Imagina que caminas por la calle y, de pronto, alguien te señala y te grita: "¡Eres un caviar!".
¿Qué pensarías? Si no eres peruano, probablemente el término te resultaría extraño. Pero si vienes de Perú, sabrías de inmediato que se trata de un insulto.
El concepto, sin embargo, va mucho más allá de una simple ofensa —y su uso ha trascendido las fronteras peruanas.
De todo eso habla el doctor en ciencias políticas y académico Eduardo Dargent en su último libro "Caviar. Del pituco de izquierda al multiverso progre", donde analiza lo que significa ser un "caviar de izquierda" y las complejidades que enfrentan quienes, en una situación social privilegiada, intentan defender ideas progresistas.
Dargent no es ajeno a ese mundo: él mismo se reconoce como parte de él. "Es imposible negarlo", le dice a BBC Mundo. "Además, lo más caviar es negar ser caviar", agrega entre risas.
Esa aproximación, sin embargo, no le impide ser crítico ni abordar el fenómeno con matices. ¿Qué significa realmente el "caviarismo"? ¿Por qué genera tanta antipatía? ¿Qué presencia tiene hoy en América Latina?
De eso y más conversamos con Dargent en el marco del Hay Festival Arequipa, que se celebra entre el 6 y el 9 de noviembre.
Comencemos por una pregunta básica: ¿qué significa ser caviar?
Caviar es una persona que defiende una ideología progresista y es de clase media para arriba. Normalmente esa persona es de izquierda, aunque hay sectores de derecha que defienden el poder estatal, los derechos humanos o las políticas de adecuación del mercado que también podrían ser catalogados de caviar.
Y ¿se puede comer caviar y defender ideas de la izquierda socialista?
Sí. Es parte de la historia del socialismo en muchos lugares, especialmente del socialismo democrático. Cuando este agarró fuerza, convenció a sectores de clases medias y altas de hacer una alianza con sectores más populares. Esa alianza siempre ha sido complicada para las izquierdas. Porque ¿qué puede saber alguien que no ha vivido la vida del pobre sobre lo que es bueno para un pobre? Pero ¿se puede vivir relativamente bien y tener ideas de izquierda? Yo creo que sí.
En Chile, una de las candidatas a la presidencia en las próximas elecciones, Jeannette Jara (PC), dijo que los comunistas también tienen derecho a tener iPhone"… ¿Se trata un poco de eso todo esto?
Claro, por supuesto que se puede ser socialista o comunista y tener productos de ese tipo. En donde sí hay una tensión es cuando alguien defiende ideas igualitarias y en su vida cotidiana ejerce una desigualdad. Eso se ve muy mal.
¿Un ejemplo?
Convocar una conferencia sobre la igualdad y hacerlo en espacios de lujo, excluyentes. Una buena comprensión del mundo más igualitario pasa por reconocer que los niveles de concentración de riqueza se deben discutir, pensar, luchar.
Hay un concepto en tu libro que tiene que ver con la "izquierda más de izquierda" que ataca al caviar. Esa izquierda, ¿se siente más calificada para representar las ideas socialistas? ¿Hay algo de superioridad en esa izquierda?
Hay dos dimensiones allí, creo. Por un lado, procedencia social, pero también radicalismo. A veces coinciden. Por el lado social se sienten, o se saben, más proletarios. Por tanto, más cercanos al pueblo que la izquierda dice representar. Y claro, cuando se mezcla con radicalismo, también ejercen superioridad como "verdaderos" revolucionarios frente al moderado caviar. Incluso aquí alguna izquierda acusa al caviar de moderación precisamente por su condición de clase.
¿Los ven como traidores?
La principal crítica tiene que ver con su relación con el poder. Se explota esta idea de que tienen intereses transnacionales que inhiben el cambio social. Que son excluyentes, que supuestamente no son conscientes de sus privilegios cuando diseñan políticas públicas. Los sectores más radicales los ven como un engranaje más en la conspiración por el control del poder.
