Sucedió una tarde de sábado  del pasado  agosto, caluroso, reseco, y  duro  como una piedra de rio a la orilla del camino, cuando  pedí un taxi a  una de las plataformas virtuales adscritas a mi “teléfono inteligente” hacia la Zona Colonial donde me esperaban los históricos amigos y tocayos Manuel Moreta y Manuel Betances a libar y recordar, siempre la nostalgia aparece  y se derrama. Cuando vas cumpliendo años, en la parte atrás de la vida todo parece mejor.

A los cinco minutos, la unidad  se presentó a mi casa. Abordé el vehículo  y el “socio” o chofer me solicitó el pin de seguridad al chofer. El “socio”  era  una réplica mandada a hacer de Freddy Krueger, el protagonista de la popular serie de los 80 A Nightmare on Elm Street o Pesadilla en Elm Street,  caracterizada por el actor norteamericano Robert Barton Englund. Un Freddy K.,   sin garras en sus manos, de  piel mulata y sin restos de quemaduras.

Un sombrero de alas  y camiseta blanca. Nunca sabré si era un asesino en serie como la película. Más fuerte que yo. Percibí una vocación de llegar hasta el final en lo que se proponga.

La copia humana de Krueger gestionó su celular confirmando los cuatro números del pin de seguridad informado.  Comenzamos el viaje desde mi sector hasta el Parque Duarte en la Ciudad Colonial.  Nada del otro mundo. Algunos veinte minutos sin sorpresas en un sábado sin tapones y apresuramientos.

Todo iba bien hasta que en la intersección de la 27de Febrero con Leopoldo Navarro, en vez de seguir y doblar a la derecha por la Doctor Delgado para mas adelante doblar a la izquierda a la Independencia, tomar la Padre Billini y arribar al Parque Duarte, Krueger  se elevó por el elevado y ya yo empecé a dudar de sus intenciones, macabras o no, mis esfínteres empezaron a dar síntomas de nerviosismo.

La pregunta fue un reflejo de mi repentino nerviosismo. “Señor, ¿va a bajar la Duarte hasta dar  al final con el Parque Duarte en la Zona Colonial.

El “socio” solo optó por enseñarme la dirección que ponía la plataforma. “La plataforma dice que vamos bien, mire” sin darse la vuelta y solo mostrándome el aparato con su pantalla de líneas azules y rojas.

Los latidos cada vez más fuertes e intermitentes empezaron a saltar desde todos los espacios de mi cuerpo. Aún peor cuando ante mis ojos me di cuenta las dos cabezas de puentes, o sea, Freddy ¡iba a cruzar el Puente Duarte!.

Con la voz en penumbras cuestioné – Hermano, usted va directo a Santo Domingo Este y yo voy para la Zona  Colonial. Esa plataforma nos está alejando.

Claro, la intervención pausada intentando mantener la calma y procurando no reflejar miedo y alguna cagadera posible.

El hombre cruza el puente. En quien suscribe entró la paranoia a millón, yo, que en mi juventud conocí solo los brotes paranoides de manera artificial, empecé a gritarle .

-¡Eiiiiiiiiiiiii, déjeme aquí inmediatamente! ¡Quítele el seguro, coño!

-Pero señor eso dice la plataforma. Uté tá loco ehhh.

-Si, estoy loco , déjemeeeeeeeeeeeeeeee o rompo la puerta.

Freddy quita el seguro y me desmontó a mitad del puente. El calor y la brisa fuerte  me tambalearon mientras caminaba hacia la cabeza occidental de la estructura.

La acrofobia resonaba  cada vez que veía  las aguas del río, lo pequeño que era todo allá abajo, los carros y motores  zumbaban, una gran amenaza si me deja llevar del pánico, dos hombres, uno con barba y cargando una gran cantidad de basura se cruzaron en mi camino de salvación. Uno de ellos se quedó mirándome fijamente. Llegué a pesar que me iba a lanzar al río , pero no, solo estaba extrañado que este señor mayor con gafas de intelectual y sombrero de aprendiz de escritor no era frecuente  desplazándose en un espacio donde la muerte puede ser natural o definitivamente alevosa.

Al fin llegué a la cabeza. Respiré profundo y doble a la derecha por la Josefa Brea con un paso rápido y ansioso. De repente, no sabía manejar el Whatsapp para avisarle a mis amigos lo que me había ocurrido y el por qué de la demora.  A los diez minutos me calmé, desaceleré la caminata y opté sentarme en el primer colmado a la vista. Un vaso  de Bohemia, fría y alegre, me volvió el color.

No sé qué pasó con Freddy Krueger. A lo mejor llegó a Boca Chica, y quizás se jartó de pescado antes de matar a alguien.

José Arias

Periodista y escritor

Periodista y escritor

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