Primero fue la ficción como en el mito bíblico. Luego vino la historia, la de Urania Cabral, hija del senador Agustín Cabral, uno de los funcionarios más poderosos e influyentes del régimen trujillista.

Quiérase o no, Urania es el eje conductor de la novela. Es, a todas luces, quien mueve los hilos del azar en La fiesta del chivo (2000), sin lugar a dudas, una indiscutible obra maestra de Mario Vargas Llosa.

Desde su exilio de treinta y cinco años, Urania ha venido a reclamarle a su padre. Llegó para plantar encima de la mesa, aquellas verdades amargas, aquellas historias pecaminosas de la tiranía, que él y muchos actores más no quieren escuchar.

Vista y pensada con serio detenimiento, la vida de Urania está llena de mitos y datos ocultos. Su condición psicológica bastante traumática, afirma las interioridades de un personaje bien definido. Diríamos un prototipo literario. Ignoramos el motivo de su partida y no sabemos lo que esconde detrás de su vida privada, cosa que ella no quiere revelar.

A sabiendas de que Urania no es una mujer cualquiera, que haya venido en el tiempo para que cuente su historia personal, la de su familia quizás, o para que nos cuente el lado oscuro de la tiranía y con esto, abra una herida profunda en nuestra imaginación histórica, sobre lo que los dominicanos sabemos que sucedió, pero que no nos atrevemos a repetir por miedo o temor a radicalizar la sangre de tantos crímenes agazapados en los recuerdos de las familias afectadas, de los tantos personajes importantes que murieron injustamente, de los actores directos del régimen y de tantas mujeres vilipendiadas sexualmente por la tiranía, cosa esta que atente contra la memoria histórica de los dominicanos.

Sin embargo, aunque a todos se nos muevan las tripas por las rarezas de estos crímenes del pasado reciente dominicano, nos hemos olvidado, y quizás por eso, muchos se confundieron, e innecesariamente condenaron mal a Vargas Llosa, cuando se publicó la novela, de que esta, La fiesta del chivo, no es un libro de historia como pensaron muchos, sino, una novela como tal.

Los libros de historia no revelan tantas verdades. Detrás de cada episodio histórico de una nación, hay un iceberg de datos escondidos en las frías aguas del tiempo, que los historiadores nunca revelan, pero que el país espera.

Los libros de ficciones memorables como este, siempre son capaces de revelar las verdades ocultas que la historia oficial esconde, o aquellos que plantean verdades a medias, por sus concesiones con el poder político y económico. Lo que implica que la historia tiene varias capas de resonancia, y a la vez tiene sus propios bemoles, que inciden frenéticamente en la gente. Sobre todo, aquello que está muy relacionado con el campo de la moral y la ética del historiador.

Como Vargas Llosa desde siempre fue un intelectual, consagrado a decir verdades, ha sacado a la luz, algunos flancos de la historia reciente, que en este país se han convertido en tabúes. Lamentablemente, para miles de lectores equivocados, lo de La fiesta del chivo no es una historia novelada en definitiva, ni una novela histórica mucho menos. Es, en cambio, una novela que irrumpe en la historia, porque la misma cuenta las atrocidades de una tiranía que durante treinta años aconteció en el territorio dominicano.

¿Es acaso alegremente que de la imaginación calenturienta de Vargas Llosa surgió Urania Cabral? Aunque esta sea un personaje hecho de palabras, Uranita nunca existió en los predios de la tiranía.

Ahora bien, ¿Por qué Urania? Su nombre plomizo nos recuerda a un planeta, o da la impresión de un metal, un combustible: El uranio. De ahí, que sin más ni más, Urania irradia la energía vital en toda la novela. En otras palabras, la que reconstruye a su alrededor los campos magnéticos del relato.

¿Urania ha regresado para vengarse de alguien, o para desenterrar los mitos de la tiranía? Sin embargo, como novelista francotirador que es a todas luces, quien sabe poner la trama donde vaya el ojo y no los sentimientos, Vargas Llosa ficciona los hechos alrededor de un personaje imaginario y ese personaje tiene una vida útil en la novela. Es, quien a lo largo de las páginas, tiende sin retorcimientos todos los hilos del azar como una trampa secreta, que poco a poco, va tejiendo su relato para que tenga contundencia y adquiera con el tiempo, cierto rigor mítico.

En buena medida, Urania es la figura simbólica a uno de los tantos mitos creados en la dictadura trujillista; ella es la figura que piensa, reclama lo que muchas mujeres no se atrevieron. Por eso dice y cuenta sin cortapisas lo que tiene en su cabeza. La conversación con su padre el Senador Cabral, es un monólogo que se sostiene solo en la voz de Urania, porque ya él no puede hablar debido a su condición parapléjica. Sin embargo, su prontuario gestual lo delata al vuelo, sus ademanes son “palabras de dolor no pronunciado”: Cuando Urania le habla, su mirada se vuelve un poco vidriosa, se contornea en la silla y le salen las babas por la boca. En obligado silencio, clava fijamente sus ojos en los ojos de Urania, como diciéndole que calle.

El de Agustín Cabral, parece el discurso mimético de una figura desgastada por el peso de la enfermedad y el remordimiento. Eso indica que la corriente de pensamiento del monólogo de Urania, no es interior, todo lo contrario, es la verdad de la conciencia misma la que habla para eliminar los soliloquios y las divagaciones mentales.

