Hay creadores cuya existencia supera los límites de su obra y cuya trayectoria se convierte, por sí misma, en una forma de pensamiento. Radhamés Polanco (Arístides Radhamés Polanco Tobal) es uno de esos creadores indispensables para comprender el teatro dominicano contemporáneo. Nacido el 27 de agosto de 1953 en La Piña de Jaya, San Francisco de Macorís, su vida es la historia de una obstinada búsqueda, la del sentido del teatro como memoria, como conciencia y como resistencia. En él confluyen el actor, el dramaturgo, el narrador, el director, el profesor, el investigador y el militante cultural. Pero, más allá de todas estas dimensiones, Polanco es una ética, un modo vertical y correcto de habitar en este mundo en donde se siente el eco de las máscaras caídas.

Radhamés Polanco.

«Radhamés Polanco es, en toda la extensión de la palabra, la encarnación de lo que un filósofo español llamó una resistencia íntima. Es la resistencia en su dimensión más compleja; política, ante las estructuras de poder que nos dominan y nos enajenan; social, por su activa militancia; y cultural, desde su permanente compromiso con el teatro y con la identidad dominicana. Su paso por el movimiento popular marcó profundamente su trayectoria, convirtiéndolo en un símbolo vivo de resistencia. Desde entonces, su presencia en la escena, como actor, director y dramaturgo, ha sido una afirmación constante de lo contra-sistémico, de la búsqueda de un teatro que cuestione, que remueva, que desestabilice los moldes establecidos sobre «cómo debe hacerse teatro». Su experiencia en España enriqueció aún más su mirada y su escritura. En su dramaturgia se percibe un profundo interés por las raíces auténticas de la dominicanidad, no como un simple repertorio folclórico, sino como una exploración de lo que somos en nuestros gestos cotidianos, en la música que nos atraviesa, en la manera de hablar, de caminar, de comer, de amar, de existir. Radhamés escribe con oficio depurado, con un dominio admirable de las estructuras dramáticas y con una comprensión lúcida del fenómeno teatral. Pero, más allá de su talento creativo, para mí Radhamés Polanco es la materialización ética de esa resistencia íntima tan necesaria en un país que tantas veces se pierde entre tontos útiles y esclavos del poder. Él es la prueba viviente de que la resistencia puede y debe hacerse carne»

Ángel Concepción (Yeyé),
Escritor, teatrista y crítico de arte.
 

Radhamés Polanco (con gafas oscuras), cuando ganó el Premio de Teatro del Ministerio de Cultura 2022.

Polanco se formó en el cruce intenso entre las ciencias sociales y la creación teatral. Maestro en Ciencias Sociales, mención Historia, y licenciado en Pedagogía con mención en Filosofía y Letras por la universidad Autónoma de Santo Domingo UASD, entendió desde temprano que el teatro no podía desvincularse del conocimiento profundo de la sociedad. Completó especializaciones en dramaturgia y dirección escénica en la RESAD de Madrid; cursó un doctorado en Ciencias del Espectáculo en la Universidad Carlos III; y realizó estudios predoctorales en Antropología Teatral en la Universidad de Bolonia. Su formación no ha sido una acumulación de títulos, sino un proceso de cultivo interior donde lo histórico, lo filosófico, lo antropológico y lo estético convergen para forjar una visión amplia y rigurosa del teatro como lenguaje civilizatorio.

Radhamés Polanco.

Su concepción del teatro, profundamente humanista, lo lleva a afirmar que toda cosa viva o muerta posee un drama peculiarísimo, la teatralidad es, en su visión, una condición ontológica del mundo.

