La soledad es un tema recurrente en Cien años de soledad; desde el título mismo se hace alusión a este sentimiento. Incluso, la tendencia al retraimiento y la testarudez que en ocasiones caracteriza el espíritu de los Buendía, es una muestra más de lo presente que está la soledad en este libro. 

Hay, sin embargo, otro elemento muy presente en Cien años de soledad, y del que pocos hablan: es la sociedad, pues ésta se origina desde la fundación de Macondo y concluye hasta que, cien años después, tiene lugar la destrucción definitiva del poblado. Es por ello que este libro no sólo es la narración de una estirpe centenaria y de un aislado pueblo mítico caracterizado por cien años de soledad, sino también, y con mayor visibilidad, por cien años de sociedad. 

Ahora bien, ¿Qué se entiende por sociedad? Para el Diccionario de la Real Academia Española la palabra "sociedad", en una de sus acepciones, significa: "Conjunto de personas, pueblos o naciones que conviven bajo normas comunes". Es decir, en el caso que ahora nos ocupa, Macondo es —en especial la estirpe de los Buendía— toda una sociedad. 

Los primeros atisbos de esta sociedad surgen cuando José Arcadio Buendía, Úrsula Iguarán, Magnífico Visbal padre, Gerineldo Márquez padre y otros jóvenes aventureros que también salieron desde las sierras de Riohacha, divisaron tierra virgen en este lugar que por voluntad de José Arcadio Buendía sería bautizado con el nombre de Macondo.    

Desde entonces surge la estirpe de los Buendía, la cual comprendía siete generaciones; la primera: formada por José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, cuyos hijos fueron José Arcadio, el coronel Aureliano y Amaranta, y la séptima y última generación: formada por el pequeño Aureliano, o sea el hijo de Amaranta Úrsula y Aureliano Babilonia (que a su vez era hijo de Meme Buendía y Mauricio Babilonia). 

Las siete generaciones de los Buendía de Macondo tenían un denominador común: la recia personalidad de la estirpe, su homogeneidad física y espiritual, su carácter tosco, viril, difícil, tendente a la soledad y a lo edípico, y por supuesto sus costumbres, sus características, sus creencias, sus prejuicios, sus ritos y manías adoptados de generación en generación. 

Una muestra evidente de esta integración social de elementales similares la constituye esa tendencia que tiene esta familia de bautizar a los descendientes con casi los mismos nombres de los ascendientes; sin duda, es parte de la homogeneidad de parentesco de los Buendía, de esta sociedad con derecho propio, lo que puede quizá confundir a un lector despistado o con poca memoria. 

De cualquier modo, es una sociedad con características generalmente primitivas, revestida de elementos patriarcales y, a veces, matriarcales. Incluso, es muy similar a la tribu y al clan (sociedades de las que tiene múltiples características) y hasta contiene elementos de la horda (aunque mínimos).

Sea como fuere, este libro de García Márquez pinta de forma magistral un autosuficiente y homogéneo conglomerado humano cuya columna vertebral es la casa de los Buendía, puesto que Macondo gira en torno a esa casa de locos que da lugar a la formación de toda una sociedad con características propias y homogéneas, que, producto de sus costumbres y tradiciones, de sus aciertos y desaciertos, se forma, se desarrolla, se reproduce y se extingue. 

De ahí que esta sociedad contenga todos los elementos humanos y, en consecuencia, funja como catalizadora de la vida humana en miniatura, pues Macondo, con su realidad totalizante y su idiosincrasia bien definida, constituye una especie de alegoría del mundo. 

En fin, como bien vaticinó el sabio Melquíades en la historia que dejó escrita en sánscrito en los pergaminos que sólo Aureliano Babilonia lograría descifrar un siglo después de haber sido escritos, estos cien años de sociedad concluyen cuando el último descendiente de la estirpe (el Aureliano que nació con cola de cerdo) fue devorado por voraces hormigas coloradas y, sobre todo, con la muerte de Aureliano Babilonia luego de leer estos pergaminos al momento de que iniciara la destrucción total de Macondo, producto de un cataclismo apocalíptico que sólo dejaría los escombros de esta sociedad centenaria.

José Agustín Grullón

Abogado y escritor

José Agustín Grullón Nació en La Vega, República Dominicana, pero reside en Santiago de los Caballeros desde hace más de una década. Es licenciado en Derecho por la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA) y agrimensor por la Universidad Abierta para Adultos (UAPA). Cursa además un postgrado en Legislación de Tierras. Ha cursado algunos diplomados sobre Derecho Inmobiliario, Bienes Raíces, Topografía y Derecho Sucesoral. Como escritor ha publicado el libro de cuentos Las ironías del destino (2010).

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