El gong de pesca suena a las 5:00 hora local. El sonido metálico de un martillo en una vieja bombona de oxígeno me despierta.
Es día de pesca en Tristán de Acuña, un pequeño rincón del Atlántico Sur con poco más de 200 habitantes. El asentamiento habitado más cercano a este Territorio Británico de Ultramar se encuentra a más de 2.400 kms.
Al apagarse el gong, los perros ladran, los motores aceleran y el roce de las botas de goma resuena en el aire mientras los pescadores se dirigen al puerto de Callshot, apodado "la Playa", para cebar sus trampas y preparar sus barcos. Con solo 18 a 72 días de pesca por temporada, cada oportunidad cuenta.
Buscan el producto más preciado de Tristán: la langosta de San Pablo (Jasus paulensis), que solo se encuentra cerca de islas remotas en los océanos australes.
Por su carne dulce y delicada, una sola cola puede alcanzar los US$39 en el mercado estadounidense.
En las frías y templadas aguas del archipiélago, estos crustáceos prosperan cerca de la costa, a profundidades de hasta 200 metros.
Como hace décadas la pesca intensiva provocó una reducción significativa en la población de langostas, hoy los habitantes saben que, sin la protección adecuada, las langostas están en peligro.
"Siempre hemos dependido del océano como fuente de alimento, gestionándolo al máximo de nuestras posibilidades. Esto significa no extraer más de lo necesario", afirma James Glass, director del Departamento de Pesca de Tristán de Acuña.
"Este es un lugar precioso y queremos que siga siéndolo", concluye.
Con los océanos del mundo enfrentando presiones crecientes y el cambio climático, las especies invasoras y la pesca industrial ilegal amenazan tanto al ecosistema marino como a la principal fuente de ingresos de la isla.
Pero los habitantes de Tristán de Acuña están decididos a garantizar la supervivencia a largo plazo de las espinosas langostas y la suya propia.
De generación en generación
Jason Green y su compañero de pesca, Dean Repetto, llevan una década navegando juntos. Como la mayoría de los tristanianos, su conexión ancestral con el mar se remonta a más de un siglo.
"La pesca se ha transmitido de generación en generación en mi familia", dice Repetto, quien también trabaja como mecánico en el Departamento de Pesca de Tristán.
Dean, Jason y su aprendiz se hacen a la mar en Island Pride, su barco naranja brillante de 8 metros.
Partiendo del pequeño puerto de Tristan, se dirigen al este, abriéndose paso entre bosques costeros de algas gigantes, imponentes algas pardas que pueden crecer más de medio metro al día y alcanzar los 45 metros de longitud.
Su objetivo es un lugar de pesca que los pescadores de aquí pueden identificar a través de la triangulación de puntos de referencia y la profundidad del océano en ciertos lugares.
"Puede ser un pináculo, un barranco, una cabaña o una colina, y alineas uno con el otro", explica Eugene Repetto, que pesca en Kingfisher.
En el barco, el rostro del aprendiz palidece, síntoma del mareo. Es una tarea especialmente dura para algunos.
Luego, mientras el aprendiz duerme, Green deja caer 16 trampas grandes en aguas profundas. Las deja durante horas, tiempo suficiente para que las langostas encuentren el cebo.
Repetto navega después hacia aguas menos profundas, donde Green baja redes de aro para atrapar langostas en los bosques submarinos de algas. Suben estas redes a bordo cada hora. Antes de regresar al puerto, recuperan las trampas que colocaron anteriormente.
Omnívoras y sin pinzas, las langostas de Tristán utilizan sus largas antenas para navegar por el lecho marino rocoso, alimentándose por la noche de erizos de mar, moluscos y otros invertebrados que consumen algas.
Eso contribuye a la conservación de los bosques submarinos que albergan a muchas otras especies marinas. Las langostas espinosas son un eslabón vital en la red trófica, ya que se alimentan de animales muertos y materia orgánica, reciclan nutrientes y sirven de presa para depredadores como los pulpos.
