Cuentos libres, del destacado escritor interiorista Rafael Peralta Romero, es un título que anuncia la poética de no someterse a corsés temáticos ni a limitaciones de género. Tras dos libros previos –Conciencia peregrina y Cien cuentos enanos–, con fronteras delimitadas por la introspección filosófica, en un caso, y por la brevedad extrema, en el otro, en Cuentos libres el autor abre compuertas para que el relato se expanda con soltura, con hondura, con naturalidad. En esta entrega, los cuentos crecen sin obedecer a otra regla que la del pálpito narrativo en expansión.

El propio Peralta Romero confiesa que el libro fue concebido como una… «caja donde se van depositando cosas, a veces de la misma especie, otras veces, no». Esa comparación resulta esclarecedora, pues convierte la compilación en contenedor abierto donde caben historias diversas que pasan desde el costumbrismo a la caricatura, de la colectividad a la individualidad, y de la sátira a un subyacente lirismo. La mirada del narrador que se vuelve una y otra vez sobre la esquiva condición humana, sus fragilidades, excesos y grandezas… da unidad de tono y de conjunto a su gesto compositivo.

En efecto, si algo cabe distinguir en estos cuentos es la capacidad del autor de partir de la cotidianidad para transformarla en materia literaria. En el cuento La maldición, por ejemplo, lo que en principio le parece al lector simple problema de salubridad en un restaurante –la presencia de moscas– se convierte en alegoría de la obsesión, de la desmesura y del fracaso de las soluciones racionales. Ese tránsito progresivo de la trivialidad al arquetipo, con certeza lo creo, muestra la habilidad del autor para detectar en lo nimio una resonancia más amplia. Es en esos giros inesperados, en los que hasta lo simple se carga de significado, donde la narrativa de Rafael Peralta Romero encuentra buena parte de su fortaleza y eficacia.

“Cuentos libres”, de Rafael Peralta Romero, o la búsqueda de lo excepcional en lo cotidiano

La galería de personajes que puebla Cuentos libres tiene un fuerte amarre en la realidad popular. Prostitutas, funcionarios, estudiantes, comerciantes, amantes indecisos, padres confundidos… todos hablan con voces reconocibles, como si hubiesen salido de las calles y bares de cualquier pueblo dominicano. Nuestro autor sabe escuchar y nos reproduce esas hablas cargadas de giros coloquiales, de refranes, de humor y de crudeza. En La puta Catalina, por ejemplo, la figura de la joven deseada y cuestionada por su entorno se carga de ironía política: hija de un alcalde que persigue a las prostitutas, ella se erige en la intocable, en la excepción que desnuda el rostro de la hipocresía social. Y en Roselis, el drama íntimo de un hombre enfrentado a la incertidumbre de una paternidad dudosa se despliega con una emoción que alcanza lo novelesco. Allí se perciben la destreza narrativa y la capacidad de reflejar angustias contemporáneas: la desconfianza, la erosión de la intimidad, el peso de la duda.

Los personajes de Peralta son figuras concretas, moldeadas con detalle, para mostrar la densidad de lo humano. Pero maneja con acierto el humor y la ironía, para hablar de asuntos serios sin solemnidad. Ese humor no es liviano ni superficial; ¡todo lo contrario!, suele estar cargado de crítica, y en esa medida trasciende lo anecdótico: por eso es un humor que apunta a la sonrisa reflexiva, esa que deja un regusto a ultrasentido o a verdad incómoda.

Enfatizo: Uno de los mayores aciertos del libro está en el lenguaje de Peralta Romero, que oscila entre la fidelidad a la oralidad popular y la estilización literaria. Sus diálogos reproducen compases reales, con giros propios de la cotidianidad dominicana y michense, pero la narración se eleva en ocasiones hacia la metáfora, hacia el lirismo, e incluso hasta el aforismo. Ese vaivén evita que el libro sea de registro único, lo que confiere riqueza expresiva.

En Cuentos libres conviven igualmente lo grotesco y lo trágico. En varios relatos, lo risible se mezcla con lo terrible. La inminencia de la muerte o la degradación física aparecen narradas con un aire de comedia amarga, como si el autor quisiera recordarnos que la vida humana es inseparable del ridículo, remedando la frase proverbial de Bonaparte. Este manejo de lo grotesco tiene antecedentes en el entramado literario dominicano, pero también se conecta con una corriente universal que va desde Quevedo hasta Márquez. Peralta Romero se maneja con soltura y naturalidad, como he dicho, y aporta el cariz de la mirada que se mueve entre la sorna popular y la reflexión intelectual.

El libro reúne cuentos de extensión variada. Esa diversidad es uno de sus atractivos, y lo que imprime amenidad: después de un relato extenso y denso, como Roselis, puede aparecer una miniatura ligera y punzante como Juan Pelao. El efecto es el de una sinfonía de movimientos contrastantes. La alternancia de tonos impide la monotonía. Y, en cuanto al ritmo narrativo, Peralta Romero conduce la tensión en relatos que suelen comenzar con un planteamiento sencillo, casi banal, que poco a poco se enredan en conflictos más complejos hasta alcanzar la hondura psicológica, la herida existencial o la traza filosófica. Esa progresión, que recuerda la lógica del crescendo musical, mantiene al lector atento hasta el final.

Rafael Peralta Romero.

La publicación de este volumen confirma a Rafael Peralta Romero como un cuentista de oficio, narrador que, sin fuegos de artificio ni autoexaltación, habla con autenticidad en el escenario de la literatura dominicana. Desde Bosch, el cuento ha sido un género privilegiado en las letras nacionales, y Cuentos libres se coloca en ese tablado a su manera, sin el didactismo moralizante de Bosch, pero con un empuje que combina humor, crítica y desnuda humanidad.

Se trata, además, Cuentos libres, de un libro accesible, en el mejor sentido de la palabra, puesto que no exige al lector conocimientos especializados ni complicadas cifras intertextuales. Sus historias pueden leerse como aires o donaires populares, pero también resistir el análisis de la crítica formal y académica. Esa doble condición –literatura que entretiene y que a la vez merece estudio– es una de sus mayores virtudes. Cuentos libres es un volumen sólido, variado, ameno, así lo defino. Sus relatos capturan la riqueza de lo humano en situaciones diversas, desde el drama íntimo hasta la sátira social, en ese estilo particular de Rafael Peralta Romero, que conjuga oralidad con prosa cuidada, lo que confiere al libro un tono especial: cercano, pero literario; ligero, pero profundo; risueño, pero trágico.

Os presento un libro necesario que he leído con atención, pergeñando de paso las presentes anotaciones: muestra que la narrativa dominicana contemporánea tiene la capacidad de retratar su entorno sin complejos, de mirarse en los ojos de su gente, y de convertir esas miradas/historias en envolvente literatura.

Leopoldo Minaya

Poeta

Leopoldo Minaya es un poeta, ensayista, autor de teatro, narrador en verso, y jurista especializado en temas migratorios. Es dominicano y estadounidense. Su obra abarca desde la poesía lírica hasta la reflexión filosófica, teológica y sociopolítica. De estilo riguroso, profundo y de gran exigencia estética, cultiva una poesía de alto vuelo intelectual. Ha publicado numerosas obras, entre las que destacan Los cantos sagrados, El Digesto, La hora llena, Poemas imaginarios, La canción de Angelina, Historia de la doncella que fue a la guerra y Bosquejos de ensayos literarios. Su escritura, de tono elevado pero accesible, se caracteriza por una voz singular que no hace concesiones ni a la moda ni al facilismo literario. leopoldominaya@gmail.com

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