«La verdad nos hará libres».    «Por sus frutos los conoceréis».

 

Lantigua fue el mayor ejemplo de lo que debería ser la democracia cultural de un Estado. Siendo ministro, les abrió las puertas a todos, incluso a sus adversarios políticos y literarios, porque la cultura está por encima de todas las mediocridades y bajezas humanas. Era un demócrata, incluso con sus enemigos más gratuitos, un hombre que solo supo dar, pero nunca recibir. Son muy pocos los que sabemos de sus vastas bondades, ayudando a instituciones y personas, e incluso cubriendo muchas de sus necesidades existenciales y funerarias.

No mencionó nombres para honrar su memoria, aunque hay algo que solo yo me atrevo a decir, sin faltarle al respeto a su recuerdo. Cuando este gobierno le ofreció, a través de unos amigos del presidente Luis Abinader, aceptar ser ministro de Cultura de nuevo. Incluso en una ocasión, fue llamado por la entonces titular de ese momento, Milagros Germán. Como era de esperarse, dijo que no, igual que yo le comuniqué por qué no debería aceptar. Con esa actitud, nuevamente demostró ser un hombre íntegro y fiel a sus principios.

Aunque en esta obra todos somos protagonistas, hay dos principales: Isael Pérez, quien financió con su Editorial Santuario. Escritor y promotor de la literatura en el país, a quien Lantigua siempre apoyó y respetó. El otro protagonista es su compueblano Basilio Belliard, uno de los mejores ensayistas de este tiempo, a quien José defendió con uñas y dientes, igual que a mí. Rafael convirtió mis ocurrencias en un amplio anecdotario, lo hacía de manera recurrente entre amigos, escritores e intelectuales. Como aquella vez, cuando fuimos a inaugurar los bustos del padre de Juan Pablo Duarte, en Vergés de las Fronteras y Cádiz, y le comenté a su alcaldesa algo sobre un regalo que él le llevó, narrándolo con gracia y jocosidad entre los escritores y amigos comunes.

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Basilio Belliard muestra el libro sobre José Rafael Lantigua.

La publicación de este libro viene a resarcir el ingrato olvido que ha ocurrido en la XXVI Feria Internacional del Libro, a quien fue su creador. Por ninguna parte apareció ni una sola actividad ni un espacio para honrar la memoria de su forjador. Tampoco se le reconoció como escritor o gestor cultural de la nación, lo que una vez más muestra la mezquindad de la política nacional y sus protagonistas culturales. Sin embargo, este libro vino a reparar toda la podredumbre que nos corroe y nos habita.

Basilio, quien es un experto en realizar selección y edición en distintos géneros literarios en antologías dominicanas e internacionales, y también un conocedor profundo de los verdaderos y auténticos amigos de Lantigua, era la persona más adecuada para construir este texto, de voces distintas pero unido por el criterio y la justeza de testimoniar y dejar constancia de José Rafael Lantigua. El seleccionador y editor es el mayor autor, porque tiene cinco trabajos en esta obra, distribuidos desde las páginas 11 a 45 y de las 159 a 174. A continuación, León Féliz Batista, con tres textos, se encuentra entre las páginas 47, 58, 123 y 124. Luego sigue la selección de los coautores, quienes presentan un solo texto cada uno.

Enegildo Peña, con el libro de José Rafael Lantigua.

Lantigua era un lector persistente, sagaz y profundo de miles de libros, con una biblioteca personal mágicamente envidiable. Escritor preciso, consistente, pulcro y conceptual, que convirtió su escritura en un maravilloso mundo de la palabra. Gestor cultural de ahínco, arrojo e inconmensurable impacto, que transformó y valorizó el desarrollo de la cultura dominicana como nunca antes en nuestra historia. Humano como pocos en estos tiempos, donde se es indiferente ante el dolor ajeno y familiar. Ayudó hasta en las circunstancias más adversas e imposibles, cuando un conocido lo requería; cuando se trataba de amigos, incluso los llevaba a sus médicos personales. Extremadamente incondicional y salvador de los suyos, siempre y cuando actuaran con los criterios y principios requeridos, jamás le dio la espalda a quien lo necesitara: era el más humano de los humanos que he conocido.