En La verdad de las mentiras (2002), un memorable libro de ensayos donde expone magistralmente su teoría sobre la novela, Vargas Llosa desmitifica esa equivocada concepción que tiene la gente cuando se habla de historia en la novela. Aquella desacertada idea de que los hechos tienen que ser fiel a la realidad, no es nada compatible con La fiesta del chivo, donde la verdad ocupa ribetes falsos y la mentira ribetes verdaderos. Craso error, la novela es una metonimia bien pensada, la cual demanda un obligado encuentro con la ficción y más aún, cuando los acontecimientos son tan estrambóticos.

Estoy más que seguro de que cualquier dominicano que lea con detenimiento La fiesta del chivo, aprendería más sobre la tiranía, que leyendo un libro de historia. Para Vargas Llosa, la idea de novela se conjuga como artificio y rotación del tiempo, cuya completud alcanza la memoria y la historia.

En La fiesta del chivo, se homogeneiza el tiempo de acuerdo con la idea de la novela total que tiene Vargas Llosa. A través de sus famosos diálogos telescópicos, los que magistralmente emplea, en las conversaciones de los complotados y algunas intervenciones de Trujillo y sus funcionarios, se corporiza la trama de la historia.

A partir de aquí el tiempo en la novela va girando de manera circular y se intercala entre un hecho y otro, sin que lo podamos advertir siquiera. Es cuando el relato cobra vida y la novela adquiere un alto grado de intensidad.

Así es como las historias tanto van como vienen entre las actuaciones de Trujillo, las de sus funcionarios, el monólogo de Urania y las acciones del complot la noche del treinta de mayo. Cuando la realidad es capaz de superar la propia ficción como en este caso, sobre ella se abre un cráter que evapora la historia real y entran en juego otros hechos no menos ciertos, los cuales adquieren un tinte tan verdadero que empujan dialécticamente el relato hasta el fondo y lo impulsan para que tome vida en la imaginación:

Nace a partir de ahí, la posibilidad de un nuevo relato, el que se va tejiendo en la mente del lector y para eso ha venido Urania Cabral, para crear el posible relato del lector.

De eso se trata más bien, de crear fantasías y conjeturas en la imaginación de los lectores para que participen activamente de la historia, para que tengan sus propias concepciones del hecho. Más específicamente en el caso dominicano, donde la memoria y el folklore en torno a la figura de Trujillo juegan un papel tan decisivo y preponderante en los predios de la moral pública, sobre todo, en las conductas caudillistas y dictatoriales de muchos actores políticos y funcionarios de todos los gobiernos, supuestamente “democráticos” de nuestro pasado reciente.

El treinta de mayo de 1961, gracias al arrojo y la valentía de nuestros héroes dominicanos, entre ellos, algunos muy jóvenes, nos despojamos de la dictadura material, la real. Sin embargo, junto a esta figura del dictador asistimos también a la “dictadura de la imaginación”. El de Trujillo es el gran tema, es en definitiva nuestro tema: El que aparece en cientos de libros y novelas dominicanas.

Así que, parafraseando a Neruda: “Se llevaron el espectro y nos dejaron el espectro”: A más de medio siglo de su ajusticiamiento, la conducta trujillista está presente, vive en el ADN del dominicano. Sin duda que el fin de Vargas Llosa fue, el de usar la imaginación como escarpelo para convertirse luego en un homicida de la historia.

Eliminó así los retazos de la tiranía y aguijoneó su puntería hacia los recovecos de la historia secreta. Su idea nunca fue decir, lo que en treinta años los historiadores han repetido como papagayos, sino lo que no se ha dicho, y ese es precisamente el fundamento de toda buena novela.

Tratar de explorar en el campo de la especulación y ahondar en la estética del relato. Buscar esa línea imaginaria que separa la realidad de la ficción y la historia del arte. Es innegable que la figura de Trujillo haya calado tanto en el imaginario colectivo y se haya convertido con el paso del tiempo, en un mito histórico inevitable de nuestro pasado reciente, a consecuencia del histrionismo y la magnitud psicológica del personaje. Siendo así, el tema de Trujillo sigue siendo uno de los grandes temas de este tiempo, porque a su alrededor envuelve otras aristas, que al día de hoy intervienen de manera directa en la conciencia colectiva y en nuestra conducta social.

Eugenio Camacho

Escritor y educador

Eugenio Camacho. Estudió educación y derecho en UTESA, además realizó una maestría en Educación Superior en la UASD, es escritor, cuentista y ensayista. Profesor universitario. En varias ocasiones ha dictado conferencias en la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo. Por su labor como cuentista ha obtenido diversos premios en los concursos de cuentos de Casa de Teatro, Radio Santa María y La Alianza Cibaeña. Actualmente se desempeña como técnico de educación en el Distrito Educativo 06 -06 de la ciudad de Moca. Sus trabajos han aparecido en diversas antologías. Ha publicado: Melodías del Cuerpo Presente (CUENTOS), en el año 2007, Antología de la Literatura Contemporánea en Moca (2012) y Bestiario Mínimo (Minifcciones) 2022. silverio.cultura@gmail.com

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