Un indicador de resonancia social es que existan personas que secunden y actúen en apoyo una directriz. Los boicoteadores de ferias carecen de apoyo y resonancia social, y la Feria Internacional del Libro 2023 será, como siempre, una feria de masiva participación.
Si ahora hiciésemos una encuesta en las universidades, liceos y colegios, empezando por los profesores, para que nombren 5 escritores dominicanos contemporáneos van a sobrar dedos. Y con los estudiantes puede que hasta nos sobre, en los muchos casos, la mano. En mi opinión, la mayoría mencionará al “Poeta callejero” y de ahí no pasará.
Esa es la terrible realidad en la que vivimos los dominicanos. El analfabetismo funcional es una realidad en la mayor parte de los empleados del Estado, es patente en la apabullante mayoría de nuestros políticos que son semianalfabetos, se evidencia en la mayoría de los profesores (incluyendo los universitarios) y predomina en la población. Somos un país que no lee. Que no entiende lo que lee. Que tampoco sabe expresarse por escrito. Y donde apenas queda una librería más por pena y servicio social, que porque signifique negocio para quienes son sus dueños: la librería Cuesta centro del libro.
La mentalidad del verdugo
Lo indignante es que un llamamiento de redacción estalinista (quien lo redactó es obvio que reproduce las taras y predisposiciones totalitarias que condujo al asesinato de escritores como Maldelstam, Pilniak, Babel, Gumiliov, al gulag y a la quema de libros) para un propósito fascista: golpear la cultura y dañar nuestra modesta y limitada Feria Internacional del Libro, más buena intención que otra cosa. Y para colmo, hay dos cubanos que firman el bodrio estalinista. ¡Dos cubanos que viven en Cuba, una tiranía totalitaria donde no se puede discrepar ni pensar ni escribir ni oponerse al régimen! ¿Por qué no boicotean una actividad oficial allá y nos cuentan cómo les va?
Aceptémoslo: no significamos una oportunidad para las editoriales, porque carecemos de un mercado lector. De hecho, las librerías han ido cerrando por inanición, por imposibilidad de cubrir costos. Algunas ya solo son modestas papelerías. Otras, un recuerdo.
Contenidos relacionados:Escritor Julio Cuevas aclara que no apoya llamado a boicot contra la Feria del Libro
Ascienden a 62 los intelectuales y escritores que firman manifiesto de boicot a Feria del Libro
Venir a RD a su Feria del Libro no es negocio. La mayoría de las ventas son de sudokus, comics y revistillas baratas. Y el precio de los libros, en un país de ingresos de miseria, se ha hecho inalcanzable. ¿Cómo puede una persona que gana, según aparece en el periódico El Dinero, un salario promedio de $18,711.00 pesos gastarse $2,000.00 en un libro, cuando el costo de la canasta básica promedio anda por los $45,000.00 pesos, lo que significa que el salario de esa persona no llega ni a la mitad de lo que el Banco Central dice que es el costo promedio de la canasta básica?
El primer mundo no quiere una feria en el tercer mundo
Leo y observo que la mayoría de los firmantes viven cómodamente en los países del primer mundo. 25 en Estados Unidos. 4 en España. 1 en Bélgica. 2 en Francia. 1 en Gran Bretaña. Gozan de todos los privilegios. En donde viven no se va la luz. Llega el agua. Los supermercados están súper abastecidos. Tienen buenos carros. Seguridad. Jubilaciones. Y, por supuesto, suntuosas ferias del libro, con exposiciones de las principales casas editoriales. Eventos magníficos. Rutilantes estrellas de la literatura. Premios, becas y mil y uno incentivos y facilidades. Nada de eso tenemos aquí.
Somos un depauperado país tercermundista, sin recursos para la cultura y el arte, porque las familias ni siquiera reciben ingresos para cubrir la canasta básica. Sin librerías, sin lectores, que hace de tripas corazón para montar una feria lo más decorosamente posible, disfrazando nuestra pobreza, y durante unos días intenta acercar a miles de estudiantes al libro, a que oigan leer o exponer a esos personajes raros que somos los escritores, dedicados a un oficio que el país no aprecia ni respeta.
Durante años ni siquiera una feria teníamos. Un día, el entonces presidente de la República, Joaquín Balaguer, que había patrocinado una o dos muestras modestísimas de libros a las que llamó ferias cuando fue secretario de Educación en la década del 50 del siglo XX, decidió hacerlas de nuevo con la colaboración de un librero extraordinario, don Julio Postigo. Luego, se le incorporó el rimbombante adjetivo de Internacional para homologarla a otras magníficas ferias en países más desarrollados, con más recursos y con un mercado lector (que no tenemos), pero siguió siendo una feria modesta donde se vendía más chimis y jugos que libros. Esta no será diferente, no nos hagamos ilusiones.
Todos tenemos quejas de las ferias, pero al menos tenemos ferias
Como todo escritor es un ministro de Cultura en su corazón, todos tenemos una idea de cómo la feria debe montarse y todos tenemos mil y una críticas a las ferias que se han hecho. Y así acribillaremos a esta. Y a la que viene. Y a la siguiente. Si un día algún presidente nos nombra en el puesto, esperanza que todos secretamente tenemos, seremos entonces los acribillados. Justicia poética.
Hay muchas cosas que mejorar en nuestras ferias. Y estoy seguro que nunca salen como se planificó y todo el mundo se queda con la frustración de que muchas cosas salieron mal y con ganas de mejorar la próxima. Yo he montado ferias muchísimo más modestas, eventos comerciales para clientes, y de mucho menor envergadura, y sé la pela que es coordinar personas, acciones y fechas de cumplimiento en nuestro país, donde la irresponsabilidad y el salir con un cuento son males endémicos. No les envidio esa pela a mis amigos que se echaron ese cohombro al hombro. Más bien los compadezco.
