El día 5 de este mes se dio por terminada la XXVII Feria Internacional del Libro Santo Domingo.2025 (FIL). ¡Qué feria tan amable y ordenada donde los estudiantes fueron los protagonistas principales! Salí de la concienzuda Feria como si ese gran ser humano Eduardo Galeano, me tirara de las orejas recordándome: “Que un autor debe tener un gran sentido de responsabilidad.  Su palabra es válida cuando es capaz de multiplicarse”. Galeano no fue un pensador del consuelo sino de la acción.

Hoy es 8 de octubre, me encuentro en Puerto Plata, ciudad que tiene un parecido a la ciudad de Arecibo en Puerto Rico. Anoche tuvimos un apagón que duró más de una hora.   Cuando hay un corte de electricidad, tanto aquí como en Arecibo, se dice se fue la luz. En cambio, en Cuba se grita se fue la corriente.  Hoy día, lo sabemos todos, los cubanos están hundidos en la sin corriente, no salen de la oscuridad y los sacrificios ya no ofrecen más luces.

Salí de la habitación del hostal a oscuras con el libro que estaba leyendo en la mano. Salí a despejarme con las palabras en la cabeza de Galeano: “De lo que estoy seguro es que la realidad presente nunca es un destino. Por lo tanto, tengo la certeza de que las cosas no están condenadas a ser como son”. A la salida, me encontré con un contertulio de lo más despreocupado del presente sin luz, entretenido escuchando por la radio un juego Serie Mundial de béisbol.

Estos señores tienen que ser unos duros fanáticos porque no se enteran que hay un apagón. Actúan, sin tomar en cuenta los serios inconvenientes que causa a la población la falta de electricidad. En otros lugares, como en mi país, un apagón paraliza el entretenimiento, los hospitales, se detiene el tiempo, y la vida hasta corre peligro. El comercio se desploma, aparecen muertos y funerales inesperados de personas conectadas a máquinas respiratorias. El apagón es un escándalo cruel.

Sin embargo, los puertoplateños no se inmutan, no sufren con el apagón, lo dejan pasar como si fuera alguien que no merece atención. ¿A qué se debe esta actitud tan apacible? No observo aquí ese desesperado corre y corre por la calle ni el uso alarmante de las redes digitales como estamos acostumbrados en Puerto Rico cuando se va la corriente. Es otro orden mental la respuesta a los apagones. Creo que somos más vulnerables en San Juan, en cambio, en Puerto Plata la población sigue unida a la vida que caracteriza las noches sin apagones.

En comunión con ellos saludé amablemente, pregunté quién estaba ganando el partido, provoqué el alboroto de ganador y perdedores, y me retiré de la bulla encendida. Es decir, que de inmediato olvidé las profecías del filósofo Galeano. La luna llena guió mis pasos hasta la Plaza Gregorio Luperón. Efectivamente, el apagón era todo un hecho real, se extendía a todo el perímetro y más allá del centro histórico de la hermosa ciudad atlántica.

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Virginia Elena Ortea.

–Señor Martín, es usted el hombre que quería encontrar. Ahora usted y yo estamos sin luz– le dije.

Esta mañana conocí a Martín, trabaja para el Ayuntamiento ordenando el tráfico y el parqueo de carros en los estacionamientos de la plaza. Me saluda con cariño como si fuera un conocido de toda la vida.

Es un hombre flaco, de unos cincuenta años, tiene la de piel quemada de tanto exponerse al sol y lleva un chaleco amarillo indicando que es un empleado de la ciudad.

–No se preocupe don Juan, hacía mucho tiempo que no teníamos luz– me dijo.

Martín ya tiene una imagen de quién soy porque me ha visto leyendo en los bancos de la plaza cerca de la Catedral. Él me habla agradable como tenemos que hablar y con interés de todo lo que vemos y encontramos en el camino. Se acercó a nosotros Atahualpa Pérez. Es un guía turístico que estudia hebreo y es pastor.  Lo conocí ayer en la plaza y, al azar, nos puso a pensar en la relación entre el Concilio de Nicea y las tinieblas. Para Atahualpa profético,  el apagón es una referencia simbólica que implora la venganza de Dios.

Como el pastor no era muy conciliatorio, me senté cerca de la plazoleta cilíndrica, observé a otros parroquianos que estaban sentados enfrente de mí. Las farolas apagadas no impedían que los niños jugarán a las escondidas, que las mascotas estuvieran felices, que los novios pasearan cogidos de la mano. Había una cola en la heladería y llegaban a la plaza más vecinos a disfrutar de la noche del apagón. Entre tanto, las fichas del dominó resonaban sobre la mesa sin preocupación por la falta de alumbrado.