«Mira, si hay una virtud que define a Radhamés Polanco por encima de todas, es su absoluta integridad, la coherencia inquebrantable entre lo que piensa y lo que hace. Radhamés ha sido siempre un hombre rebelde, firme en sus convicciones, capaz de sostener una posición con la misma dignidad, ya sea ganando o perdiendo. Esa es, sin duda, la primera cualidad que siempre he admirado en él. Además, Radhamés es uno de los grandes creadores del teatro dominicano contemporáneo. Estoy convencido de que, con el tiempo, sus aportes serán valorados en toda su dimensión. En la Escuela de Teatro, por ejemplo, su influencia fue decisiva para renovar y ampliar la visión del teatro académico. Los estudiantes que pasaron por sus manos salían con herramientas nuevas, con una concepción más profunda y crítica del oficio actoral, algo que hasta entonces no se les había brindado. Su contribución a la dramaturgia es igualmente significativa, especialmente en lo relativo a la dominicanidad. Radhamés ha sabido rescatar memorias esenciales de nuestra historia y de nuestra identidad cultural, integrándolas con sensibilidad y rigor en sus obras. Gracias a su pluma, muchas de esas memorias, a veces dispersas, silenciadas o relegadas, encontraron una nueva vida sobre el escenario».

Noe Zayas,
Escritor, director teatral, activista cultural y editor.

Su labor docente ha sido decisiva. Polanco enseñó en Bellas Artes de San Francisco de Macorís, el Liceo Ercilia Pepín, la Universidad Católica Nordestana y, sobre todo, en la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD), institución que dirigió con la mezcla de rigor y lucidez que siempre lo ha caracterizado. Quienes pasaron por sus aulas destacan su excepcional capacidad para abrir la visión del teatro más allá de la simple técnica. Bajo su guía, los estudiantes aprendían que actuar es pensar, que la escena no es imitación sino conciencia, y que el artista debe ser, ante todo, un ser ético.

La influencia del maestro Radhamés, ha impactado positivamente en la formación actoral en República Dominicana con carácter de ruptura, actualizó métodos, estimuló la investigación, promovió el análisis crítico y desmontó límites tradicionales entre actuación, dramaturgia y la filosofía del arte. Polanco enseñó a pensar el teatro como un acto de ciudadanía.

«Radhamés Polanco, como profesor, es una figura profundamente disciplinada y exigente, pero también excepcionalmente sabia. Conoce el teatro, domina su enseñanza y valora la atención plena de sus estudiantes. Su entrega a la pedagogía es evidente; pone todo su empeño en asegurarse de que el alumno comprenda verdaderamente lo que está aprendiendo. Si necesita dedicar varias sesiones a un mismo tema, lo hace sin dudar, no para cumplir con el programa, sino para garantizar una enseñanza real y significativa. Como persona, Radhamés Polanco es igualmente admirable. Es un hombre dinámico, abierto, amigable y muy accesible; se da a querer fácilmente entre los teatristas y sabe comunicarse con claridad y cercanía. Un ejemplo de su objetividad y enfoque holístico de la enseñanza ocurrió cuando realizamos la titulación en Bellas Artes de Santiago. En un examen práctico que él impartió, yo no pude presentarme por problemas familiares. Sin embargo, dos de mis alumnas, Tattiani y Angélica, sí tomaron la prueba. Cuando me acerqué la semana siguiente para solicitarle que me permitiera hacer el examen, él me respondió: «No, ya yo lo examiné a usted. Si sus alumnas demostraron las cualidades que tienen, es porque usted se las enseñó. Por tanto, usted está aprobado.» Esa respuesta evidencia su capacidad para valorar el verdadero mérito y reconocer la enseñanza efectiva»

José Rafael Cruz. Director Teatral, actor y ex presidente de Acción Teatral del Cibao.

La obra dramatúrgica de Polanco es una de las más sólidas, innovadoras y profundas de la escena dominicana contemporánea. Desde sus inicios en 1973 en «La Piña de Jaya», su escritura ha mantenido una tensión constante entre la memoria histórica, la crítica política y la exploración de la identidad dominicana. Sus obras (Bachata para María Viveza, Palos para Mélida García, Fuga, La palabra Manolo, la Trilogía Uasdiana, Poetisas y madres, Un café para Platón y su monumental Mitotes del Extraviado del Desasitiado y de la Prieta Clara) son testimonios de que el teatro puede narrar, cuestionar y sanar.

Radhamés Polanco y el pintor Hilario Olivo.

A través de sus personajes femeninos reivindica la fuerza, el dolor y la dignidad de la mujer dominicana. En sus obras políticas, humaniza la figura del héroe y confronta los mitos institucionalizados. En su dramaturgia filosófica, explora las fracturas de la existencia contemporánea. Y en su obra híbrida novela, teatro, poesía, música, imagen, rompe con los moldes clásicos para proponer una estética de caos creativo profundamente caribeña.