La obra está escrita por veintidós autores, cada uno aportando su perspectiva personal sobre la vida y obraje literaria y cultural de José Rafael Lantigua (1948-2025). Estos autores son: Basilio Belliard, León Félix Batista, Enegildo Peña, Delia Blanco, Plinio Chahín, Néstor Rodríguez, Eugenio Camacho, Eduardo García Michel, Justo Pedro Castellanos Khoury, Maribel Contreras, Soledad Álvarez, José Rolando Lantigua, Pablo Lantigua, Euri Cabral, Carlos Salcedo, Rafael Chaljub Mejía, José Báez Guerrero, Frank Núñez, José Rafael Sosa, Pablo McKinney, Marino Berigüete y Andrés A. Aybar Báez.

Además, la obra incluye un reportaje de Diario Libre, un editorial de la revista Planamar, y un epílogo que contiene una entrevista realizada a Lantigua por el editor. Aunque el trabajo publicado cuenta solo con 174 páginas, se presenta como un compendio contundente y definitivo. Tal como lo expresó el destacado escritor y apóstol cubano José Martí: «Honrar, honra».

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Isael Pérez, de editorial Santuario.

He leído más de dos decenas de artículos en la prensa nacional sobre el fallecimiento, el 5 de octubre, del archidistinguido escritor, intelectual, poeta, publicista, gestor y padre cultural José Rafael Lantigua. Volví a hacerlo después de la publicación de esta obra: José Rafael Lantigua: Legado, memoria y homenaje, donde se encuentra la mayoría de ellos. Es un recorrido por la obra y la vida de Lantigua, realizado con sinceridad y honestidad por quienes lo conocimos y trabajamos con él, como un homenaje póstumo a su morada definitiva, hace 36 días. Sin embargo, seguirá viviendo para cada uno de nosotros y para otros a través de sus más de una decena de obras publicadas, así como de su emprendurismo cultural. Solo esperamos que la edición reciba todo el apoyo que merece en memoria de su legado, adquiriéndolo en la Editorial Santuario.

«José Rafael Lantigua, como crítico literario, tuvo la virtud de realizar una crítica práctica, eficaz y plural, que, como tal, llegaba a la sensibilidad de sus lectores. No escribía crítica para críticos sino para lectores, y esa fue su distinción, y acaso su virtud. […] Ejerció el oficio de la palabra como profesión de fe y ética del pensamiento crítico». [1] (Basilio Belliard, págs. 15-16). «Es muy difícil no sentirse parcialmente huérfano tras la desaparición física de José Rafael Lantigua. Uno como individuo y como escrito–lector se siente sobrepasado de orfandad. Su impronta es tan profunda como el vació generado por su repentina ausencia». (León Félix Batista, pág. 47). «El lunes 5 –de octubre–, mis ojos no quería dormirse; mi cuerpo se removía entre las sábanas. Algo grande estaba aconteciendo, pero aún no lo sabía. El martes 6 en la mañana, me entero de la noticia: «Fallece el escritor, poeta, intelectual y exministro de Cultura, José Rafael Lantigua». Sin embargo, todavía es la hora y no lo creo. Era un padre para mí, él lo sabía y me trató como a un hijo. Siendo su muerte más que la de quien me engendró; se nos fue el último padre y maestro de la gestión cultural de la nación». (Enegildo Peña, pág. 63).

