Ser transido, afectado y dolido por la historia y la contingencia, parece constituir una constante en el tiempo. Tal como lo plantea Enrique Dussel, la existencia humana se configura siempre en medio de contextos cada vez más densos y complejos.

Para este filósofo estar transido implica impregnación de temporalidad en el plano de la realidad, dejando entrever que lo contingente y cambiante forman parte de lo que he pensado como ciberecosofía, esto es la interrelación cibernética- ecología- sabiduría, esta última en el marco de la filosofía, la cual nos invita a vivir y pensar más allá de lo inmutable, de lo que es dado de una vez por toda.

De ahí, cobra importancia el discurso filosófico de Dussel. En su libro El Humanismo Semita (2012), explica la realidad semita como "transida" de temporalidad, enfatizando que la existencia de los seres no es estática ni absoluta, sino relacional y contingente:

Paulatinamente se genera, en este «ambiente» semita, una cosmovisión diversa de la de los indoeuropeos. En estas celebraciones se acentúa la significación de la creación y la resurrección, dándole al origen y a la muerte una radicalidad desconocida para el pensamiento indoeuropeo, que acentuaba en cambio la eternidad del mundo y la inmortalidad (…) poseerán igualmente muchos elementos de estos ciclos culturales anuales, pero, como veremos, estarán transidos de un sentido que cambia absolutamente su significación existencial (p.247).

Todo lo creado tiene un origen y está sujeto a procesos de transformación. El acto creador trasciende lo que se crea, otorgando a la existencia transida en cuanto vulnerabilidad, pero también de posibilidad; de ahí que Dussel exprese lo siguiente:

Para el semita, pero principalmente para el hebreo y el islámico, la realidad cósmica está transida de «temporalidad», o dicho de otro modo: de «creaturidad», de contingencia: lo que no era, ha comenzado a ser, crece y puede no-ser. El fundamento no es inframundano como para las cosmovisiones panteístas o panónticas” (ibid.,248).

Dussel afirma que la realidad cósmica está transida de temporalidad, lo que significa que toda la realidad está atravesada por la finitud, la contingencia y la historicidad. El cosmos no es eterno ni autosuficiente; es una totalidad en devenir, sujeta al cambio y a la finitud. Su existencia remite a un principio trascendente que lo origina, lo ordena y lo conserva en el ser:

Se deja para siempre de lado un sinnúmero de doctrinas o estructuras posibles: el panteísmo (todo es divino), el panontismo (los dioses son seres intracósmicos), el eterno retorno del cosmos (pues, teniendo un origen radical, su ser mismo está transido de inconsistencia absoluta), etc (p.258).

Esta visión filosófica en Dussel, en cuanto a la existencia de la realidad cósmica transida de temporalidad, significa que toda la realidad está atravesada por la finitud, la contingencia y la historicidad. Que, como tal, no es algo eterno ni autosuficiente, sino una realidad que nace se transforma y puede dejar de ser en estos tiempos transidos y cibernéticos (Merejo, 2023a).

Esta condición humana transida expresa que el ser mismo del mundo no es absoluto, sino que está constituido desde su dependencia radical del otro, de un fundamento trascendente que lo crea y lo sostiene. En el pensamiento semita, y particularmente en la tradición hebrea e islámica, afirma Dussel, el cosmos no es divino ni eterno: es criatura, y como tal, su modo de ser es el devenir, la apertura al tiempo y al cambio.  Esta comprensión de la realidad como transida de temporalidad revela una ontología ética en el filosofar de Dussel: el ser no se basta a sí mismo, está siempre expuesto, vulnerable, llamado por lo que no es, por el otro que le da sentido y fundamento.

En el libro Sobre Enrique Dussel. La cuestión del sujeto y la crítica filosófica en América Latina (2023) se examina el pensamiento filosófico de Dussel. Si bien el concepto de “lo transido” no aparece de forma explícita en la investigación, ello no supone una carencia de rigor en la lectura de su pensamiento.

.Es importante destacar que Dussel aborda lo transido como una noción estrechamente vinculada a la contingencia, la temporalidad y la historicidad. Esto permite articular su pensamiento con la categoría de lo transido que vengo trabajando: una forma híbrida que atraviesa la existencia del sujeto entre lo virtual y lo real, en un espacio donde se entrecruzan las dimensiones del devenir, la experiencia y la existencia (Merejo,2017).

En tal sentido la categoría de lo transido alude a la ontología del ser en el que la existencia se manifiesta como apertura herida, atravesada por el tiempo, la alteridad y la finitud; lugar donde pensamiento y vida coinciden en la vulnerabilidad que los hace posibles.

Pérez Soriano, deja su impronta en el ámbito filosófico en la nación dominicana, con relación a la filosofía de Dussel, la cual está atravesada de una crítica al humanismo helénico y un filosofar latinoamericano:

Lo más importante fue plantearse como prius la reflexión sobre la condición humana y el carácter de la subjetividad y, más que esto, de la cultura como situación a superar frente a la mismidad de la condición. De ahí que a partir de su experiencia surja la problemática filosófica del sujeto latinoamericano y, desde luego, lo de la dialéctica geocultural entre lo particular y lo universal (Pérez Soriano, p.39, negrita es mía A M).