«Con su impronta en toda una pluralidad de ejercitaciones en diversas expresiones del arte, su magisterio cultural y sus aportes e interés por todo aquello que contribuye para sublimar la condición humana, Radhamés Polanco ha escrito su nombre con caracteres de fuego en la memoria colectiva de San Francisco de Macorís y el país. Al hablar de Radhamés Polanco, de su dimensión humanística y espiritual, es exponerse a la bifurcación del olvido, en cuanto a no alcanzar la merecida justeza valorativa que merece, fruto de los múltiples planos en que acciona el maestro Polanco. Y, sin interés de pavonearle, sino de oficiar de frente a sus méritos, corresponde situarle entre los nuestros más preclaros y consagrados a todo lo que le apela desde diversas direcciones y modos. Al hablar del teatro en nuestra Región y el país, justicia es subrayar su nombre, reconocer no sólo su obra, sino también referirle como inspiración para muchos que le han tenido por guía y ruta a seguir. Desde temprana edad asumió el rol sociocultural que le marcaría con la indeleble pasión que le ha llevado, como a un desasitiao, a tomar por sentido de su Ser la revolución de su condición y la de los que bien le han interpretado; por lo que ha vivido en función de sus irrenunciables ideales, ideales de vida, de vivencias que muy bien ha sabido convertir en ecuaciones simbólicas, desde el teatro, la narrativa, la poesía, el ensayo; pero sobre todo en lecciones de vida. Porque ese es también otro modo de definirle: como un estratega de la vida. No es nuestro propósito ahora resaltar los logros, rangos académicos y galardones de Radhamés Polanco; eso es algo que está disponible a la corta distancia de un clik. Aquí le expresamos nuestro respecto, afectos y gratitud de siempre; señalamos al ser humano, al discípulo de sí mismo (en lo espiritual) deseoso de llegar a ser camino y caminante, al artista de multidimensionales desempeños, al maestro de promociones que le tienen por lo que es: un modesto anarquista de las cruentas inquisiciones sociales» 

 Ramón Antonio Jiménez. Poeta, Profesor universitario.

Polanco concibe al dramaturgo como un historiador de sensibilidades. Su deber, afirma, es abrir las heridas que la política occidental ha intentado cerrar en falso. En su Tractatus Dramaticus Philosophicus define el teatro como «homilía ecuménica… escuela de ciudadanía consciente… espejo de los tiempos… catarsis y reafirmación gregaria». El teatro, en su visión, es un ejercicio público de crítica y un llamado a la responsabilidad social.

Su mirada sobre la cultura dominicana es severa: denuncia la crisis prolongada del sistema cultural y señala que la cultura no es propiedad del Estado, sino del pueblo. Critica la ausencia de políticas sostenidas, la proliferación de «chacales culturales» y la tentación de algunos artistas de parecer políticos en vez de hacer política cultural. Su reclamo es siempre ético: sin conciencia colectiva, no hay cultura posible.

"Mira, definir a Radamés no es fácil, porque se trata de una persona con tantas aristas, que uno tiene que mirarlo desde múltiples ángulos. Yo podría hablarte no solo del pensador agudo que es, un pensador del teatro, de la cultura en sentido general, del ser humano, de los cruces de caminos, de la enramá, del acordeón, de la noche, del gagá, del polvo del camino, sino también del hombre que observa con una sensibilidad excepcional aquello que para muchos pasa desapercibido. Además, resulta una labor incómoda definir a alguien tan cercano, no solo en lo personal, sino cercano a lo esencial, a lo verdaderamente valioso. Tengo muchísimas anécdotas que sustentan esto que te digo.

Por ejemplo, en una de las tantas vueltas que hemos dado buscando cosas, registros, teatralidades, uno puede notar que para Radamés la teatralidad no es simplemente un fin en sí mismo (aunque es algo que nos une profundamente) sino una expresión que nace del ser humano y de la cultura. Él comprende que el pensamiento emana del hombre y la mujer común, de quienes caminan por las calles y los caminos reales, de quienes articulan mal, de quienes son analfabetos, pero cuya mirada y cuyas ideas son deslumbrantes. Radamés tiene la capacidad de reconocer la originalidad que brota de ahí.

