Los límites del lenguaje sesgan los intentos de escribir la realidad. Es una lucha frente a las fronteras y las posibilidades. El ser estructurado de forma, sustancia y esencia se transfigura para saltar las barreras del lenguaje y así autodescribirse y comprenderse. Es una lucha dotada de incertezas. Ese ser constituido, impulsado por su esencia, suele pasar por cierta crisis de identidad que lo conmina a transitar por círculos viciosos, laberintos e incertidumbres. El ser, en el lenguaje, busca la posibilidad de florecer como esencia, de mudarse a los sentidos metafísicos y trascender. De lograrlo, podría perder su estructura y desaparecería la sustancia. O sea, que el ser tendría que ser en tanto es. Nada más. No podría traspasar las barreras ni transmutarse. No ha sido dotado de la virtud de desconfigurarse de una manera tal que pierda su propia conformación.
Ante la realidad, el ser se convierte en una cuestión de animal mimético, de tal manera que pueda discurrir como un ente dotado de flexibilidad, de plasticidad, en medio de la elasticidad del tiempo, el espacio y las cosas. Crea una ficción metafísica y se escabulle por los intersticios del lenguaje para prolongarse, con ansias de eternidad.
Según los postulados socráticos, la naturaleza fundamental de algo es la esencia. La sustancia, en este planteamiento, se relaciona con la existencia concreta de un ser. Para Platón, la sustancia se refiere a las realidades inteligibles, como las formas y las ideas. La esencia es lo que hace que la sustancia sea. La sustancia y la esencia no son una misma cosa según la filosofía aristotélica, pero estarían íntimamente relacionadas. La esencia podría determinar la sustancia. En el decir filosófico, la sustancia podría existir sin esencia y lo mismo de forma contraria.
¿Tendría esencia una piedra? Desde la física y la química, una piedra no tiene esencia. No la posee por la falta del atributo inmaterial o espiritual. Vista desde algunas tradiciones espirituales y metafísicas, la cualidad de la energía que posee la piedra, por sus propiedades curativas u otras, podría interpretarse como poseedora de cierto tipo de esencia. Entonces, la sustancia y la esencia, vista desde las miradas científicas, filosóficas, culturales y espirituales, resisten múltiples interpretaciones y reflexiones. Lo mismo sucedería cuando el ser como tal se trata de ubicar en cierto plano de la realidad; soportaría múltiples miradas susceptibles a las ambigüedades.
Una mirada a los sentidos metafísicos de la sustancia nos llevaría a la descripción de la realidad que subyace en todas las cosas. Esa mirada, si se hace de manera individual, crearía marcos conceptuales muy diversos a partir de lo material y lo espiritual. El abordaje de esa realidad de por sí es metafórico.
Al escribir la realidad, se aspira a plasmar la experiencia sensible. Su fin último es ese, no develar la esencia del objeto o sujeto. Esa experiencia se relaciona con los sentidos físicos, las emociones y los sentimientos. La esencia va más allá de lo que sabemos y de lo que podemos sentir. Afecta los sentidos espirituales y metafísicos; define el acto más importante de la razón, por lo que permite el desarrollo del lenguaje.
Podría pensarse que la realidad es una metáfora, que solo podría percibirse cuando es captada mediante una experiencia sensible. Estaría de más decir que la realidad es cambiante. Es abstracción en movimiento y combustión. Se crea y se disuelve para luego recrearse en lista sucesiva y de extremos alcances. El realismo como tal no existe; no es estático, se disuelve en la fuga.
El escritor, al plasmar la realidad, la trae a la existencia en lo individual y social. Siempre será un acto ficcional del hecho por su discurrir, naturaleza, esencia, interpretación y sus juicios. La realidad ante el hecho o sujeto se caracteriza por la transversatilidad, cualidad que le permite estar dotada del sentido de ubicuidad. Lo anteriormente expresado puede ser materia prima en el acto de escritura literaria.
Ante la presencia de un gato negro, en un rango de percepción visual, la realidad frente al espacio-tiempo en ser detectado, ese gato puede estar vivo o muerto al mismo tiempo, como lo muestra la paradoja de la superposición cuántica de El gato del físico Erwin Schrödinger. Esta es una teoría mental, no una teoría de la realidad. Sin embargo, en la escritura de la realidad se puede utilizar esta teoría en personajes y hechos como forma de expresar no solo la plasticidad del lenguaje, sino la construcción de una transrealidad.
Toda transcripción de un hecho real lleva consigo una parte ficcional y lo aproxima a la realidad. Toda transcripción de la realidad es ficcional. Ante tales aseveraciones, la escritura realista tambalea, porque lo realista tendría una y solo una definición. En un lenguaje en que se utilice la plasticidad con rango estético, la condición necesaria y suficiente para que esto suceda es la multivocidad. Lo real tiende a ser unívoco, la realidad multívoca.
Domingo 15 de junio de 2025
Publicación para Acento No. 151
Virgilio López Azuán en Acento.com.do
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