El título de este artículo es una expresión que me atrevo a decir la mayoría hemos escuchado, con risas para acompañar. Alguien hizo este comentario bajo una publicación del Diario Libre en Facebook hace más de 5 años, y al día de hoy sigue siendo uno de los memes más influyentes en la cultura contemporánea dominicana.
Durante la Temporada de Teatro Banreservas, celebrada cada año, suelen sobrar boletas para todas las presentaciones, las cuales incluso siendo regaladas al público, no son usadas. “Y quien diablo hace teatro”, fácilmente se podría adecuar a la célebre frase.
Cuando era niño, quise tomar clases de piano y de dibujo. Recuerdo lo emotivo que fue aprender a tocar la escala de Do Mayor. No tenía más de 7 años. Mi padre habría preferido que practicara béisbol “a ver si te firman, a los zurdos les va bien”. Dejé las clases de piano. A las de dibujo ni entré. Seguía practicando en casa, y recuerdo el diálogo que todos conocemos muy bien: “Si se hace famoso, ganará pila e’ cuarto”.
Otro clásico: alguien comienza a dibujar o pintar y una de las primeras preguntas que recibe es: “¿Y tú puedes hacer dinero con eso?” ¿Quién diablo e’ pintor?.
Es obvio ver hacia dónde me dirijo con todo esto. Nos preocupamos por el dinero. Vivimos en una sociedad del capital, donde si no tienes no eres, y para tener hay que hacer. ¿Hacer que? Lo que aumente tu capital y potencial económico. Todo lo demás se suele considerar superfluo. ¿Por qué perder tiempo practicando un arte o un deporte si no vas a comer de eso? ¿Quién diablo e’ artista?.
“A mi me gustaba bailar” diría un individuo sin nombre. “Pero eso no me iba a dejar un peso, así que lo dejé.” ¿Y quién diablo e’ bailarín?. En la República Dominicana, lo que determina si algo vale la pena, si merece nuestro tiempo y atención, es su potencial económico. Y es comprensible. Los precios suben y suben y suben, ¿y los sueldos? Bien gracias. Incluso aquellos que consideran ser clase media sufren un alto nivel de estrés económico, ya que saben que uno o dos meses malos, y podrían caer en la ruina. Entonces ¿quién no estaría preocupado por aumentar su ingreso aunque sea un poquito más de cualquier forma necesaria?
No hay que ser un bailarín para bailar, ni un músico para hacer música, ni un pintor para pintar. Todas estas acciones son parte de nosotros, el arte, el deporte, el juego, todo es parte del ser humano.
Hace 40,000 años, un homínido se sentó en una cueva en lo que hoy llamaríamos Alemania, y con algo de carbón, y otros tintes naturales, dibujó. Dibujó animales grandes y pequeños, dibujó humanos con lanzas y piedras, relató la historia de cómo estos hombres y mujeres derribaron grandes bestias, o como se convirtieron en presas. Este humano desconocido para nuestra sociedad, creó lo que hoy llamamos arte rupestre. Otras como esta, en forma de dibujos, figurinas, grabados, pueden ser encontradas en todas partes del mundo donde el humano se ha asentado, Quisqueya incluida.
Hace 600 años, nuestros ancestros, los taínos, se reunieron alrededor de un círculo, bailaron y cantaron y jugaron en su areíto. Luego, produjeron música, mitología, historias, piezas de arte, porque el simple hecho de hacerlas les traía placer. A través de ellas mantuvieron su historia y tradiciones, pero también exploraban su propia humanidad. Su arte y su juego no eran únicamente dependientes de una función social.
Hace unos días, un niño de 3 años escuchó música, y bailó. Tomó crayones, y dibujó, y en su exploración de estos medios, fue feliz. En ningúna de estas instancias fue el arte un acto reservado a los pocos talentosos que alcanzaban un nivel de habilidad superior al de sus iguales. El arte fue un elemento de su vida diaria, las personas bailaron y cantaron y tararearon sin razón más que podían y querían.. La razón para esto no era “volverse buenos”, sino, hacerlos. Arte por amor al arte. Y si el arte es parte intrínseca del ser humano, ¿no sería arte por amor al humano?
Aquel homínido sin nombre, ciertamente, realizó dibujos con tal de mantener un registro y contar historias, pero también hizo otros dibujos con tal de realizarlos y nada más. Aquellos taínos bailaron y cantaron para servir en su areíto y adorar a sus dioses, pero también para cantar y bailar y nada más. Aquel niño de 3 años bailó y dibujó para explorar las capacidades de su cuerpo y su entorno, pero también para bailar y dibujar y nada más.
Pero hoy, hay miedo, vergüenza, e incluso empujes sociales para que uno no baile y cante y tararee por nada más que el amor a bailar, cantar y tararear, por nada más que ser un humano que puede y quiere. Ahora estas acciones, que acompañan nuestro código genético y se manifiestan desde los inicios de la infancia, son desmotivadas si no están al servicio del fin económico. Como sociedad, se han abandonado, partes primordiales de lo que nos hace humanos. “¿Y quién diablo e gente?”.
Al preguntar a mis estudiantes sobre estas pequeñas pasiones, me cuentan historias como las relatadas al inicio de este artículo. Todos tenemos una. Tal vez era la poesía, o el dibujo, o el baile, o la música. Y porque uno “no tiene talento” o no iba a ser lo suficientemente “bueno” para producir algo, lo deja. Pero el ave no se preocupa en ser la mejor cantante para interpretar su canción. No hay que ser un bailarín para bailar, ni un músico para hacer música, ni un pintor para pintar. Todas estas acciones son parte de nosotros, el arte, el deporte, el juego, todo es parte del ser humano. Ese hobby, esa pasión, esa curiosidad, recójanla, no porque podrán desarrollar un talento o producir dinero, sino por amor a la actividad en sí, porque así es como alimentamos el alma, y crece nuestra humanidad, como nos conocemos a nosotros mismos.
¿Y quién diablo e’ pianista? ¡To’ el mundo!
Lessing Abdias Perez. Egresado de la Licenciatura en Lengua y Literatura orientada a la Educación Secundaria, PUCMM CSD
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