Con relación al uso de la lengua, el diccionario define el término ‘correcto’ como ‘libre de errores’, o ‘conforme a las reglas’. De ahí que, para responder adecuadamente esta pregunta, tiene gran importancia la distinción entre lengua escrita y lengua hablada. No se puede entender de la misma manera en la escritura y en la expresión oral lo que es o no ‘correcto’, es decir, lo que está o no está ‘conforme a las reglas’. Según se sabe, las reglas ortográficas son estrictas, rigurosas, por lo que la forma escrita de las palabras generalmente es única e invariable. En cambio, la versión fonética es flexible, se adapta y varía conforme a diferentes circunstancias, como el contexto situacional de los actos de habla, la procedencia y la condición social del hablante, etc. Al igual que en un ejemplo anterior, la frase ‘las doce’ no puede ser escrita de otro modo. Sería un error para cualquiera, sea español o dominicano, poner s donde está la c, h en vez de s, o colocar una tilde sobre la o. Sin embargo, en tanto un hablante culto de Burgos la pronunciaría conservando la /s/ de las y articulando la zeta de doce (más o menos así: [lazdóθe]), uno de Santo Domingo podría hacerlo aspirando la /s/ de las (con un sonido parecido a la jota) y pronunciando, por ser seseante, una /s/ en lugar de la zeta de doce: [lahdóse].
Las decisiones de la Real Academia Española a la hora de establecer lo que se considera correcto suelen ser categóricas y generalmente inapelables en el ámbito escrito. Pero si se trata de la pronunciación, son los hablantes de las distintas comunidades, a través del uso, quienes tienen la última palabra y determinan lo que prefieren y, al final, se impone como correcto. Y la Academia de hoy tiende a acoger y a respetar lo que la sociedad decide.
A propósito de este tema, es también pertinente comentar la discrepancia que se produce a veces entre las reglas, o ‘lo correcto’, y el uso generalizado. En el campo de la sintaxis, se producen algunos casos muy conocidos. Según la norma académica se dice ‘había muchas personas’, pero para una gran cantidad de personas, incluso educadas, lo normal es ‘habían muchas personas’. En cuando a la pronunciación, son muchos los que dicen adecúo, evacúas, en lugar de lo preferido o lo que favorecían en el pasado las pautas académicas: adecuo y evacuas. En todos estos ejemplos, en los que existe una confrontación entre lo usual y las reglas, las personas cultas tienden a escoger, especialmente al expresarse en estilos formales, lo señalado por la Academia. En todo caso, se sabe que, con el paso del tiempo, el empleo generalizado suele terminar imponiéndose, de modo que se convierten en reglamentarias ciertas formas ‘transgresoras’, pero consagradas por el uso.
¿Las personas cultas hablan la lengua y los analfabetos hablan dialectos de la lengua?
La concepción del dialecto como una modalidad desviada y vulgar de una lengua ha sido superada desde hace tiempo. Una lengua debe entenderse como un macrosistema que contiene diferentes modos de hablar o ‘dialectos’. Y todo sistema lingüístico, lengua o dialecto, provee a sus hablantes distintas posibilidades de carácter fonético, morfosintáctico y léxico. Por ejemplo, en español es posible decir: las cuatro o lah cuatro; comiera o comiese; comenzar o empezar. Pero a la hora de hablar, las personas tienen que elegir una de las opciones, porque no pueden producir al mismo tiempo comiera–comiese, ni comenzar–empezar. En este sentido, hay que admitir que nadie habla la lengua, sino una de las modalidades de la lengua, porque los sistemas lingüísticos son irrealizables o inagotables en un acto concreto de habla. Resulta más apropiado decir que una persona habla en español y no que habla (el) español. Porque es español la lengua de El Quijote y la de Cien años de soledad, la que utiliza un académico argentino y la de un campesino dominicano que no sabe leer ni escribir, la que se emplea en una discusión acalorada en un bar madrileño y la utilizada en una plegaria en una iglesia de Honduras.
Es cierto, sin embargo, que un dialecto o modo de usar la misma lengua (el de una persona culta, un médico o un arquitecto, por ejemplo) puede y suele tener más prestigio o estimación social que otro (el de un obrero). Pero esto se debe a consideraciones de tipo social, no lingüístico. Desde el punto de vista lingüístico, no hay un dialecto superior a otro.
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