¿Por quién votarán los casi cinco millones de chilenos que no participaban en las elecciones y que este domingo estarán obligados a decidir en las presidenciales?
Esa es una de las grandes incógnitas de los comicios de este 16 de noviembre en Chile, que son inéditos por varias razones.
La centroizquierda, que respaldó el gobierno del actual mandatario, Gabriel Boric, eligió por primera vez como su representante -tras un proceso de primarias- a una comunista: Jeannette Jara.
Por otro lado, la derecha llega dividida en tres alternativas: la más tradicional, representada por Evelyn Matthei; la más radical, bajo el alero de José Antonio Kast, y la ultraderecha conservadora, encarnada por el diputado libertario Johannes Kaiser.
Las últimas encuestas -antes de iniciado el periodo de veda- apuntaban a un escenario más probable: Jara y Kast enfrentados en un balotaje el 14 de diciembre.
Pero varios analistas consultados por BBC Mundo concuerdan en que estos comicios tienen un elemento excepcional que los hacen de los más inciertos que ha enfrentado Chile en las últimas décadas: el votante obligado.
Estas son las primeras elecciones presidenciales con voto obligatorio e inscripción automática de los habilitados para sufragar, lo que atraerá a entre cinco y seis millones de nuevos votantes al proceso, quienes se verán forzados a participar sopena de multas.
Ahora los candidatos tienen millones de personas más a las que poder convencer.
Pero, ¿quiénes son y cómo podrían incidir en las urnas?
Por qué el voto obligado
Para entender de dónde vienen estos votantes obligados tenemos que irnos varios años atrás. En el marco del retorno a la democracia, el país mantuvo el voto obligatorio y la inscripción voluntaria para los procesos eleccionarios.
En esa época, un gran número de población adulta se inscribió para votar, primero en el plebiscito de 1988, y luego en las primeras elecciones presidenciales democráticas tras 17 años de dictadura que se celebraron en diciembre de 1989.
Durante la transición, sin embargo, cada vez fueron menos las personas que se sumaban voluntariamente para participar de los procesos electorales.
En 2009, de hecho, el 30% de la población mayor de 18 años estaba fuera del registro electoral, de acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y el Servicio Electoral de Chile (Servel).
En busca de mayor representatividad y con la idea de atraer a nuevos electores jóvenes, en 2012 se aprobó una reforma constitucional que hizo el voto voluntario y la inscripción en el registro electoral automática.
Eso amplió el padrón de electores a casi 13,5 millones, pero la participación no aumentó significativamente. De hecho, marcó un récord a la baja en las presidenciales de 2013, donde solo votaron 6,6 millones en la primera vuelta y 5,5 en el balotaje.
Esa cifra aumentó en los comicios presidenciales siguientes, pero la participación se mantuvo, en promedio, cercana a los 7 millones.
En 2022, el Congreso de Chile repuso la obligatoriedad del voto ahora ante un padrón ampliado, donde todos los mayores de 18 años están inscritos por defecto.
Desde esa fecha, el país ha tenido cuatro procesos electorales con voto obligatorio e inscripción automática. En esos procesos votaron cerca de 13 millones de electores.
Para los comicios de este domingo el padrón se compone de 15,6 millones, por lo que los expertos calculan que entre 5 y 6 millones de chilenos votarán de manera obligada por primera vez en una elección presidencial.
El Congreso aprobó que para estos comicios quienes no cumplan con su deber de sufragio serán multados con entre 0,5 y 1,5 unidades tributarias mensuales (UTM), equivalentes a entre 34.600 y 103.900 pesos chilenos, es decir, aproximadamente entre US$36 y US$107.
¿Quiénes son y qué piensan?
Por la envergadura del cambio que suponen -el analista Pepe Auth los ha llamado una variación copernicana en el esquema electoral chileno-, expertos y políticos de todos los sectores han intentado estudiar el comportamiento de estos votantes.
Lo que más se repite es que son impredecibles, que no les interesa la política y que, por tanto, no tienen una identificación ideológica fija.
Juan Pablo Lavín, de la Encuesta Panel Ciudadano de la Universidad del Desarrollo (UDD), viene haciendo un seguimiento de este votante desde hace años y, por tanto, ha podido trazar ciertas de sus cualidades en el tiempo.
En conversación con BBC Mundo explica que estos nuevos votantes son proporcionalmente más hombres que mujeres, más jóvenes que adultos, y de perfiles socioeconómicos más bajos que altos; de clase media-baja y baja.
Asimismo, señala que estarían más en regiones y en la periferia que en los centros urbanos del país.
En cuanto a su aproximación con otros procesos electorales previos, Lavín recalca que son personas que tienen un alto nivel de desconfianza en las instituciones, pero sobre todo, en quienes ejercen el poder al momento de realizarse los comicios.
