La Nochebuena de los animales” es un cuento categorizado por mí como infanto-juvenil. Me surge la idea de la oralidad tradicional cotidiana, hoy en día perdida a causa de la globalización tecnológica que ha llevado a los pequeños a dejar de ser niños para convertirlos en juguetes de máquinas, y es, por cierto, uno de mis cuentos de mi preferencia. Aún lo leo y releo porque me encanta al conectarme con la infancia.

Aquella vez cuando lo escribí, revivía esas noches largas del pasado infantil. Yo recordaba esos momentos en que papá y mamá nos reunían en esa pequeña vivienda rústica, apenas alumbrada con una lámpara jumeadora y sin ninguna comodidad, para entretenernos y deleitarnos con sus relatos jocosos y cargados de fantasías, entre los que había leyendas o historietas sacadas de su imaginación y, en otros casos, cuentos que trataban sobre fantasmas y muertos. Algunos eran más aterradores por la aparición del demonio lanzando llamaradas de fuego que les iban brotando por los ojos y la boca. También se oían voces, ruidos y pisadas tenebrosas.

Muchos cuentos eran inventados por ellos mismos tan pronto se les acababa el repertorio que guardaban en la memoria. Los lugares o espacios ambientales donde se desarrollaban eran su propio entorno, siempre en los alrededores de los ríos, lagos, cañadas, caminos solitarios franqueados por cocoteros, cacaotales, cafetales, los cementerios y puntos poco habitados y montañosos.

Los cuentacuentos se hacían muy populares en el barrio y sus más fieles admiradores eran los niños. En muchos casos hacía esa función algún vecino. En otros, los abuelos, las abuelas o los tíos. Pero siempre después del papá o la mamá. Un hombre muy popular en nuestro barrio fue Tolete. De él nunca supimos el porqué del apodo y tampoco conocimos su nombre de pila. Tolete era de baja estatura, color chocolate y pelo crespo, con no más de 125 libras y analfabeto. Tenía una habilidad divina para improvisar, sumándole también dominio escénico. Los dramatizaba, cambiaba de voz y hasta cantaba en caso de que lo requiriera. Sabía cómo mantenernos agrupados y sentados en el piso escuchando y viviendo el momento como si todos fuéramos de un mismo tronco familiar.

En esa época no existían los celulares, ni las tabletas, ni el WhatsApp, ni YouTube, ni la computadora, apenas el radio y la televisión, aun de mala calidad. Esta última, es decir, la televisión, en muy pocos hogares había, igualmente que la nevera, la estufa, la lavadora, luz eléctrica y el agua potable por tubería. Un sustituto de la nevera era la tinaja; de la estufa, el fogón con sus hornallas hechas de barro, donde se cocían los alimentos con leña; de la luz eléctrica, la lámpara. No había ambulancia y los enfermos se trasladaban al hospital en literas. Los partos a las mujeres al dar a luz se hacían en la casa con una partera. Sin esos elementos acomodaticios en la casa, vivíamos felices y a nadie le hacía falta. Tan pronto llegaron las tecnologías y las facilidades para conseguirlos, la vida se complicó, se hizo compleja y los problemas se multiplicaron.

Con la modernidad desapareció la tranquilidad de la vida, y junto a ese elemento reinó el estrés; también desapareció la lotería nacional y sus gentes con el radio en el hombro pegado al oído, oyendo cantar sus números los domingos, y de lunes a sábados, con Radio Guarachita a la cabeza, escuchando merengues, músicas rancheras y bachatas. Después infiltraron las caraquitas, el fracatán y otros juegos de azar y más loterías con nuevas tecnologías. Entonces desaparecieron los quinieleros, los billeteros, las riferas, los números productos de los sueños y los descifradores, los burros de exhibición en las esquinas y mercados públicos.

Para entretenimientos y única diversión sana de los niños, dejaron de existir juegos simples. Como la carrera con los caballitos de palos, el topao, las canicas o bolitas, las vistillas, las lanchitas, la peregrina, el trompo, los aros, el trúcamelo, el mata rile ron, el capman, los sancos, la rueda carro empujada por dos palos dentro, la patineta fabricada con caja de bola, la cuica, saltar la cuerda, el juego de la silla, la mariquita, el juego de yak, la casita, las escondidas, el serrucho, el caliente-caliente y la ronda… En fin, para acabar de rematar con el deleite infantil, ya nadie narra cuentos a los niños, ni les recita, ni los canta para dormirlos, las adivinanzas, los trabalenguas, las historietas, solo porque a los niños para nada les interesa y dicen que los aburre.

De esos cuentos tradicionales, aunque solamente escojo la trama, me viene La nochebuena de los animales. Hace más de 25 años que lo escribí, y surge después de El juicio de los animales, La niña que al cielo voló, El árbol y otras composiciones más publicadas en dos suplementos infantiles que circularon en la década de los años 90 que dirigía La Tía Mery, titulados Chiquitines, de El Nacional, y Hoy con los Niños, del diario Hoy.

Este cuento no llegó a salir a la luz pública por la extensión, más otros recursos estructurales propios del género, como es la cantidad de personajes. Estos requisitos me dan la idea de que es una novela infantojuvenil y no un cuento. Actúan 8 animales domésticos, más una serpiente y una guarida de leones, a los cuales tienen que vencer para asegurar el lugar donde van a vivir.