Allá lejos
Los 229 habitantes de Tristán de Acuña viven en un aislamiento extremo, rodeados de millones de kilómetros cuadrados de océano abierto.
Su vecino habitado más cercano, Santa Elena, donde Napoleón vivió sus últimos días, se encuentra a 2.414 km al norte. Montevideo, Uruguay, está a 4.023 km al oeste. Al sur, solo unas pocas islas deshabitadas separan a Tristán de la gélida naturaleza de la Antártida.
La única ruta regular a Tristán, desde Ciudad del Cabo, Sudáfrica, no es fiable. Conseguir lugar en uno de los nueve barcos anuales es solo el comienzo. El viaje de 2819 km puede durar hasta dos semanas, dependiendo del clima.
Pasé 10 meses en Tristan con la fotógrafa Julia Gunther, desde diciembre de 2023 hasta octubre de 2024.
Cuando llegamos por primera vez, un fuerte oleaje nos obligó a esperar cinco días a bordo de un barco en alta mar antes de poder desembarcar.
El único asentamiento de la isla, Edimburgo de los Siete Mares, no tiene aeropuerto, hoteles ni restaurantes. Lo que sí abunda son imponentes acantilados, un fuerte sentido de comunidad y una vasta extensión de océano prístino.
El aislamiento y un fuerte instinto de supervivencia han moldeado todos los aspectos de la vida aquí.
La pesca comercial llegó a Tristán en la década de 1940 y, desde entonces, la langosta ha sido la piedra angular de la economía de la isla. Las langostas espinosas incluso figuran en el escudo de armas de Tristán.
"Las langostas solían ser tan abundantes que la gente podía caminar hasta las pozas de roca durante la marea baja y atraparlas", recuerda Glass.
Si bien aún no hay evidencia concluyente, en gran parte debido al limitado número de estudios, existen indicios de que el cambio climático podría tener graves consecuencias para el entorno marino de Tristán.
Un estudio muestra que el aumento de la temperatura del mar ya está afectando el crecimiento estival de las algas marinas, un hábitat crucial para las langostas, y que el calentamiento de los mares también podría empujar a las langostas más al sur, más allá del alcance de la isla.
Cheseldon Lavarello, que ahora tiene 82 años, me cuenta las enormes capturas que ayudó a traer a tierra cuando se hizo a la mar por primera vez a los 15 años: "Mi compañero de pesca y yo podíamos capturar 1.360 kgs. en un día usando solo 10 redes".
No más de eso
En sus inicios, la pesquería apenas estaba regulada, recuerda Glass. Las langostas de tamaño inferior al permitido actualmente y las hembras con huevos solían ser capturadas antes de que tuvieran la oportunidad de reproducirse.
No fue hasta 1983 que el Consejo Insular impuso límites de tamaño. En 1991 se estableció una cuota; aunque, según Glass, ninguna de las dos se aplicó estrictamente hasta 1997.
La mayor entidad pesquera de la isla durante nuestra visita era la empresa Ovenstone Agencies, concesionaria para la captura de una gran cantidad de langostas espinosas: aproximadamente 800.000 al año, además de 110 toneladas de pez mantequilla antártico (Hyperoglyphe antarctica).
Esta empresa sudafricana proporciona empleo, electricidad a la isla y transporte marítimo de carga y pasajeros, incluyendo evacuaciones médicas, a Ciudad del Cabo.
De agosto de 2023 a abril de 2024, el principal buque pesquero de Ovenstone, el MFV Edinburgh, pescó en islas cercanas, desembarcando aproximadamente 316 toneladas, la mayor parte de la cuota anual de la isla.
Observadores de Tristanian Fisheries acompañaron cada expedición, midiendo cientos de langostas diariamente. La captura se procesó, envasó y congeló a bordo para su envío a Ciudad del Cabo.
