El libro Merengue: obra periodística en La Nación (1940-1965), de Máximo Jiménez, presentado la pasada semana en Santo Domingo, trasciende la novedad de un acto de socialización de un nuevo título sobre el merengue. Se trata de una oportuna recuperación documental que se agradece y que ofrece un marco documental de lo acontecido con el ritmo durante las décadas de 40’s​ y 50’s, etapa relativamente desconocida en torno al proceso musical de referencia.

El autor se vio en el acto, rodeado de admiradores de su obra como escritor y periodista cultural, pero probablemente en el momento no se tuvo idea del valor de este trabajo de compilación que se ponía a circular.

Se encuentra el lector ante un tesoro de conocimientos, producto de una búsqueda que afortunadamente pone en común un universo de criterios​ y​ que revela el origen y desarrollo del merengue.

Esta investigación que recorre las páginas del medio diario impreso, políticamente mal valorado por su papel de sostén mediático de la dictadura)​ encontró aportes de Isidoro Flores, acusado injustamente de negarse a interpretar merengue de determinadas regiones del país​, imputación que niega en defensa de su cuarteto.

Jiménez hizo conciencia de la importancia de firmas destacadas, y ​el despliegue de debates en torno al ritmo nacional en las décadas de los 40’s y 50’s, y decidió tomarse el tiempo de investigar y recopilar, buscando página a página de los ejemplares conservados (básicamente en el Archivo General de la Nación y otras fuentes) para presentar una de las obras hemerográficas más completas que sobre el tema se haya realizado hasta el presente.

Muestra el autor que las deliberaciones en torno al merengue, incluso sobre el delicado tema de su nacionalidad (hubo en esa época quienes sostuvieron que el ritmo era, sucesivamente, de origen cubano, haitiano o puertorriqueño).

El libro es una detallada investigación hemerográfica que pone en común un universo de testimonios de personajes nacionales y de EU esenciales para el merengue, que ofrece la oportunidad de conocer los testimonios y aportes de investigadores, músicos, compositores y folkloristas fundamentales para el conocimiento de las características del ritmo.

Jiménez expone los criterios de:  músico típico Isidro Flores, el compositor y gestor musical Papito Rivera, los folcloristas Edna Garrido, René Carrasco, los periodistas Germán Emilio Ornes, Jaime Lockward (Jimmy), Rafael Vidal y Rafael E. Western y Flérida de Nolasco, Flérida Lamarche de Nolasco y crítica literaria, reconocida pianista, historiadora y maestra profesional en música.

Además, tienen trabajos en torno al merengue: E. F. Granell, Mario de Jesús (probablemente el compositor dominicano de boleros más importante), el novelista Ramón Marrero Aristy, Enrique de Marchena​ y Dujarric, crítico musical, corresponsal del semanario Musical América en Nueva York y presidente de la Unión de Compositores de la República Dominicana. y el narrador, periodista y poeta Ramón Lacay Polanco.

Quienes tienen información histórica del proceso musical dominicano, saben del peso intelectual y social de esos personajes. Llama la atención la estatura cultural y técnica de los participantes en las exposiciones y debates sobre el merengue.

El autor-compilador ubica uno de los artículos que describe el recorrido que hizo, por encargo de Trujillo, en 1944-45, el musicólogo norteamericano, doctor J M. Coopersmith, por Bonao, Cotuí, La Vega, Jarabacoa, Moca, Salcedo, Matanzas, provincia Julia Molina, Santiago, Puerto Plata, Salcedo, San Francisco de Macorís, Pimentel, Villa Riva,  Imbert, San José de las Matas, Jánico , Valverde, Guayubín, Montecristi y Dajabón.

Tras ese recorrido investigativo de once días, produjo un informe sustentado por 78 grabaciones, entrevistando músicos de tercera edad, ​(que​, en no pocos casos eran los últimos exponentes​),  que hacían variaciones locales del merengue.

Coopersmith, no obstante, su recorrido, planteó el supuesto origen boricua del merengue, antes de que el historiador haitiano Luc Dorsinville se atreviera a firmar un ensayo en francés indicando que era haitiano.

En su introducción, Máximo Jiménez cita al historiador dominicano José G. Guerrero (actual director del Museo Nacional de Historia y Geografía) quien sostiene que el merengue (como nombre de un ritmo) se registró en Cuba en 1847 y en Puerto Rico dos años más tarde y que en el país, para definir el ritmo con sus característicos dos paseos, se establece documentalmente en 1854.

Recuerda que tanto Julio Alberto Hernández como Emilio Rodríguez Demorizi, coinciden en que el origen del merengue es incierto. Como dato de color, refiere Jiménez que, en 1950, se registra en México La empalizá, (Luis Kalaf) como el primer merengue interpretado en una película.

Con Merengue: obra periodística en La Nación (1940-1965) el lector está en presencia de un texto de referencia para todos quienes aman el ritmo nacional por excelencia: el merengue.

Ficha técnica

Título: Merengue: obra periodística en La Nación (1940-1965) Compilación

Autor: Máximo Jiménez

Año: 2025

Apoyo: Ministerio de Cultura & Mecenazgo

Producción: Editorial La Crónica

Diseño: Yoni Cruz

Impresión: Soto Castillo, Santo Domingo

ISBN: 978-9945-9503-0-4

Páginas: 239

Portada: Cartonite mate.

Tamaño: Media carta

Cantidad de ejemplares: Mil más ejemplares de reposición.

José Rafael Sosa

Periodista

Escritor, periodista y animador cultural. Nació en Puerto Plata en 1950. Tiene una amplia trayectoria en el periodismo cultural dominicano. Se ha caracterizado por cultivar géneros que le faciliten una comunicación efectiva con sus lectores, como el cómic y el origami. Es el principal escritor de literatura de crecimiento personal en República Dominicana.

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