Fue escrito pensando en el destino adverso de esos inocentes animales, entre los cuales, el puerco, el burro y el pavo son los que tienen peor futuro en la vida. El puerco y el pavo porque son horneados, por tradición en la cena del 24 de diciembre, Día de Nochebuena. Después de criarlos dentro de la cocina o en los patios, a veces apapachados entre las piernas. El burro para cargar la leña y el agua. Los otros, entre ellos el perro y el gato, utilizados como mascotas a veces y en otras como guardianes o rastreadores de minas y objetos de peligros; el caballo en concursos y competencias y para hacer fortuna; el gallo en peleas en las galleras o como padrotes en las gallineros. El chivo y el pato, para exquisiteces en los restaurantes.

La Nochebuena de los Animales está estructurada mediante una combinación de oraciones cortas y largas, con párrafos cortos, fácilmente asimilables, con diálogos, descripciones y la forma narrativa viva, dinámica, siempre pensando en la capacidad de comprensión de los niños. Está distribuido en 20 páginas, tamaño 8 ½ x 11, impreso a todo color. Es decir, con colores vivos y brillantes, ilustraciones interiores, además de la portada y contraportada. Impreso y mercadeado por Amazon en un mismo volumen junto al cuento La hija de la Vieja Belén.

Los personajes domésticos son 8, donde “cada uno era a su llegada, bautizado con nombre propio. Así el pato que llegó —¡Cuá!, ¡Cuá!, ¡Cuá!, se llamaría, Bruno; el burro, rebuznando —¡Lii-aah! ¡Lii-aah!, Donkino; el pavo, ¡Glu-glu!, Paulo; el gato, maullando, ¡Miau! ¡Miau!, Minino; el chivo, —¡Beeee! ¡Beeee!, Mingo; el perro, ladrando, —¡Guau! ¡Guau!, Capitán; el gallo, cantando, ¡Quiquiriquí!, Manilo y, por último, el caballo. Ese caballo alazano que, por su corpulencia, belleza en el andar e inteligencia, terminaron bautizándolo como Nazareno. Así relinchaba: ¡Iiiiih! ¡Iiiiih!”

Las ilustraciones de la portada e interiores, así como el diseño y la diagramación, están a cargo de Vladimir y Enmanuel Núñez Arache, mis hijos. Fue impreso y editado por Amazon en el año 2024, junto con el cuento La hija de la Vieja Belén.

¿De qué trata el cuento y cuál es su propósito?

De La Nochebuena de los animales, su argumento no es nada complejo, sino muy simple. Es un cuento infantil que relata las aventuras de 8 animales: un cerdo, un chivo, un burro, un gallo, un pavo, un gato, un pato, un caballo y un perro, que deciden reunirse escondidos y huir a tierra lejana y montañosa, muchas veces sobreviviendo a diversas aventuras llenas de peligros, con un único propósito: vivir y luego luchar por la vida. Logran escapar después de algunos encuentros con fieras salvajes, empezando por la riña contra los leones; la lucha del gato y la serpiente; picadas de insectos y alergias causadas por plantas peligrosas; las abundantes lluvias y ríos caudalosos; las tormentas con tronadas y relámpagos; los caminos fangosos y montañas con acantilados, deslizaderos; terrenos espinosos y con pedregones filosos, lomas empinadas, para terminar celebrando con fiestas, bailes, bebidas y un suculento banquete el día de Nochebuena, 24 de diciembre.

En el cuento, los animales encuentran varios tropiezos y percances, pero siguen adelante. Nunca se rinden. Caen y se levantan. Desde la primera línea se traza la meta a vencer y la logran cuando dicen: “Nuestra meta era vivir, vivir libre y luego luchar por la vida.”

Luego, en otros fragmentos, continúa acentuando su objetivo: “Eran días en que circulaban y se olían aires navideños. Los animales vivían indefensos y sin ninguna ley de protección, víctimas de la violencia humana, el gran depredador.”

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“Para la época, los hombres organizaban cacerías en los campos. Concursos malignos en los circos, en los coliseos, solo para su diversión. Pero un día comenzaron a pensar y triunfó la razón. Por eso decidieron luchar unidos. Entonces fue cuando se reunieron en la ribera de un río, como de costumbre, en una comarca cercana al pueblo de Alborluz, que es un lugar paradisíaco. Muy bonito.”

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“Unos huían por disgusto y maltrato de sus amos. Otros para salvar la vida, estos son: el pavo, Paulo y el lechón, Sancho, a quienes les esperaba peor suerte: banquete culinario. Porque año tras año su crianza se concentraba para Nochebuena, y ya estaba ahí a cinco días”.

Palabras e ideas claves con valores y antivalores que debemos enseñar a los chiquitines. Veamos:

“Nuestra meta era vivir, vivir libre y luego luchar por la vida.” “Los animales vivían indefensos y sin ninguna ley de protección, víctimas de la violencia humana, el gran depredador”. “Los hombres organizaban cacerías en los campos. Concursos malignos en los circos, en los coliseos, solo para su diversión”. “Unos huían por disgusto y maltrato de sus amos. Otros para salvar la vida…” “Nuestro objetivo no es matar”. “Nunca debemos quitar la vida a nadie”. “Un día comenzaron a pensar y triunfó la razón. Por eso decidieron luchar unidos.”

Lograron alcanzar la meta, preservaron la vida y la libertad, que era su objetivo más invaluable.

Ramón Núñez Hernández

Profesor y escritor

Ramón Núñez Hernández es escritor y profesor universitario. Autor de la novela "Una vez un niño maravilla". Estudió literatura en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, academia de la cual ha sido profesor. Es autor de los libros de enseñanza Cuaderno de Lengua Española Básica I y II.

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