La noticia del apagón se propagó por el aire, los puertoplateños en vez de sentirse afectados o angustiados, lo percibían viviéndolo tal cual, mostrando una voluntad profunda de entendimiento que surge de una estrecha relación con la historia y de su genio. Hay en esta hermosa plaza una estatua del general Gregorio Luperón, héroe máximo de la Guerra de Restauración en contra del Imperio Español. A su derecha, está la estatua del padre de la patria Juan Pablo Duarte. Cuando Eugenio María de Hostos llegó a Puerto Plata, cuenta la leyenda, que el general Luperón lo recibió a Hostos en una tienda de pulpería. Por casualidad en la vida nacieron en el mismo año de 1839.

Más abajo de la plaza hay una tarja de mujeres históricas como la puertorriqueña Virginia Elena Ortega que se destacó como educadora y poetisa. Cuando el apagón de Lares de 1868, Ramon Emeterio Betances junto a otros cientos de boricuas, fueron acogidos aquí en Puerto Plata. Por eso digo que el apagón despierta la extensa memoria de los lugares.

De manera que, persuadido por el pasado heroico y los poetas, el apagón carecía de incertidumbre. Incluso llegué a pensar que era deseable estar por encima del apagón. Eso le permite a los lugareños tomar ánimo y audacia como si pudiera aprovechar la ocasión para entrar a un escenario de bienestar humano.  Por tanto, el apagón envuelve algo nuevo que fomenta la salud mental, la comunidad y, más importante, la continuidad de las claves de la vida aliadas a la vibrante realidad cotidiana. La corriente cayó, el escenario estaba totalmente apagado, pero los ciudadanos estaban de pie, conversaban y disfrutaban de un helado mientras escuchaban la resaca del océano Atlántico.

Un chocolate en la tarde.

El apagón crea algo útil y auténtico: es murmullo y lenguaje, es fuerza y apertura, pero no es la roca pesada que condena a Sísifo.

Martín regresó a la faena de organizar el tráfico vehicular en dirección única y con su habitual normalidad diaria. Sin embargo, me quedé pensando en la serenidad de cuando me dijo: “Hacía mucho tiempo que no teníamos luz”. El apagón era tan corriente como ir a comprar al supermercado o llamar a un taxi para hacer diligencias. “Juan, todo va bien”, me machacó alegremente. Matías andaba de arriba abajo por la calle como si conociera que el apagón no era nada grave. “Un cable que se cruzó”. “Claro que sí”, me salió decirle convencido.

Debo confesar que después de media hora sin luz me sentía complacido y aún como en mi casa. Esta cultura del apagón nocturno era tan variada y rica como el yaniqueque y la chinola que degusté de almuerzo. Me sonrojo al afirmar que la experiencia del apagón en Puerto Plata fue electrizante.

Tal y como ya he mencionado y contrario a mi experiencia en Puerto Plata, los apagones y los cortes de luz en Puerto Rico nos han puesto en nuestra existencia los cables negros y blancos. Durante el día la luz es moribunda y en la noche sin luz los puertorriqueños en general carecen de clarividencias.

El apagón no es cálido: es un proyectil que nos vuela la cabeza, la oscuridad es un muro, la planta eléctrica es el salvavidas colectivo. La falta de luz aumenta la ansiedad, genera una creciente dificultad para dormir y desde luego se expande, sin electricidad, la incapacidad de imaginar convivencias y generosidad.

El apagón también crea un encierro interior. Estar sin luz, nos provoca un escenario agobiante que no sabemos cómo salir de él y llegamos a la locura cuando se acaban las reservas de carnes. Y es que el apagón en Puerto Rico despierta los apetitos, se piensa en ordenar pizzas y sodas, se piensa cada minuto sin corriente en maldecir el culpable de ese destino predecible.  La roca que le quiere tirar a su adversario se le cae de las manos.  Es un malestar tan asumido como ordenar café y pan en una cafetería. Hoy día el apagón es la piedra de Sísifo que carga a su espalda el puertorriqueño.

Feria del Libro en Puerto Plata.

