Chile enfrenta una caída histórica en su natalidad: según datos oficiales, en 2023 registró apenas “1,16 hijos por mujer”, la cifra más baja de toda América Latina. La maternidad y la paternidad ya no son una prioridad para buena parte de la población, especialmente entre los jóvenes. A los cambios culturales se suman factores estructurales como el costo de vida, empleos precarios y un acceso cada vez más difícil a la vivienda. ¿Por qué en Chile cada vez menos personas quieren -o pueden- tener hijos?

La natalidad en Chile cayó a su punto más bajo en la historia reciente. En 2023, el país registró una tasa de fecundidad de apenas 1,16 hijos por mujer, según el último informe de Estadísticas Vitales publicado en marzo de 2025 por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

Es una de las cifras más bajas de América Latina, por debajo incluso de países como Italia (1,24) y Japón (1,26), tradicionalmente considerados ejemplos de crisis demográfica.

“Considero que las chilenas millennials no tenemos la mentalidad de querer ser mamás”, comenta Tania, una joven arquitecta chilena a France 24, que vive en Santiago, la capital del país. Y agrega que “Chile es un país muy caro, el sueldo no alcanza para mantener un hijo. Yo soy profesional y aún así me sería muy difícil mantenerlo”.

Chile, que supo tener uno de los crecimientos poblacionales más sostenidos del continente en el siglo XX, hoy enfrenta un fenómeno silencioso y estructural: cada vez nacen menos niños y los chilenos postergan o directamente renuncian a ser padres o madres.

Martina Yopo, doctora en sociología y académica de la Universidad Católica de Chile, señala que esta caída abrupta en la fecundidad forma parte de un fenómeno global, pero con particularidades locales.

En el caso chileno, las causas se agrupan en dos grandes dimensiones: transformaciones culturales y dificultades económicas.

“Hoy ser mujer no necesariamente significa tener hijos, hoy ser y hacer familia no necesariamente significa convertirte en madre y tener hijos tampoco”, explica a France 24 la académica.

Las aspiraciones de vida se han diversificado, con un énfasis creciente en la autonomía, la independencia y el desarrollo profesional y educativo.

Alarma y transformación social

“Independiente de que uno quiera o anhele tener hijos, hay que poner en la balanza si es factible hacerlo, si están los medios económicos, redes de apoyo familiar, atención hospitalaria, educación, condiciones de vida y de seguridad”, señala a este medio Palob, un joven chileno de Valparaíso que en un futuro quiere tener hijos.

El dato del INE no es una sorpresa aislada. En los últimos diez años, la cantidad de nacimientos en Chile cayó en picada: si en 2013 nacían poco más de 242.000 niños y niñas al año, en 2023 esa cifra bajó a cerca de 171.000.

Las regiones con la caída más pronunciada son Atacama, Coquimbo, Metropolitana, Aysén y Magallanes. Pero más allá de eso el fenómeno es nacional.

El país sudamericano se ubica muy por debajo del umbral de reemplazo generacional -número de hijos por mujer necesaria para que una población se mantenga estable a largo plazo- estimado en 2,1 hijos por mujer.

A largo plazo, esto implica una reducción de la población activa, un envejecimiento acelerado de la sociedad y una presión creciente sobre los sistemas de pensiones y salud.

"Tener hijos implica una gran responsabilidad y un gasto económico considerable. Cuando uno tiene otros objetivos, ya sean laborales o personales, termina postergándolo", comenta a France 24 Felipe, un joven santiaguino que trabaja en una reconocida cadena de cafeterías.

La baja natalidad “pone en tensión muchos de los supuestos que están en la base del funcionamiento del sistema social”, advierte la académica de la Universidad Católica.

Según explica Yopo, esta tendencia tiene un impacto directo sobre el envejecimiento y decrecimiento poblacional, lo que afecta a sistemas neurálgicos como la salud, la educación, la economía, el mercado laboral, las pensiones y los cuidados.

“Esta es una realidad demográfica que ha llegado para quedarse y que tiene profundas implicancias sociales”, remarca Yopo.

Uno de los principales efectos se ve en la economía, donde “un decrecimiento de la población implica no solamente que se reduce la población económicamente activa, sino que también aquella población muchas veces está en una edad de jubilación donde ya no es económicamente productiva”.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Chile será uno de los países con mayor proporción de adultos mayores en 2050, junto con Uruguay.

El país pasó en apenas tres décadas de una pirámide poblacional joven a una distribución que se asemeja más a la de naciones desarrolladas, pero sin haber consolidado sistemas de bienestar equivalentes.

¿Decisión individual o infertilidad estructural?

La infertilidad estructural es un concepto que abarca las condiciones sociales adversas para tener y criar hijos. No se trata solo del costo económico de la crianza, sino también de la falta de políticas que faciliten la conciliación entre la vida laboral y familiar.

Las explicaciones de esta baja fecundidad exceden el plano personal. Si bien hay un cambio cultural profundo respecto al deseo de maternar, también hay condiciones estructurales que dificultan el proyecto de tener hijos: altos costos de vida, empleos precarios, falta de redes de cuidado, acceso limitado a vivienda y educación.

Una encuesta de la Universidad Católica, publicada a finales de 2024, reveló que uno de cada cinco jóvenes chilenos de entre 18 y 34 años no quiere tener hijos, y quienes sí desean tener descendencia, consideran un promedio ideal de apenas 1,5 hijos.

Entre las principales razones mencionadas figuran los desafíos laborales femeninos, las dificultades económicas y la inestabilidad en las relaciones . También aparecen motivos como problemas de salud, falta de espacio en los hogares o incluso preocupaciones medioambientales.

Las desigualdades de género juegan un rol central en esta decisión de no maternar. Muchas mujeres, apunta Yopo, rechazan la idea de asumir solas las cargas de la crianza en una sociedad donde “hay una ausencia de corresponsabilidad” y donde tener hijos sigue siendo “muy mal negocio” desde el punto de vista laboral.

Los avances en derechos sexuales y reproductivos también han influido en el cambio de paradigma. La maternidad ya no se vive ni se ve como un mandato social inevitable, sino como una elección libre. 

Cuando el costo de vivir impide proyectar una familia

“Lo que más debería cambiar en Chile es el costo de vida, los bajos salarios y el difícil acceso a la vivienda”, expresa la arquitecta santiaguina Tania. Y añade: “Si una persona no tiene una casa o un espacio que le brinde seguridad, ¿cómo va a pensar en tener hijos o en maternar con tranquilidad?”.

A esto se suma la precarización del trabajo y la informalidad, que según datos del INE se ubica en 25,8% en Chile. Tener hijos requiere tiempo, dinero y redes de apoyo, condiciones con las que muchas personas -especialmente mujeres- no tienen aseguradas. 

Frente a este escenario, la académica de la Universidad Católica considera que se deben diseñar estrategias para enfrentar las consecuencias del envejecimiento poblacional.

Entre ellas, menciona la migración y, especialmente, la incorporación efectiva de las mujeres al mercado laboral. “Chile es uno de los países que tiene las tasas de participación laboral femenina más baja”.

Aunque reconoce ciertos avances institucionales, como la ley de 40 horas o la ley de deudores de pensiones alimenticias, Yopo sostiene que Chile “está al debe” (en deuda) en cuanto a políticas públicas comprensivas para enfrentar este desafío demográfico.

Y que las políticas públicas, especialmente las que apuntan a la corresponsabilidad parental, puedan empujar cambios culturales en torno al género y la crianza.

France24

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