En el Museo del Traje de Madrid ayer vi la palabra “suntuaria”. Una palabra que se quedó conmigo como si fuera un milagro eterno. Tuve también una vez mi prenda suntuaria, suntuaria y triangular.

Tenía 17 años, cuando vivía una vida de vestuario estrictamente rojo, negro, azul marino y verde. No eran los colores preferidos por las personas, sino pragmáticos y convenidos políticamente. Sólo se vendían telas de dichos colores que conllevaban muchas veces un significado extra material. El rojo de Mao, el verde del ejército sagrado, el blanco de lo puro y el azul; una solemnidad y una seriedad que nunca faltaban en mi cultura. Además, las telas eran en general ásperas, gruesas, duraderas, pesadas.

Todas las chicas querían algo de color, algo suave, de ligereza femenina. En Shanghái, una ciudad que siempre encabezaba el gusto y la indumentaria nacional, ya se podían ver camisas de dacrón, de color rosado, morado o azul celeste, a cuadros, de rayas. Entonces, cualquier hombre que iba en misión oficial a Shanghái tenía una misión suplementaria encargada por su familia femenina: conseguir una camisa de dacrón de cualquier color excepto el blanco.

Era una misión sagrada en el sentido familiar. Deberían demostrar la fuerza varonil: conseguir una misión oficial para viajar a la ciudad más sofisticada del país y hacerse con una de las camisas inalcanzables. En esa época, cada ciudadano chino sólo disponía de un cupón para dos metros de tela al año. Era, pues, una misión imposible.

…el triángulo es una palabra, un concepto sólido. Con tres puntos, no se derrumba, no se inclina, no se deshace.  Se levantan desde cualquier ángulo, la sabiduría y la inteligencia humanas.

Mi tío tuvo la suerte de viajar como ingeniero a Shanghái y tenía la ilusión de regalarme una camisa de color. ¡No podía lograrlo! Por pura casualidad un día encontró en su bolsillo un papelito con la dirección de la hija de una vecina de la edad de mi difunta madre y su amiga de la infancia. Fue a visitarla, pura visita de cortesía. Charlando sobre los viejos vecinos y amigos de la niñez, se le deslizó la ilusión de conseguir una camisa de color para su sobrina. La mujer lo pensó un rato y dijo que, como mi difunta madre era la madrina de su hija mayor y había demostrado quererla mucho cuando la niña crecía con su abuela en mi isla natal, ella podía regalarle un cupón de tela para que comprara una camisa de color.

Mi tío volvió con una camisa rosada, a cuadros, tan suave y ligera como un papel de seda, como la palma de mi madre cuando me tocaba, hacía años. Sólo me la ponía los fines de semana para lucirla, pero un día sin ninguna razón la llevé al trabajo, una guardería y pensionado infantil para niños de dos años y medio a seis, hijos de funcionarios,

Esa misma noche, en la reunión de estudio político, el director, embutido en su uniforme verde, comentó que en la Institución no se permitía llevar ropa de “flores y yerbas”, una expresión para la ropa inadecuada, venenosa, que se refería a un estilo demasiado individualista, burgués, sinónimo de vergonzoso y podrido.

Llegué a casa muy triste y lo fui comentando con una amiga, cuya familia era militar, roja y verde. Me dijo: Hay una manera de satisfacer el gusto personal sin transgredir las reglas políticas: llevar la camisa rosada debajo de una chaqueta verde estilo militar permite que se vea un triángulo de color brillante, el sagrado triángulo, secreto de muchas chicas jóvenes que están en el ejército.

Claro, el triángulo es una palabra, un concepto sólido. Con tres puntos, no se derrumba, no se inclina, no se deshace.  Se levantan desde cualquier ángulo, la sabiduría y la inteligencia humanas. Si no, véase el famoso “Triángulo Dorado entre Myanmar, Tailandia y Laos”, tierra de opio, tierra de riqueza, tierra de sobrevivencia, tierra de ilusión.

De esa manera, a mis diecisiete años, ya tenía mi triángulo dorado, mi rinconcito rosado, mi triángulo invertido de sueño e ilusión. Yo misma, suntuaria completa.

Xuhua Lucía Liang

Profesora y traductora

Xuhua Lucía Liang. Profesora y traductora. La autora nació en Xiamen, Fujian, China. BA de la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing, MA y Ph.D en Literatura Latinoamericana, Universidad de Nueva York en Stony Brook. Ha publicado la antología de poesía A Lily on the Cliff (Taiwan) y es coautora del libro Teoría y práctica de la lengua española (Shanghai, China). xuhualiang@yahoo.com

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