«José Rafael Lantigua, deja un patrimonio fundamental de la producción literaria latinoamericana y universal.  Se enfoca con minuciosidad y empeño en lo que hacía que una obra fuese excepcional, diferente, profunda y aportadora de lengua y lenguaje metafórico y real». (Delia Blanco, pág. 71). «El fallecimiento de José Rafael Lantigua ha sido muy sentido por sus amigos en la] Universidad de Salamanca. Cuando en 2011 la profesora Eva Guerrero y o ideamos lo que luego se convertiría en la Cátedra Pedro Henríquez] Ureña de Estudios Literarios Dominicanos, la primera de su tipo en Europa, José Fafael acogió con gran entusiasmo el proyecto en una de sus últimas gestiones como ministro de Cultura». (Néstor Rodríguez, pág. 81). «Fue uno de los críticos más notables e influyentes de los últimos cuarenta y cinco años. Su constante trabajo sirvió como termómetro para medir el ejercicio literario en nuestro país, pues la amplia valoración que tuvo sobre la literatura y sobre el escritor dominicano lo coloca en el podio de un verdadero caballero de las letras». (Eugenio Camacho, pág. 81).

«El país acaba de perder en José Rafael Lantigua a uno de sus grandes valores. Erudito, profundo, en dominio del arte de la escritura, dotado de recia calidad humana. Nadie como él llevó un registro tan extenso del latir literario de la época ni profundizó tan honda en los vericuetos de la crítica, social y política. Su aporte al mundo literario y de la cultura es inmenso. Será referencia inevitable. Irremplazable». (Eduardo García Michel, pág. 89). «[…] En su estilo de encadenamientos metafóricos, un homenaje a partir de la reflexión sobra la inevitabilidad de la muerte y su conjunción con la vida – extraña en él por el tema y las ideas que expresa–, tan inspirado y profundo que, en un gesto absolutamente inusual conservé para después entender, junto a otras señales, cómo andaba rondándonos la muy pérfida». (Soledad Álvarez, pág. 105).

«Hoy despedimos tu presencia física, y el vació que dejas es inmenso, un silencio que retumba. Pero tú mismo nos enseñaste, a través de los miles de libros que leíste y los que escribiste, que las grandes historias no mueren. Se transforman en Legado. Tu vida fue tu mejor poema. Y ahora corresponde a nosotros – tu familia, tus amigos, tu país– seguir leyéndote   y honrándote, no con la tristeza, sino con el compromiso de vivir con la misma pasión, integridad y amor que nos demostraste». (José Rolando Lantigua, págs. 116-117 ). «Muchos estarán de acuerdo en que mi padre tenía un don único para expresarse con las letras. Escribía con una facilidad envidiable.  La cantidad de libros que había leído, de todos los temas posibles, le permitía conectar ideas y potenciar su creatividad. Pero, cuando se trabajaba de tecnología, era todo lo contrario. Por suerte, según él, contaba con un hijo «tecnológico» que le ayudaba a navegar en esos asuntos». (Pablo Lantigua, pág. 119). Lantigua murió como lo que fue toda su vida: un exquisito y consuetudinario lector. Después de una aparente mejoría, ante la ineludible presencia de su muerte, su hijo Pablo nos narra cómo su padre estaba tratando de regresar a la lectura de uno de sus autores favoritos de los últimos años, Javier Cercas, quien recientemente había publicado su nuevo libro: El loco de Dios en el fin del mundo. «Nos detuvimos un buen rato en ese libro. Hablar de sus lecturas hacía que sus ojos brillaran. Me contó que ese día había reunido el ánimo para sacar las fuerzas necesarias y leer algunas páginas de aquel ejemplar que había empezado hacía ya un tiempo. […] Mi padre no pudo terminar el libro» (págs. 120-121).

«Como escritor, su pluma era brillante y estaba llena de encantos intelectuales, siempre al servicio de la verdad y del futuro. Particularmente considero que él ha sido el mejor presentador de un libro en toda la historia nacional. Su enorme capacidad de lectura lo colocó en un sitial privilegiado y se convirtió en el intelectual que mejor podía hacer la presentación y el prólogo de un libro». (Euri Cabral, pág. 127). «Para Lantigua, la cultura no era una abstracción académica ni un pasatiempo de élites. Era la raíz que nutre la identidad de un pueblo y, al mismo tiempo, el horizonte que lo proyecta al mundo. Su crítica literaria se distinguió por unir el rigor del análisis con la capacidad de revelar la humanidad profunda de autores y obras». (Carlos Salcedo, pág. 130). «Entre las grandes debilidades que caracteriza a la raza humana figura no estar preparado para aceptar la realidad de la muerte. Tal vez eso explique por qué los grandes reconocimientos a figuras destacadas en la sociedad, como es el caso del escritor José Rafael Lantigua, al conocerse su fallecimiento, lo que ha llenado de luto a la comunidad literaria y cultural de la República Dominicana». (Fran Núñez, pág. 139).