Mientras que en Puerto Plata estar sin luz despierta el sentido de lo humano en relación con la comunidad. El apagón es continuidad y exploración, realidad y elevación, fraternidad y diálogo. La vida se prolonga sin electricidad como si el apagón fuera reflejo de una positiva cualidad humana. Por el contrario, en mi país el apagón despierta inseguridad y sospecha, recelos y envidias, tensiones y angustias.  Es un animal feroz que quiere devorar el azar, la belleza, la poesía, la prudencia y la hermandad pública de la condición humana.  Un fastidioso apagón no requiere coraje sino ser capaz de bajar el volumen de las ansiedades y asumir una amable adaptación. Según el Génesis, el principio era la oscuridad, luego se hizo la luz para observar la creación. Según Goethe:  "El principio era la acción”, sin importar la luz o las tinieblas. En Puerto Plata he sido testigo de que la acción acude de inmediato en nuestra ayuda en los cortes prolongados de corriente. Justamente, es la acción la que rompe el bloque de las murallas que establecen los apagones.

Del 25 de septiembre al 5 de octubre, a República Dominicana se le ocurrió llevar La Feria del Libro Internacional a todos los niños, jóvenes y adultos que fuera posible. Es impresionante ser parte como lo fui yo de un enjambre de personas, autores y lectores. Cuando se adquiere un libro, el lector da un paso hacia al frente, hacia el conocimiento y la imaginación. Los libros y la lectura consiguen crear una sociedad más amable, segura, calmada y escuchada. El joven que adquiere un libro, se lleva consigo un silencio, una serenidad y una autonomía de leer donde quiera y lo que quiera.  La mimada Feria lucha desde hace veintisiete años contra los apagones de la lectura, la escasez de la vida cultural y de sacar de la oscuridad los autores y poetas dominicanos que han precedido a los de hoy. Vi a una joven llegar con un libro en la mano en el apagón. Se puso cómoda en un banco de la plaza, abrió el libro y comenzó a leer con la ayuda de la linterna de su celular. Y creo que la Feria está escuchando a los ciudadanos, a las palomas del arte, la literatura, la poesía y la lectura.  Un lector autónomo puede leer en medio de un apagón porque más que luz el lector prudente lo que necesita es silencio.  Un lector imaginativo encuentra en el apagón algo de confort.

¿Qué he aprendido o que me llevo del apagón en Puerto Plata?

Cuánto más sabe el ciudadano de apagones, más urgencia tiene de vivir entre amigos y desconocidos, entre el mar y la luna, entre libros y lecturas. No solo los apagones tienen sus propios relatos, lo hemos visto en dos islas, sino que también nos hablan de la experiencia humana del otro. Es decir, el apagón, tanto como otros eventos inesperados,  es un paréntesis en el espacio de la realidad pero no es el final de los tropiezos de la vida. Hipócrates alertó a Occidente señalando, “que un dolor más fuerte amortigua un dolor menor”.

De pronto, como se esperaba, las farolas de la plaza se encendieron y las calles quedaron todas iluminadas. No escuché gritos ni sobresaltos por la llegada de la corriente. De modo que los lugareños continuaron con la misma pausa, conversaban de la misma manera y los niños no interrumpieron sus juegos. Atiborrado de cosas maravillosas, me despedí de Martin, el celador y de Atahualpa, el escriba.  Regresé al hostal animado sin dar pasos a la ciega. El juego de la serie mundial continuaba. Entré a mi habitación, apagué todas las luces, quería seguir a oscuras, y me entregué a un sueño inquietante. Y pensé que el viaje mágico del apagón de Puerto Plata  me pareció muy corto.

No se olviden de pasar por Puerto Plata.

Juan Casillas Alvárez

Juan Casillas Álvarez

Escritor y catedrático universitario

Juan Casillas Álvarez. Natural del pueblo de Las Piedras, Puerto Rico.Estudió en la Universidad de Puerto Rico, donde fue estudiante de historia y literatura. Luego en el Centro de Estudios en Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. También hizo estudios graduados en la Universidad de Connecticut donde terminó su maestría en historia comparada. También ha cursado estudios en Harvard University. Ha dedicado buena parte de su vida a la enseñanza en las escuelas públicas de Boston y Cambridge en Massachussets en USA. Ha publicado en Internacional Poetry Review, University of North Carolina. Ha participado en muchos recitales en diferentes ciudades de los Estados Unidos. Su libro de poemas "Lugar Profano” bajo el sello de Isla Negra (2015) es su primer libro de poesía. También, su poesía ha sido publicada en la revista Cine y Literatura de Chile, Trasdelmar de México, Antología de Voz Celestial, Revista kartmesa ambas de Perú. Sus ensayos, relatos y crónica han sido publicados en la Revista Diálogos, Exégesis, 80grados, Revista Cruces, Periódico Claridad, Adoquín Time, Asento, Revista Siglo22 y Letralia. Continúa respirando y machacando la literatura. Actualmente vive en su país, Puerto Rico. casillasjuna40@gmail.com

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