump aseguró que su gobierno “va a limpiar” las ciudades, descartando que exista una “guerra” con Chicago. “No vamos a ir a la guerra. Vamos a limpiar nuestras ciudades”, afirmó a la prensa.
El día previo, Trump había difundido en su plataforma Truth Social una publicación con fuerte carga simbólica. Allí se mostraba a sí mismo caracterizado como un oficial militar de la película Apocalypse Now, sobre un fondo con los rascacielos de Chicago, helicópteros y llamas.
La imagen fue acompañada de la frase: “Me encanta el olor a deportaciones en la mañana… Chicago va a descubrir por qué se llama DEPARTAMENTO DE GUERRA”, en referencia al reciente cambio de nombre del Departamento de Defensa.
Ante las críticas, el zar fronterizo Tom Homan intentó matizar el mensaje presidencial en una entrevista con CNN. Según explicó, la publicación fue “sacada de contexto” y el objetivo del Gobierno es “entrar en guerra con los carteles criminales, los inmigrantes ilegales y las amenazas a la seguridad pública”.
Homan incluso anticipó que el despliegue de la Guardia Nacional en Chicago podría concretarse esta misma semana, aunque sin ofrecer mayores detalles al tratarse de “información sensible para las fuerzas del orden”.
Protestas masivas frente a la Torre Trump
Mientras la administración federal insistía en sus planes, miles de manifestantes se congregaron en el centro de Chicago el sábado 6 de septiembre, frente a la Torre Trump, para rechazar la posible llegada de fuerzas federales.
Los organizadores denunciaron que las amenazas presidenciales coincidieron con el Día de la Independencia de México, una de las celebraciones más importantes para la comunidad latina en Chicago. Normalmente, las calles se llenan de música, danzas y desfiles, pero esta vez, el temor a las deportaciones enfrió el ambiente.
Tracy Quinonez, de 50 años, participó de la protesta con una bandera de Chicago en mano. “Estoy aquí por él”, dijo, en referencia a su padre guatemalteco recientemente fallecido. “No se trata de delincuentes que están siendo rescatados de la calle. Se trata de familias que están siendo destrozadas”, sostuvo a la agencia Reuters.
Otros manifestantes también expresaron su rechazo a la militarización. Peg Devlin, de 76 años, aseguró que marchaba contra “el ascenso del fascismo”, recordando que su madre había huido de la persecución nazi en Europa. En tanto, Lisa Matuska, de 39 años, asistió con sus dos hijos pequeños porque, según dijo, quería enseñarles que “la presencia física es una buena manera de demostrar” el desacuerdo con una política.
El descontento ciudadano fue tan marcado que incluso el vicepresidente J.D. Vance tuvo que aclarar que no había planes inmediatos para enviar tropas de la Guardia Nacional a Chicago, aunque los residentes se mantienen en alerta ante cualquier movimiento federal.
Un septiembre marcado por el miedo
En barrios con alta población mexicana como Pilsen, las celebraciones del Día de la Independencia mexicana se vieron drásticamente alteradas. Los desfiles, tradicionalmente llenos de color y música, se desarrollaron en un clima de nerviosismo.
Bailarines folclóricos distribuyeron folletos con la frase “conozca sus derechos”, mientras jinetes de caballos adornados con los colores de la bandera mexicana portaban silbatos de emergencia en caso de detectar agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).
“Este lugar normalmente estaría abarrotado”, dijo Eddie Chávez, residente de toda la vida de Pilsen, observando una fila de sillas vacías. “Ahora está vacío, como un pueblo fantasma”, agregó a Reuters.
El gobernador de Illinois, J.B. Pritzker, advirtió que las redadas de ICE podrían coincidir con los festivales mexicanos, lo que llevó a que varias celebraciones fueran canceladas o pospuestas. Aun así, algunos grupos decidieron resistir. “Tenemos miedo, pero aquí estamos”, expresó Isabel García, una bailarina del desfile, reafirmando la decisión de su comunidad de no renunciar a su identidad cultural.
Iglesias en alerta llaman a la resistencia comunitaria
Ante la incertidumbre, las iglesias de Chicago han tomado un rol central en la contención emocional y la organización social. Desde los púlpitos, líderes religiosos llaman a la calma, pero también a la resistencia frente a lo que consideran un avance autoritario.
El reverendo Marshall Hatch, de la Iglesia Bautista Misionera New Mount Pilgrim, instó a los feligreses a llevar identificación, informar sobre su paradero y mantener contacto con familiares para evitar desapariciones en caso de redadas. “No vamos a desesperarnos. No nos vamos a sentir amenazados. No vamos a rendirnos ni a ceder ante el fascismo y el autoritarismo”, dijo en su sermón dominical citado por AP.
En el barrio de West Garfield Park, mayoritariamente afroamericano, el mensaje cobró especial relevancia. Allí, donde la violencia urbana ha sido un problema constante, las demandas históricas han girado en torno a la inversión comunitaria y la creación de oportunidades. “No pedimos ejército, sino recursos”, subrayó Hatch ante sus feligreses.
Otros líderes religiosos, como el reverendo Paco Amador, de la Iglesia Comunitaria Nueva Vida en La Villita, también alertaron a los fieles sobre la necesidad de estar preparados. “Parece que cualquier cosa puede pasar en cualquier momento”, advirtió.
Un clima nacional de militarización
El caso de Chicago no es aislado. En los últimos meses, Trump ha extendido el despliegue militar en ciudades gobernadas por demócratas. En agosto, tomó control de la seguridad en Washington D.C. bajo la figura de “emergencia”, a pesar de que las cifras de homicidios eran las más bajas en tres décadas. La medida fue prolongada hasta noviembre en medio de demandas ciudadanas contra la administración.
De igual manera, en Los Ángeles se enviaron 4.000 miembros de la Guardia Nacional y 700 marines, pese a la oposición del gobernador de California. En este caso, un juez federal dictaminó que el despliegue era ilegal, aunque la medida se mantuvo activa por varias semanas.
Trump también ha sugerido acciones similares en Nueva Orleans y Baltimore, lo que refuerza la idea de un patrón de militarización en ciudades opositoras bajo el argumento de restaurar la seguridad pública.
Con EFE, AP y Reuters
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