Por eso es tan complejo. Radamés ve poesía donde solo algunos seres excepcionales son capaces de verla. Y en ese mismo gesto, en esa misma mirada profunda, descubre también el gran acto político que el ser humano necesita para liberarse, para transformarse. Radamés es un pensador, un creador, un individuo esencial para la cultura dominicana y para el pensamiento más lúcido del hombre y la mujer de este tiempo. Así lo creo yo. Así lo creo de verdad.

Y hay otro aspecto que no se puede dejar fuera, esa figura que levanta ronchas, que incomoda, que irrita, que provoca controversia y que, si se quiere, puede ser hasta mal vista. Pero esas miradas críticas —que también parten de ángulos que no carecen de razón— son producto de la incomodidad que Radamés genera. Él incomoda a los cómodos, a los complacientes. Hoy, quiero recordarlo así. Quiero recordarlo como es. Y quiero que él sepa que lo pienso así y que lo quiero como hermano.

Arturo López. Profesor de teatro, actor, director y amigo.

Premios, reconocimientos y legado

Su trayectoria ha sido ampliamente reconocida:

  • Premio Casa de Teatro (1997)
  • Premio Casa de Teatro Internacional (2009)
  • Premio Anual de Literatura Dramática (2009)
  • Premio Cristóbal de Llerena (2022)
  • Reconocimientos populares como compositor en El Gordo de la Semana
  • Premio Cristóbal de Llerena (2025)

Pero Polanco no escribe para los premios, escribe para pensar hacia afuera como él mismo dice, para convertir en palabra lo que la historia no ha sabido nombrar, para enfrentar las contradicciones del país y de la condición humana. Su legado es uno de los más consistentes del teatro dominicano.

Radhamés Polanco no es solo un creador, sino una postura vital y social. Su vida y su obra encarnan una resistencia íntima y pública, intelectual y popular, estética y política. En un país donde con frecuencia triunfa lo inmediato sobre lo profundo, Polanco insiste en la honestidad, en la memoria, en la verdad incómoda. Su teatro nos recuerda que la escena no es entretenimiento, sino confrontación; no es evasión, sino espejo.

Radhamés Polanco ha sido, sigue siendo y será por mucho tiempo uno de los pilares más lúcidos del pensamiento escénico dominicano. Su nombre pertenece al linaje de los que entienden el arte como una forma radical de dignidad. Y su obra, viva y vibrante, seguirá iluminando caminos cuando el ruido del presente se apague.

Referencias bibliográficas:

Polanco, R. (2022). Tractatus dramaticus philosophicus. Centenario.

Pavis, P. (1996). Análisis de los espectáculos: Teatro, mimo, danza, cine.
Paidos.

Polanco, R. (1997). Bachata para María Viveza. Casa de Teatro.

Polanco, R. (2010). Palos para Mélida García. Editora Nacional.

Polanco, R. (2021). Mitotes del extraviado, del desatinado y de la prieta Clara. Centenario.

Polanco, R. (2022). Retablo del militante desprendido, de la ingenua enamorada y del esquivo servicioso: Trilogía uasdiana. Centenario.

Rojas, C. (2018, septiembre 5). Radhamés Polanco: «La cultura dominicana anda desde hace mucho tiempo sumida en crisis». Listín Diario.

Saba, R. (2023, julio 20). Trayectorias literarias dominicanas: Radhamés Polanco. El Nuevo Diario.

Matos, G. (2025, julio 27). Teatro de Radhamés Polanco: Caminos narrativos. Acento.

Esteban Tiburcio Gómez

Investigador y educador

El Dr. Esteban Tiburcio Gómez es miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Licenciado en Educación Mención Ciencias Sociales, con maestría en educación superior. Fue rector del Instituto Tecnológico del Cibao Oriental (ITECO), Doctor en Psicopedagogía en la Universidad del País Vasco (UPV), España. Doctor en Historia del Caribe en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), entre otras especializaciones académicas.

Ver más