¿Hay algo de resentimiento social en todo eso?
Por supuesto. Pero me gusta más el concepto en inglés, resentment, porque muestra una rabia, una molestia por algo. Creo que hay algo de resentimiento en ese sentido crítico en contra de los caviares; de que no son conscientes de cómo la desigualdad se cuela incluso en espacios que se llaman igualitarios.
Entonces las políticas públicas igualitarias conducidas por funcionarios caviares pueden generar una serie de barreras de exclusión que son discriminatorias o contraproducentes. Hay algo de crítica cierta en esa molestia.
Esa es una crítica que, a tu juicio, ellos sí se merecen entonces. ¿Hay otras?
Creo que a veces por tener una mirada muy moralista pierden de vista las complejidades de los problemas sociales. Por ejemplo, las economías ilegales. Todos estaremos de acuerdo que las economías ilegales tienen consecuencias muy negativas y que hay poderes fácticos detrás de ellas. Pero también hay un drama social y emplean gente. Y generalmente se ve sólo ese lado más criminal y no tanto la dimensión social que también merece atención.
Por otra parte, hay un desprecio por la política electoral que es muy costoso, porque es la que te lleva a pactar, a moderarte, a entender que hay cosas que tienes que hacer para avanzar. Ese desprecio les permite mantenerse con una puridad moral, intelectual, ideológica, pero no aterrizar para ser un agente más político de cambio.
Dentro del espectro de la izquierda woke, ¿dónde podemos situar al caviar? ¿Representan lo mismo?
Sí, mucha gente de la izquierda woke es caviar, pero no agota el término. Yo, por ejemplo, soy muy crítico con muchas cosas de esta izquierda más comunitarista que ha vuelto a la identidad. Creo que es una izquierda que perdió muchas de las características de la izquierda democrática, que avanzó en muchas agendas, y ha terminado generando rechazo. Por lo tanto, se puede ser caviar y no comulgar con la forma de ver el mundo de esta izquierda más woke.
En tu libro también dices que los caviares reciben críticas desde la derecha…
Sí, principalmente por apoyar causas que ellos consideran inadecuadas y ejercer su poder para limitar el desarrollo nacional. Hay una derecha que cree que cuando defiendes las causas ecológicas, o los derechos humanos, estás limitando el desarrollo de proyectos energéticos o mineros que traerían más bienestar.
Más allá de las izquierdas y derechas, también planteas que generan antipatía general en la sociedad. ¿Por qué?
Parte de lo que los hace antipáticos tiene que ver con la pituquería, con su procedencia social y con eso de la prédica 'yo te voy a explicar lo que es ser pobre'. También creo que es percibido como antipático porque tiene intereses que no son necesariamente los de la mayoría. Por ejemplo, la diversidad sexual, las causas ecológicas, el derecho de la mujer, la legalización del aborto, etc.
Hay sectores, además, que pueden desarrollar cierto radicalismo moral o descalificador o cancelador. Pero en general creo que el caviar es criticado por la izquierda por no ser suficientemente radical y es criticado por la derecha por ser de izquierda.
¿Esa antipatía es la que hace que los caviares no quieran ser caviares?
No quieren ser caviares porque el término es un insulto para señalar a alguien que vive bien y defiende ideas progresistas. 'Se cree socialista, pero tiene departamento frente al mar', se suele decir. Con frecuencia, si a un candidato político lo llaman caviar, va a tener que asumir un costo, porque es equivalente a que te digan pituco (de clase alta) y, para colmo, que está buscando el voto de los que no son necesariamente pitucos, que es lo que lo hace más contradictorio. Pero no hay nada más caviar que decir que yo no soy caviar.
Ya hablamos de las críticas. ¿Qué mérito ves en quienes pertenecen a una situación social privilegiada y defienden ideas progresistas?