"Ovenstone tiene una licencia exclusiva. Es muy estricta", afirma Philip Kendall, administrador de Tristan en Reino Unido. "Están obligados a informar exactamente de lo que han capturado".
Pescadores locales como Jason Green, en barcos más pequeños, capturaron la parte restante de la cuota, hasta 125 toneladas.
"Debemos tener a mano varas de medir para verificar si hay langostas de tamaño insuficiente… y cada barco no debe exceder el número correcto de redes y trampas", dice Green.
A lo largo del año, el Departamento de Pesca etiqueta las langostas, rastrea sus movimientos y utiliza cámaras submarinas para monitorear su salud.
"Las muestras aleatorias y los datos de biomasa nos ayudan a comprender las poblaciones de peces", afirma Sarah Glass-Green, funcionaria del Departamento de Pesca de Tristan.
Lo pristino en riesgo
A pesar de su extremo aislamiento, Tristán no es inmune a los tipos de presiones ambientales que enfrentan otras comunidades más cercanas.
La isla se encuentra en una ruta marítima muy transitada, y con la expansión del comercio mundial a fines del siglo XX, también aumentó la posibilidad de que una sola catástrofe marina devastara la pesca de la isla.
Una serie de crisis ambientales ocurridas a finales de la década de 2000 pusieron de manifiesto cuán vulnerable es el medio ambiente marino.
En junio de 2006, por ejemplo, un grupo de tristanianos en alta mar avistó una enorme plataforma petrolífera flotante, la PXXI, varada en Trypot Point, un tramo inaccesible de la isla con acantilados escarpados que se alzan 500 metro desde una playa estrecha y llena de rocas.
La PXXI se había desprendido de su remolcador un mes antes mientras era remolcada de Brasil a Singapur.
El pescador Shane Green recuerda haber visto la plataforma por primera vez mientras pescaba con su abuelo. "Parecía un pequeño hotel. Pasamos justo debajo con el bote. Tenía percebes por todos los lados. Al mirar hacia arriba, era como estar bajo un rascacielos".
Si bien no hubo derrame de petróleo, PXXI introdujo brevemente 62 especies no autóctonas. Una de ellas, el pargo plateado (Diplodus argenteus), un pez de arrecife omnívoro de Sudamérica, se ha extendido desde entonces a tres islas del archipiélago.
En los alrededores de Tristán, el pez compite ahora con las especies nativas por alimento y hábitat. Su impacto es ahora el foco de un estudio en la Universidad de Exeter, Reino Unido.
En marzo de 2011, el MS Oliva encalló en la isla Ruiseñor, derramando 65.000 toneladas de soja y combustible. Miles de pingüinos de penacho amarillo del norte y otras aves marinas murieron.
A pesar de eventos como esos, las distintas expediciones científicas -incluida Pristine Seas de National Geographic en 2017, dirigida por Paul Rose- han encontrado una abundancia de vida silvestre aparentemente imperturbable por la pesca comercial o los desastres ecológicos.
Rose y su equipo confirmaron lo que muchos isleños ya sabían: los mares de Tristán se encuentran entre los más prístinos de la Tierra, hogar de colonias de aves marinas de importancia mundial, criaderos de tiburones y vastos bosques de algas.
Pero el estudio también subrayó una creciente ansiedad: ¿cuánto tiempo podría permanecer intacto este ambiente marino notablemente saludable?
Un ejemplo a seguir
Los estudios en conjunto también plantearon una pregunta más profunda: cómo Tristán podría proteger sus aguas para el futuro sin sacrificar su importantísima pesca.
La idea de una prohibición total de la pesca, por ejemplo, era un anatema. Toda la comunidad local depende de la pesca para sobrevivir, y una veda no evitaría futuros desastres, la mayoría de los cuales han sido causados por embarcaciones en tránsito.