Hemos querido reseñar algunos fragmentos de los textos escritos para que sirvan de muestrario y motivación a la compra de este libro, sobre todo, para que se conozca la trayectoria de un hombre inmenso que se entregó por entero a la lectura, la escritura y la gestión cultural, sin ambages de ningún tipo. Como han podido notar, cada quien lo ha hecho desde sus experiencias personales y sus más sanas profundidades humanas. Es un libro para llorar, recordar, testimoniar y honrar la vida de un ser que hizo de la lectura su patria, de la escritura su alma y de la cultura su corazón.

Él partió de este mundo material de manera intempestiva el 5 de octubre, cuando nadie lo esperaba, incluyendo a su propia familia y, menos aún, a su adorable y distinguida esposa, Miguelina, justo cuando iniciaban su viaje a Roma, Turquía, Estambul y España. Antes de irse, ya les había escrito a sus amigos que estaría fuera del país durante tres semanas, por lo que no estaría disponible, ni siquiera por teléfono; al regresar, se comunicaría, como solían hacer siempre. Nunca nos imaginamos que su regreso al país llegaría en un estado de enfermedad, afectado por una toxina endémica en un té en Estambul. ¿Oh, Dios, qué mala pasada le jugó el destino? Fue el único del grupo que pidió un té, sin saber la trágica consecuencia que le esperaba. Un hombre que, en su adolescencia, había sido monaguillo, mantuvo su quebrantable fe cristiana. Días antes, había llevado la cruz durante una caminata en Roma.

Lantigua era un hombre a quien no le gustaba hablar de la muerte. En muchas ocasiones me expresó: «No la menciones tanto», pero yo soy un poeta de la sombra y de la muerte, desde el fallecimiento de mi madre, un tres de diciembre del año 1990. Cada año, al publicar su poema Una herida en la sangre, donde escribí: «la muerte es una sombra que camina», también me explicó que debía dejar irse en paz para que su espíritu descansara.

Todos los viernes leía su columna Raciones de letras del periódico Diario Libre. La esperaba con ansias y desvelo, como en otras épocas lo hacía con su suplemento Biblioteca, en el que luego me convertí en uno de sus articulistas. Incluso participé en la edición de despedida que realizó, donde publiqué mis primeros apuntes sobre la historia de la literatura en Santiago de los Caballeros.

¡Cómo olvidar el maravilloso y entrañable artículo elegíaco sobre los muertos de la discoteca Jet-Set, que muy bien analiza Soledad Álvarez en esta obra! Casi siempre le escribía para elogiar su diáfana escritura y su certeza conceptual. Sobre ese trabajo alucinante y metafórico, me escribió: «Enegildo, discúlpame, pero se me olvidó citar tu hermoso y extraordinario verso: la muerte es una sombra que camina, debió estar ahí».

[1] José Rafael Lantigua. Legado, memoria y homenaje (2025). Después de esta referencia, solo citaremos los números de las páginas.

EN ESTA NOTA

Enegildo Peña

Poeta

Enegildo Peña nació en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Es poeta, escritor, antólogo, periodista, gestor y especialista cultural. Licenciado en Comunicación Social mención Periodismo, Universidad Autónomo de Santo Domingo (UASD). Realizó un Postgrado en Gestión Cultural, conjuntamente con los ministerios de cultura de Cuba y República Dominicana, igualmente concluyó sus estudios de Maestría en Lingüística Aplicada en la Enseñanza del Español.

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