Creo que han cargado con agendas que son fundamentales en países latinoamericanos como los nuestros: la lucha contra la pobreza, el criticar los límites del modelo de desarrollo, que suele no penetrar en bolsones de pobreza, o el defender causas de derechos humanos.
Los violadores de derechos humanos simplemente no quieren que haya caviares. Hay derechas conservadoras, izquierdas conservadoras, que conviven mejor con el statu quo, aun cuando haya gente de buena voluntad. Conviven con mucha facilidad con una serie de vicios y problemas de larga data. Entonces sin estas ideas caviares, liberales o centristas, muchas de esas agendas se pierden.
En tu libro dices que en algún momento los caviares fueron muy poderosos en América Latina. ¿Cuánto queda de eso? ¿Qué tan poderosos son hoy día?
En el caso peruano tuvieron mucha influencia pues ocuparon posiciones en ministerios y tenían vínculos internacionales que les permitieron avanzar en sus agendas. Pero ese poder ha disminuido. Al no tener un respaldo político organizado, su influencia ha caído en un contexto internacional donde han aumentado los populismos y, sobre todo, los populismos de derecha.
Entonces no son buenos tiempos para los caviares. Si quieren mantener su influencia, deben establecer algún tipo de organización más política. No quiero decir un partido político caviar, pero por lo menos ser parte de una facción u organizar algunas alcaldías, tener presencia dentro de partidos.
Y más allá de Perú, ¿cuál es la presencia de los caviares en otros países de América Latina?
Creo que están en todos los países y son reconocibles. Tiene distintos nombres, aunque en Argentina, por ejemplo, Javier Milei usa la palabra caviar. El concepto viene de Francia con la Gauche Caviar, y luego de España, donde también se usa el término. En Colombia se les llama mamertos, mientras que en Chile socialistas de champán o red set.
En el libro dices que Mario Vargas Llosa es caviar. ¿Qué otras figuras latinoamericanas entran en esa calificación?
Lo de Mario Vargas Llosa es curioso porque antes de su muerte ya nadie lo calificaba de caviar porque se volvió más a la derecha en muchas cosas. ¿Qué otras figuras? Fuera del Perú, el presidente de Chile, Gabriel Boric, probablemente podría ser considerado caviar. Antes de asumir el gobierno, nadie lo habría calificado como tal, pero ahora sí. En Colombia, la candidata Claudia López (exalcaldesa de Bogotá) o Sergio Fajardo (exalcalde de Medellín y exgobernador de Antioquia) también son caviares.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ¿es caviar?
Creo que no. Me parece que Andrés Manuel López Obrador está más a la izquierda que el caviar. Pero Sheinbaum en Perú, y sin partido político, probablemente sí sería caviar.
Hablando de los gobiernos de Venezuela, Nicaragua o Cuba. ¿Qué posición suelen tener los caviares de izquierda al respecto?
Esa es una diferencia interesante. La mayoría de los caviares no tienen ningún problema en calificar a Venezuela o a (Daniel) Ortega (presidente de Nicaragua) de regímenes autoritarios.
Con Cuba siempre queda esta cosa medio romántica que a veces les cuesta sacarse de encima. Aun así, creo que cualquier caviar razonable se da cuenta de que no puede apoyar un régimen que atropella las libertades básicas… Pero probablemente escucha a Silvio Rodríguez.
¿Cómo se siente el caviar hoy día en un mundo que parece estar volcándose hacia la extrema derecha?
Es un mundo donde si el caviar no ha tenido mayor capacidad de desarrollo de capacidades organizativas, va a ser más difícil su supervivencia.
Finalmente, ¿por qué decidiste escribir un libro sobre lo que significa ser caviar?
Hace unos años el propio gobierno peruano denunciaba que el poder caviar estaba en su apogeo; que eran los responsables de todo lo malo que pasaba en el país: capaces de echar ministros, armar conspiraciones.
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