Pero, como decía Martí, éste será amargo, pero es nuestro vino. Sólo que ahora un puñado de personas quieren que ni siquiera ese vino amargo nos toque. Simplemente, que nos quedemos sin vino. No ellos, que seguirán gozándose de las que se hacen en sus países, sino nosotros, los dominicanos.
Esos países no quieren a los hatianos allí, los quieren aquí
Cada uno de ellos, los firmantes extranjeros, vive en un país auténticamente racista, incluyendo Cuba, donde la discriminación racial se vive a diario. Donde hay cruentas políticas antiinmigrantes (al grado de dejar hundir embarcaciones y que mueran ahogados sus ocupantes). Varios de esos países son los mayores responsables del caos y el desorden que se vive en Haití. Los invadieron. Les destruyeron sus endebles instituciones. Los hicieron polvo.
Pero ellos no quieren que los haitianos se vayan al primer mundo, sino que migren y desestabilicen un país pobre y de endebles instituciones del tercer mundo: República Dominicana. Nos quieren endilgar la solución del desastre que ellos propiciaron.
¿Por qué no exigen en sus países de residencia, mediante todo tipo de boicots y protestas, que Estados Unidos, Francia y demás países den a Haití la condición de país más privilegiado, eliminen trabas aduanales, den incentivos para que sus grandes emporios instalen industrias y negocios allí y vuelquen sobre Haití una ayuda sustanciosa que haga que incluso haitianos que emigraron vuelvan en masa a su país por las oportunidades de empleo y prosperidad que esos países han creado?
¿Por qué no boicotean allá sus ferias del libro, bloquean sus universidades, anarquizan sus eventos y protestan a diario frente a su casa de gobierno o congreso, exigiendo que se hagan cargo del desorden que crearon y vayan en auxilio del pueblo haitiano?
No, bajo el discursito estalinista lleno de epítetos y clisés verbales, subyace el sustrato fascista del odio a la cultura. “¡Muerte a la cultura!”, dicen que voceó el general español Millán-Astray en una ocasión, frente a Unamuno. “¡Muerte a los intelectuales!”. “¡Viva la muerte!”. Esa siempre ha sido la mentalidad totalitaria, tanto del estalinismo como del fascismo. Odio al libro. Odio a la libertad de pensamiento. Odio al debate. Odio a la libertad de creación y de expresión.
Los que llaman a boicotear la feria nunca vendrían a nuestra feria por pequeña e insignificante
Los que llaman a boicotear nuestra modesta y humildísima Feria Internacional del Libro 2023, porque quieren traer conflictos ajenos a nosotros como el palestino-israelí o quieren que nuestro país proceda a abolir su Constitución y leyes migratorias y permita que las bandas armadas irrumpan en nuestro territorio y nuestra precaria paz y estabilidad se vayan la infierno, nunca han venido ni vendrán ni a nuestra feria del libro ni a nuestro país.
¿Quién vendría desde Estados Unidos, España, Francia, Bélgica, Brasil o Gran Bretaña etc., a una feria magra de libros, sin valor para las editoriales, porque no significamos nada como mercado lector? ¿Vendrían a comer quipes y pastelitos, chimis y hotdogs? Esta feria es importante para nosotros más como símbolo y esperanza que como realidad, bajémonos de la nube.
No, nunca vendrían. Firman no por conciencia sino por vedettismo, por presumir de “izquierda” (con una acción de derechas). Sirven los intereses de los países que quieren que los dominicanos les resolvamos el tollo en que metieron a los haitianos. No quieren a los haitianos allá, los quieren aquí. Es un viejo plan en ejecución. Y estos “intelectuales” progres son tontos útiles de esos propósitos. Ya los calificó certeramente Willi Müzenberg, quien los diseñó.
Si los dominicanos pedimos que se hagan cumplir las leyes, que nos aplican a nosotros, somos “racistas” y “neofascistas” y demás epítetos del repertorio estalinista. Y todo porque no nos dejamos instrumentalizar. Porque no somos estúpidos y no permitimos que destruyan nuestra nación y la nación haitiana, que han sido condenadas a desaparecer porque una “fusión” les resolvería a esos países la migración de haitianos a sus costas.
Haití merece existir como nación, no desaparecer en una “fusión”
En 1975 yo encabecé la formación de un grupo literario cuyo nombre honró a un poeta haitiano Jacques Viau Renaud, que murió en la contienda de abril. Y tengo hacia los haitianos simpatía y solidaridad. Merecen su país, su estado, su independencia. Y merecen recibir la ayuda internacional que se les debe, sobre todo de los países responsables de haber provocado la condición en que se encuentran.
No podemos, como país, hacernos cargo de resolver ese tollo. No lo creamos. Ya llevamos una carga insoportable encima. Y los haitianos deben ser actores de la solución de su situación. Y sólo pueden serlo allá.
Si esos profesores, activistas y demás firmantes quieren ser coherentes, que abandonen sus poltronas bien pagadas y viajen a Haití a trabajar para que la situación deplorable en que viven los haitianos cambie. Que dejen de hablar y hablar y hablar (y despotricar, y decir infamias, y abusar de los dominicanos) y muestren con acciones puntuales que de verdad la suerte del pueblo haitiano les importa.
Porque con declaracioncitas baratas y ridículas no hacen más que un papelazo. Como diría Denisse De Kalafe: ¡Así, qué fácil es!