Dedicado al MESCYT en su 47 aniversario de fundación
¿Puede realmente el aprendizaje de varias lenguas y culturas borrar lo que somos? ¿Acaso la identidad es un cristal tan frágil que se quiebra con el primer contacto con lo diferente? Estas preguntas, más que inquietudes legítimas, revelan un mito: la idea de que la educación plurilingüe y pluricultural atenta contra la identidad de los ciudadanos. La evidencia histórica, lingüística y pedagógica muestra lo contrario.
Eugenio Coseriu sostenía que “toda lengua es, ante todo, la manera propia de un pueblo de concebir y organizar el mundo” (Coseriu, 1981, p. 45). Si cada lengua es una cosmovisión, ¿no significa aprender otra lengua abrir una nueva ventana sin cerrar la anterior? El plurilingüismo, lejos de desplazar la lengua materna, amplía la conciencia sobre su valor. Quien domina varios códigos lingüísticos puede comprender mejor su propio sistema, apreciar sus matices y proyectarlo con más fuerza.
Juan Luis Vives, desde el siglo XVI, advertía que “cuanto más se extienda el espíritu para comprender lo ajeno, más firme será en lo propio” (Vives, 1531/1947, p. 212). Si el humanismo renacentista ya entendía que el conocimiento de lo diverso fortalece lo propio, ¿por qué persistir en un temor sin sustento? Una identidad sólida no se preserva encerrándola, sino poniéndola a prueba en el intercambio, en el diálogo.
Los casos concretos son ilustrativos. En Suiza, la educación en alemán, francés, italiano y romanche no ha disuelto la identidad suiza, sino que la ha convertido en un modelo de cohesión cívica. En Quebec, el bilingüismo inglés-francés ha generado ciudadanos que, sin renunciar a su herencia, dialogan con el mundo. En la República Dominicana, la incorporación de inglés y francés en el currículo ha abierto oportunidades globales sin borrar el sabor y ritmo del español dominicano.
Entonces, ¿de qué debemos cuidarnos? ¿Del plurilingüismo o de los prejuicios que lo temen? La identidad es un proceso vivo, no una reliquia inmóvil. Como afirmaba Coseriu, “hablar es siempre recrear la tradición” (Coseriu, 1981, p. 67). Y cuanto más lenguas y culturas integremos, más rica y firme será esa tradición recreada.
Esta perspectiva ha sido comprendida por el MESCYT, ya que los programas de lenguas extranjeras en todo el territorio nacional siguen creciendo, gracias a la amplitud de miras de su actual ministro, el Dr. Franklyn García Fermín, a 47 años de la fundación de tan importante institución educativa. ¡Felicidades, MESCYT!
PARA PROFUNDIZAR:
Coseriu, E. (1981). Lecciones de lingüística general. Madrid: Gredos.
Vives, J. L. (1947). De tradendis disciplinis (L. Riber, Trad.). Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. (Obra original publicada en 1531).
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