En el ámbito filosófico, el prius, es aquello que se considera fundante en el orden del conocimiento; en este caso, para Descartes fue la conciencia: pienso, luego existo, donde el sujeto pensante se convierte en la base de todo saber. En Heidegger, el prius se traslada al ser-en-el-mundo, una comprensión existencial del ser humano que busca superar el racionalismo cartesiano, pero que, según Dussel, sigue siendo abstracta y limitada al horizonte europeo. Frente a ellos, Dussel propone un prius distinto: la vida humana concreta, el cuerpo y la experiencia histórica del sujeto oprimido. Para él, la filosofía debe comenzar desde esa realidad vivida, desde la relación ética con el otro, tal como bien lo expresa Pérez Soriano:

“Resulta significativo recordar que Dussel, desde el principio de su recepción, guarda cierta distancia con Heidegger al observar que este no toma en cuenta la experiencia brahmánica; deviniendo de esta manera, su ontología en una totalidad, fundamentalista que nunca podría responder ni resolver la cuestión del cuerpo ni mucho menos la del tratamiento del otro en su íntegra humanidad” (Pérez Soriano, p.219).

Desde el filosofar de Dussel, esta realidad revela el rostro del otro sufriente —las víctimas concretas de la historia— que interpela la conciencia ética universal y desvela la idolatría del sistema global que sacrifica vidas en nombre de la seguridad, el poder o la dominación. En ese sentido, Gaza se convierte en un lugar donde la experiencia abrahámica se reactualiza como exigencia moral: escuchar el clamor del otro y optar por la vida frente a la muerte institucionalizada. Hoy, Palestina se encuentra devastada por una violencia sistemática que arrasa su territorio, fractura sus vínculos comunitarios y busca borrar las huellas materiales y simbólicas de su existencia.

En tal sentido, pensar es también reafirmar que lo transido no se programa. En este mundo y cibermundo bajo el dominio de los imperios, donde la guerra y la ciberguerra eliminan a los otros y borran toda posibilidad de alteridad, se nos pretende anestesiar, como si nada sucediera. Se busca que sigamos siendo indiferentes, más fríos que el palabrerío que producen los chatbots, repitiendo sin pensar, consumiendo sin sentir.

En Palestina, Ucrania y en tantos otros pueblos históricos, la devastación de los espacios habitados no solo destruye viviendas e infraestructuras: arrasa también con las tramas simbólicas que sostenían la vida. La guerra no se limita al cuerpo ni al territorio; perfora la memoria. Inflige un dolor físico y moral profundo: heridas abiertas en los cuerpos, noches sin alimento ni atención médica, y almas cargadas no ya por lo transido, sino por lo hipertransido: una saturación de pérdida y dolor.

La IA puede aprender la cadencia de una voz, la estructura de un poema o el fluir exacto de una lágrima; puede imitar la emoción con precisión quirúrgica, pero jamás sentirá el dolor que la origina. No hay algoritmo que padezca, ni código que tenga condición transida ante la pérdida. Lo transido, esa grieta profunda donde el dolor se mezcla con la memoria, no se programa. Las máquinas inteligentes procesan datos; los humanos sentimientos: unión, ruptura y ausencias.

Y es en esa diferencia, tan invisible como abismal, donde aún reside lo que nos separa de la perfección fría de la IA: nuestra capacidad de sentir la herida y, aun así, seguir creando desde ella. Pensar, entonces, es resistir a la anestesia; es volver a darle cuerpo al temblor de lo humano frente al cálculo sin alma.

Pensar, es reconocer y decir que ninguna IA podrá reconstruir ese dolor, porque lo que desaparece no son solo estructuras, sino los gestos, las miradas, el calor humano que habitaba en ellas: pueblos se deshacen bajo el ruido metálico de la guerra y la ciberguerra. Lo que estas guerras destruyen, ninguna máquina por más inteligente que sea puede restaurarlo. Porque lo transido, y aún más, lo hipertransido, no tiene réplica; no posee código ni algoritmo que lo sostenga.

Andrés Merejo

Filósofo

PhD en Filosofía. Especialista en Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS). Miembro de Número de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Premio Nacional de ensayo científico (2014). Profesor del Año de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).. En 2015, fue designado Embajador Literario en el Día del Desfile Dominicano, de la ciudad de Nueva York. Autor de varias obras: La vida Americana en el siglo XXI (1998), Cuentos en NY (2002), Conversaciones en el Lago (2005), El ciberespacio en la Internet en la República Dominicana (2007), Hackers y Filosofía de la ciberpolítica (2012). La era del cibermundo (2015). La dominicanidad transida: entre lo real y virtual (2017). Filosofía para tiempos transidos y cibernéticos (2023). Cibermundo transido: Enredo gris de pospandemia, guerra y ciberguerra (2023). Fundador del Instituto Dominicano de Investigación de la Ciberesfera (INDOIC). Director del Observatorio de las Humanidades Digitales de la UASD (2015). Miembro de la Sociedad Dominicana de Inteligencia Artificial (SODIA). Director de fomento y difusión de la Ciencia y la Tecnología, del Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología (MESCyT).

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