"Tienen una contraposición a quien está en el poder que es muy fuerte. Lo que tiene sentido con la idea de que la política no sirve para nada y por eso voluntariamente elegían no participar. Para algunos es indiferencia, para otros frustración, para otros rabia", sostiene Lavín.
De acuerdo a los números de Panel Ciudadano UDD, esto quedó de manifiesto en el plebiscito constitucional del 4 de septiembre de 2022, donde la mayoría de los chilenos votó en contra de la propuesta de una nueva Constitución.
"8 de cada 10 de los votantes obligados rechazó la propuesta constitucional. Según nuestros números, si ellos no hubieran participado se podría haber aprobado perfectamente el texto", dice Lavín.
Tomás Duval, analista y magíster en ciencia política y académico de la Universidad Autónoma de Chile, agrega que entre el votante obligado "no existe esta coherencia más común en un votante politizado que vota izquierda y va a votar siempre izquierda. Aquí no, este grupo de personas puede votar en una elección a la derecha y en la próxima puede votar izquierda".
Eso -dice- quedó de manifiesto en las elecciones de gobernadores regionales de 2024, donde hubo segunda vuelta.
"Cuando uno cruzaba la votación de la primera vuelta y segunda, uno veía que en mesas donde primero ganó un candidato republicano (de derecha), después ganaba en la segunda el candidato del Frente Amplio (de izquierda)".
"Entonces no tienen una coherencia ni consistencia ideológica, lo que los hace bien complejos para las candidaturas y hace de esta una elección muy incierta", recalca.
De acuerdo a diversos analistas, este votante obligado además tiene una importante preocupación por temas como la inseguridad por el aumento de delitos violentos y la presencia de grupos criminales como el Tren de Aragua. Otro tema que capta su atención es la inmigración.
Un elemento que caracteriza, en general, a este votante es una sensación de pesimismo ante el futuro.
Lavín asegura que también tienen poca paciencia cuando se trata del cumplimiento de promesas.
"Valoran mucho menos los procesos democráticos, el consenso, la conversación. Ese tipo de cosas los tienen cansados. Ellos quieren un cambio ya".
¿Cómo pueden afectar la elección?
Y ahora vienen las preguntas que más han ocupado a los candidatos y analistas en estos meses de campaña: cómo capturarlos y a quiénes podrían favorecer en las elecciones.
Antes de entrar a los análisis es importante decir que nadie puede predecir cómo van a actuar en las urnas. Pero sí se pueden intuir algunos movimientos o tendencias.
Lo que leen comandos y expertos es que este grupo de personas tendería a favorecer a los discursos outsiders y más duros en materia de seguridad y migración.
Pero también a aquellos que son más conocidos y se han alzado como la oposición al gobierno actual.
Por eso, la primera intuición de los analistas es que estos votantes podrían preferir más a candidatos de derecha que de izquierda.
"Nosotros que seguimos a los votantes en el tiempo, vemos que ellos son los que más cambian de preferencia, pero lo hacen entre los opositores. El movimiento de cruzar o volver a (Jeannette) Jara es muy poco frecuente. Sigue habiendo 8 de cada 10 que votan en contra de la continuidad del gobierno de (Gabriel) Boric", afirma Lavín.
En ese sentido, alternativas como el populista Franco Parisi o el libertario Johannes Kaiser, podrían verse beneficiados.
Parisi ha basado toda su campaña en la idea de que el sistema está quebrado, pero que él sabe cómo hacer que las personas comunes y corrientes también saquen provecho de aquello. Y Kaiser ha asumido la batalla cultural en temas como la familia y el aborto, pero además, ha endurecido su discurso en torno a la migración y la seguridad.
Pese a lo anterior, Lavín sostiene que -de acuerdo a sus datos- el votante obligado aún reconoce a José Antonio Kast como la antítesis de quienes hoy ostentan el poder.
El fundador del Partido Republicano fue precisamente quien le compitió a Boric en el balotaje presidencial pasado. Por lo tanto, entre personas que no se interesan ni siguen la política, Kast podría alzarse como su antípoda más conocida a la continuidad de su gobierno.
Duval sostiene que el votante obligado recién se está empezando a preocupar de las elecciones de este domingo. Y que los días previos a los comicios serán cruciales para la definición de esos votos.
El analista afirma, además, que en general el votante obligado desconfía de los medios tradicionales y se informa principalmente a través de redes sociales.
En la recta final antes de los comicios, los candidatos parecieran estar apelando -en parte- a este mundo con salidas comunicacionales polémicas, como lo hizo el propio Kast en un cierre de campaña hablando detrás de un biombo de cristal antibalas; Evelyn Matthei al estrenar un polémico video en donde apuntó a diferenciarse de sus rivales o el propio Kaiser, quien reiteró que, de llegar a ser presidente de Chile, indultará a condenados por violaciones de derechos humanos.
Todo ello busca apelar al votante de derecha más comprometido, pero también a parte de esos millones a los que no solía interesar las elecciones y que ahora estarán obligados a decantarse por un nombre.
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