¿Qué pasaría si entidades externas impusieran una zona marina protegida que ignorara las necesidades locales?
"Tristán tuvo una oportunidad única de liderar la creación de su zona marina protegida (ZMP)", dice Andy Schofield, quien dirige el trabajo en territorios de ultramar para la Real Sociedad para la Protección de las Aves, una organización sin fines de lucro de conservación de la vida silvestre de Reino Unido.
Entre 2017 y 2019, el gobierno de Tristán, el Consejo Insular, operadores pesqueros y científicos especializados en conservación elaboraron un plan.
"Necesitábamos decirle [a Reino Unido]: 'Esto es lo que Tristán quiere’", afirma Schofield.
El diseño final, adoptado en 2019, se basó en gran medida en el conocimiento local. La ZMP abarcaba 687.000 kms², con el 91% de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de Tristán de Acuña totalmente cerrada a la pesca.
Fundamentalmente, permitió la designación de una zona de pesca costera para la pesca comercial de langosta, preservando así el sustento económico de la isla. El plan también creó "Áreas a Evitar" para la navegación, reduciendo así el riesgo de accidentes cerca de hábitats sensibles.
Tristán también comenzó a enviar representantes al extranjero.
"Nuestras aguas son un refugio seguro para la vida silvestre", afirma Janine Lavarello, responsable de la zona de protección marina de Tristán. "Queremos que la gente entienda que si nuestra pequeña comunidad pudo establecer esta enorme zona de protección marina, imagínense lo que países más grandes podrían lograr".
Pero identificar y designar áreas marinas protegidas es comparativamente más fácil que vigilarlas y hacerlas cumplir.
Tristán es el único Territorio Británico de Ultramar que no cuenta con buque ni aeropuerto propio. Depende del rastreo satelital y de redes globales para vigilar casi 700.000 kms² de océano.
Y la Organización de Gestión Marina de Reino Unido apoya la ZMP de Tristán interpretando los datos de los Sistemas de Identificación Automática (SIA) para identificar a los buques con comportamiento sospechoso, como ralentizar el paso o ir a la deriva en una zona de veda, y alerta al Administrador de Tristán en Reino Unido.
Sin embargo, Tristán no puede interceptar físicamente a los infractores; solo cuenta con una pequeña lancha patrullera, y no tiene guardacostas.
Glass quiere que Tristan tenga su propio barco. "Por el momento, no hay ningún elemento disuasorio", afirma.
Aun así, por ahora, la Zona de Protección Ambiental (ZPA) parece mantenerse. El analista de Oficina Marítima de Movilidad, Jason Garthwaite, afirma que el cumplimiento de la ZPA es alto, sin casos confirmados de pesca ilegal.
No obstante, las aguas de la isla permanecen bajo presión constante.
A las 08:30 hora local de una fría mañana de julio de 2024, las campanas repican en la iglesia anglicana de Santa María, donde hay redes y trampas de pesca alrededor del altar.
Es el Domingo del Mar, el último servicio antes del inicio de la nueva temporada de langosta. Será la 75.ª temporada desde la apertura de la primera fábrica de conservas de Tristán en 1949.
La congregación reza por la calma del mar y un regreso seguro, mientras pescadores y trabajadores de la fábrica hacen fila para recibir la bendición de la reverenda Margaret.
La pesca está profundamente arraigada en la vida y la cultura de la isla. Los habitantes de Tristán aprendieron hace mucho tiempo que aprovechar el océano también implica protegerlo. Pero es Lavarello, de 82 años, quien lo expresa con mayor concisión.
"El océano de Tristán es algo que debemos cuidar", dice, mientras observa cómo el viento azota la extensión azul que se extiende hasta el horizonte. "Porque, sin él, estamos perdidos".
*El reportaje para esta historia fue financiado con el apoyo del Centro Pulitzer. Si quieres leer el artículo original en inglés, haz clic aquí
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