Prólogo de la novela
En la República Dominicana, la novela ha venido ganando terreno en las últimas décadas, aunque el género no haya alcanzado la madurez esperada y mucho menos la internacionalización. Son escasos los nombres de autores que gozan de traducciones a otros idiomas y de pegadas en editoriales internacionales que catapulten la obra, al autor y al país, a espacios fuera de la isla. En los últimos veinte años, el escenario ha sido más propicio para novelar. Hay cierto interés en los escritores en mostrar una narrativa más robusta, principalmente con aquellos temas de carácter histórico.
¿Qué hay en Metresa? Es la historia de Honorina, una mujer “de pequeñitos ojos rasgados, pómulos salientes, de largo y abundante pelo, semejante a las indias, por lo que solían llamarla Anacaona, la india guerrillera”. Ella vive experiencias, dentro de una bañera, con trances oníricos o de cierto desdoblamiento mental, sumergida en un tiempo de carácter cuántico. Aquí suceden los hechos de forma paralela o se retraen al pasado, a pasajes de la vida de seres mitológicos griegos. Un ejemplo es el caso de Aquiles, héroe troyano, hijo de Peleo y de Tetis, al cual compara con Aquiles, un hombre de este tiempo, del que se enamora. En ese paralelismo, la vida de los dos Aquiles se entrecruza. También figuran personajes como Rafael y Manuel dentro de la trama.
Se aprecia la utilización del hipertexto como colofón en todos los capítulos. Selecciona frases, estrofas de canciones y poemas de autores reconocidos, como son los casos de Charles Baudelaire, Antonio Machado, Gabriel García Márquez, Consuelo Vásquez, Juan Carlos Calderón y López de Arroyabe, Rudyard Kipling, Reboll, Rovelli, Stephen Hawking, entre otros. Más bien, en cada sección utiliza la poesía en versos como colofón estético, tendiendo un vínculo temático. Le imprime pulsaciones rítmicas y melódicas como una extensión de una prosa rica en metáforas y comparaciones.
La historia inicia con una especie de metamorfosis que sufre Honorina, el personaje principal. Soñaba despierta. Se preparaba para ir al trabajo y esperaba que fuera a buscarla Rafael. Al final, en el desenlace, tanto Rafael como ella salen salvados del drama contado y él la acompaña a su trabajo, propiciando la idea del desarrollo de la obra en un tiempo circular, mientras a lo interno de la narración la intemporalidad y el manejo de planos escénicos son técnicas narrativas dominantes.
Honorina se sumerge en una dimensión donde suceden paralelismos entre personajes de la mitología griega de Homero, como lo son Aquiles y Héctor, versus Rafael y Manuel, provenientes de la vida real. Lo mítico y real aparecen entrecruzados y a veces se superponen en la narración. La carga erótica entre ellos podría suponer deseos reprimidos de Honorina con una pulsión erótica, a veces con desenfreno, con una autosatisfacción sexual en medio de un trance. Alcanza la narrativa ciertos niveles sensuales con crudeza y plasticidad al mismo tiempo.

Honorina se siente unida a una deidad del dios cristiano-judaico-romano, al que obedece, pero a la vez aborrece como creador del mundo. Aunque perdida en sus desconciertos y divagaciones, ella reconoce sus propios misterios que ayudan a sus dioses. Ella “es un médium destinado a gobernar a los hombres en el mundo invisible”.
Es común encontrar en el texto construcciones oracionales de largo aliento, con la utilización profusa de palabras, demostrando el autor su vasto bagaje intuitivo y su facilidad para sumergirse en estados emocionales y en figuras de la imaginación. Crea filigranas donde trascienden lo mitológico, lo real, lo imaginario y hasta lo fantástico. La idea permite contar una historia de un viejo amor, pasional y tórrido, visto desde la lejanía del tiempo que manejamos culturalmente en nuestro contexto.
Además, la novela plantea una característica funcional del cerebro humano y es que no diferencia lo real de la ficción. Ambos estados psicológicos son percibidos de la misma manera en la construcción de la realidad de Honorina.
Al leer Metresa, el lector puede ser impactado por la indecisión de ubicar el género literario de la misma en su canon correspondiente. Es tan intenso el texto que, sin proponérnoslo, nos sumerge en las dimensiones del cuento. Sin embargo, su lenguaje, su estructura y sus personajes nos ubican en una fértil y apasionante historia novelada.
En esta novela, corta por su extensión, se vuelca la sabiduría de las culturas griega, española, africana e indígena. Brota la narrativa como un río desbordado por la fecunda imaginación del autor. Pocas historias compendian tanta cultura y sabiduría, manejo psicológico y sensualidad al mismo tiempo. Algunas veces el lector podría olvidarse de la trama y despertar sensaciones y emociones instantáneas. Sería capaz de elevar a los altos planos los matices multicolores que resplandecen en el interior de la historia. Se devela una apretada síntesis de los hechos, como si provinieran del inconsciente, formado por memorias ancestrales. Eso solo se haría entre un mundo real y otro ficticio en plena crisis; producto de pérdidas, pulsiones emocionales, pasionales y acciones de resistencia.
Pocas novelas en la República Dominicana introducen con más intencionalidad lo poético como elemento descriptivo y componente de la acción como Metresa. Tampoco es común observar en la narrativa nacional esa fuerza verbal, esa energía brotada del lenguaje.
Con esta obra literaria, Fernando Fernández Duval se incluye en la lista de autores dominicanos, y especialmente los de origen sureño, entre las figuras destacadas del género en estos últimos tiempos.
Domingo 02 de noviembre de 2025
Publicación para Acento. No. 169
Virgilio López Azuán en Acento.com.do
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