Que, “a veces”, ante el tropiezo de guardar reposo, un discreto desaliento, o conmoción estrepitosa, “ruidos”, haya detenido la marcha, el “tren”, de nuestro sofoco al caer a plomo el crepúsculo de “la tarde”, o las imágenes besar las sombras, “neblina[s]”, que, con el paso de las horas, “muy adentro”, habrá de conjurar Brumas, frías, mortecinas, sutiles y lapidarias del poemario Luz breve, representa, a hurtadillas, “lejanamente”, sin yerros ni expiaciones, el trillo y vera de un mal presagio, propio de nuestros titubeos y recogimientos iniciales.
Es la historia del ocaso, memento mori, que entreteje, de puntillas, la sublime Sally Rodríguez quien, como poeta, intuyendo próxima la muerte, asunto de todos, que “se adentra”, encara la existencia que jamás hubimos presumir de gloria, a partir, “más allá”, de los huecos, lapsus, de “las memorias” malogradas extinguiéndose, enmudecidas, en “el silencio”, humareda, “solo humo / disperso”, durante los días y las noches, cada instante, disonantes, y el ojo, atroz, de los dioses que nos miran y que nos matan en el tiempo que nos han dado, que tenemos, que nos queda.
Brumas
A veces muy adentro
se oye el ruido de un tren
lejanamente
en medio de la tarde
y la neblina
Se adentra más allá
de las memorias
hasta ser solo humo
disperso en el silencio
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