Según Pierre Bourdieu, los individuos que desean ascender de clase social enfrentan múltiples barreras estructurales que van más allá del aspecto económico. Aunque una persona logre acumular capital económico, es decir, dinero o propiedades, esto no garantiza automáticamente su integración a una clase social superior. Para lograrlo, también es necesario poseer otros tipos de capital: cultural, social y simbólico. La ausencia o escasez de estos capitales representa obstáculos significativos en el proceso de movilidad ascendente (Bourdieu, 1986).
Una de las principales barreras es la desigualdad en el acceso al capital cultural. Este tipo de capital incluye la educación formal, el dominio del lenguaje, el gusto estético y el conocimiento de normas sociales consideradas legítimas por las clases dominantes. Aquellos que provienen de clases trabajadoras o populares suelen no haber sido socializados en esos códigos, lo que les obliga no solo a aprenderlos, sino también a desaprender costumbres y formas de expresión propias de su origen. Esta transformación no es sencilla, ya que involucra tensiones emocionales, conflictos de identidad y, en ocasiones, rechazo por parte del nuevo entorno social al que se aspira (Bourdieu y Passeron, 1970).
Otra barrera importante es la debilidad del capital social, que se refiere a la red de relaciones y contactos que facilitan el acceso a oportunidades. En muchas ocasiones, las posiciones laborales más ventajosas, las becas educativas o los espacios culturales no se obtienen únicamente por mérito, sino también por medio de vínculos personales. Quienes no cuentan con una red de apoyo dentro de las clases altas tienen más dificultades para acceder a estos espacios, sin importar su talento o preparación (Bourdieu, 1986).
El capital simbólico, por su parte, está vinculado al reconocimiento y prestigio social. Una persona puede tener los recursos económicos y académicos, pero si no es vista como “legítima” dentro del grupo al que desea integrarse, puede ser excluida o subestimada. Este tipo de capital se manifiesta, por ejemplo, en el modo de vestir, el acento, los modales y las preferencias culturales. Por ello, el simple hecho de “tener dinero” no basta para ser aceptado plenamente en una clase alta; se requiere una validación simbólica que muchas veces se niega a quienes no provienen de ese contexto (Bourdieu, 1997).
Además, el habitus concepto central en la teoría de Bourdieu representa otra barrera. El habitus es el conjunto de disposiciones, gustos, valores y maneras de actuar que las personas interiorizan desde su infancia, influenciados por su entorno social. Este habitus moldea su comportamiento de forma casi inconsciente, y puede entrar en conflicto con los códigos de comportamiento de la clase social superior. Aun si una persona intenta adaptarse, su cuerpo, su lenguaje y su actitud pueden revelar su origen social, provocando incomodidad o exclusión tanto en ella misma como en los demás (Bourdieu, 1990).
Estas barreras se reproducen a través de instituciones como la escuela, el mercado laboral o los medios de comunicación, que en lugar de promover una verdadera igualdad de oportunidades, tienden a reproducir la desigualdad. Por esta razón, el ascenso social no solo representa un desafío económico, sino un proceso complejo que exige transformaciones profundas en los capitales personales y en la percepción social del individuo (Bourdieu y Passeron, 1977).
Un ejemplo de estas dinámicas se encuentra en el caso de la cantante dominicana Tokischa, quien ha confesado haber sido rechazada para alquilar y comprar en varios edificios de Santo Domingo. Según sus declaraciones, las personas encargadas de estas residencias le han impedido mudarse, argumentando que se trata de “edificios familiares”. Ante esta situación, Tokischa reveló que incluso ha tenido que buscar apartamento en Nueva York, a pesar de su deseo de permanecer en su país. Este testimonio ilustra cómo las barreras simbólicas y sociales más allá del capital económico actúan como mecanismos de exclusión en la vida cotidiana.
Por tanto, es fundamental abordar el fenómeno de la discriminación desde una comprensión profunda de las estructuras sociales y el comportamiento de las clases. La exclusión que experimentan individuos como Tokischa no solo responde a prejuicios individuales, sino que está inserta en un sistema social que reproduce jerarquías y limitaciones de movilidad mediante la distribución desigual de los capitales y la imposición de un habitus dominante. Entender estas dinámicas es clave para diseñar políticas y acciones que promuevan una movilidad social real y equitativa, y para superar la mera percepción superficial de la discriminación.
Referencias bibliográficas
- Bourdieu, P. (1986). Los tres estados del capital cultural. En: Economía de los intercambios simbólicos. México: Ediciones Era.
- Bourdieu, P. y Passeron, J.-C. (1970). La reproducción: elementos para una teoría del sistema de enseñanza. Madrid: Laia.
- Bourdieu, P. (1990). El sentido práctico. Madrid: Taurus.
- Bourdieu, P. (1997). Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona: Anagrama.
- Bourdieu, P. y Passeron, J.-C. (1977). La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza. México: Fontamara.
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