Luis Magallanes
BBC/Jorge Pérez
Luis Magallaes, tenor venezolano, en un ensayo en la Ópera de Zúrich.

Zúrich está helada. Una brisa plateada peina la hierba de los parques y anuncia el invierno, pero la Sechseläutenplatz, luminosa a mediodía, parece desafiar la estación. Luis Magallanes, tenor venezolano e integrante del coro de la Ópera de esta ciudad suiza, se ajusta una bufanda gris para cubrirse la garganta -su herramienta de trabajo- mientras cruza la plaza hacia la estación de Stadelhofen.

"El sol de Venezuela es mucho más azul", dice y señala al cielo.

Acaba de terminar el ensayo de "La fuerza del destino", una ópera de Giuseppe Verdi que narra la historia de un amor desventurado en medio de la guerra y que trata temas que Luis conoce de primera mano: hambre, poder, exilio.

Hace solo siete años, debido a la precariedad en la que vivía, Luis tuvo que salir de su país.

A pesar de tener un trabajo en Venezuela con su correspondiente sueldo, solo le alcanzaba para la comida del día.

En ese momento, Luis no sabía si tenía que dejar atrás su sueño de ser un cantante lírico como el peruano Juan Diego Flórez, a quien había aprendido a admirar, y en lugar de eso viajar a Argentina para trabajar en una carnicería, una de las pocas alternativas de empleo que tenía aseguradas.

Se decidió por hacer el intento y no dejar atrás sus profundos deseos de cantar. Para eso, se puso a escribirle a famosos del mundo musical en Venezuela que estuvieran fuera del país y que pudieran darle una mano.

Entre ellas, la pianista venezolana Gabriela Montero, la misma que tocó en la toma de posesión de Barack Obama de 2009 junto a nombres como Itzhak Perlman y Yo Yo Ma, la que este año lo hizo frente al Papa León XIV y, hace apenas días, en la entrega del Nobel de la Paz a María Corina Machado, en Oslo.

Luis siendo niño en las calles de Venezuela.
Luis Magallanes.
Luis nació en Zaraza, en los llanos venezolanos.

Montero le pidió que grabara un video en medio de la crisis económica venezolana de 2017 y en ese momento se abrió la primera puerta.

El Sistema

"El sol de Zaraza es mucho más azul", dice Luis, para precisar el lugar en que nació hace 35 años.

Con la diversidad que tiene la diáspora venezolana en el mundo, se ha vuelto una práctica común especificar de dónde se viene. Ya no basta con decir que eres venezolano. Es necesario ser exacto: Zaraza, estado de Guárico, en los llanos. A unos 330 kilómetros al suroeste de Caracas.

Esa precisión permite quizá comprender la vocación musical: en el llano venezolano, las casas parecen construidas con música. Especialmente con el joropo, un ritmo extendido en esta parte del país que todos conocen como si fuera un familiar. Y en medio de ese ambiente, Luis comprendió desde pequeño que quería ser solo una cosa: profesor de música.

Con esa intención se inscribió en "El Sistema", que es la forma amigable como se conoce al Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, un programa creado en 1975 por el músico José Antonio Abreu, quien tenía una sola idea: que los niños tuvieran acceso a educación musical de forma gratuita.

"Yo aprendí a tocar varios instrumentos y el amor por la música clásica en El Sistema", dice Luis.

Pero la verdadera revelación de su vocación la tendría en febrero de 2009.

Tenía 19 años y sus estudios para ser docente iban de acuerdo a lo planeado. Sin embargo, el 4 de febrero de ese año, Luis entró a su casa después de una mañana de ensayos y prendió el televisor: en la pantalla estaba la orquesta Simón Bolívar dirigida por un jovencísimo Gustavo Dudamel acompañada por una voz prodigiosa, la del tenor peruano Juan Diego Flórez.

Luis Magallanes en un coro dentro de una iglesia en Venezuela
Luis Magallanes
Luis hizo parte del coro juvenil de Zaraza.

"Quedé tan impresionado por la profundidad, por el color de esa voz, que aunque no lo dije en voz alta, sí lo pensé: quería ser como él".

Entonces además de sus horas de profesor de coro y música en El Sistema, comenzó a participar como tenor en obras que se presentaban en Caracas, especialmente en el teatro Teresa Carreño.

Arepas con mantequilla blanca

El 13 de febrero de 2013, el entonces ministro de Finanzas del gobierno de Hugo Chávez, Jorge Giordani, apareció en cadena nacional para anunciar que el bolívar iba a sufrir una devaluación de casi el 46%.

"Para mí ese fue el día en que todo comenzó a ir peor en Venezuela. Y todavía no se ha terminado", opina Luis.

El cantante lírico recuerda que esa misma tarde, como un acto de magia maldita, los productos en el supermercado tenían un precio por la mañana, y otro por la tarde.

Según lo recuerda hoy, esa fue la puerta de entrada a una vorágine que terminó con la peor crisis económica que ha visto un país en tiempos de paz desde la II Guerra Mundial: una hiperinflación que alcanzó el 130.000%, un desabastecimiento del 80% de los productos básicos y una economía contraída en cerca del 11%.

Luis experimentó esos números en su propio pellejo cuando recibió el sueldo como profesor de música en El Sistema y solo le alcanzó para comprar 400 gramos de carne.

"Si tuviera que elegir una palabra, diría 'desesperación'. Tenías que dormir encontrando algo que te ayudara a olvidar el hambre", rememora.

Bandera venezolana con personas vistas a contraluz
Getty Images
La crisis hizo que cerca de seis millones de venezolanos tuvieran que salir de su país.

La profundización de la crisis, entre 2013 y 2017, llevó a que cerca de seis millones de venezolanos tuvieran que salir del país. Luis comprendió que tenía que dejar Zaraza en una Navidad , cuando en vez de las tradicionales hallacas, la ensalada de gallina y el pan de jamón -que no habían faltado incluso en momeno de escasez- lo único que pudo comer fueron arepas con mantequilla blanca.

Las puertas de salida eran limitadas: un amigo en Argentina le había ofrecido trabajar allí en una carnicería.

"Pero no quería dejar de cantar. Yo no quería que se apagara mi voz".

Entonces decidió ejecutar su acto de fe más grande. A través de su perfil de Facebook Messenger decidió enviarle un saludo a la pianista Gabriela Montero. No era su amiga, nunca la había visto ni siquiera en persona, pero sabía que había ayudado a varios venezolanos, profesionales de la música como él, en medio de la crisis.

Montero estaba recorriendo el mundo. Se había hecho un nombre en el complejo universo de la música clásica no sólo por su técnica espléndida, sino porque sus presentaciones tenían un apartado inusual de improvisación que había sido bien recibido por los públicos del planeta.

Luis le escribió una vez…

Dos veces…

Tres veces…

"Me demoré dos años en contestarle", le cuenta Gabriela a BBC Mundo, en una charla a través de Zoom desde Washington, donde prepara una presentación.

Ella recuerda que una de las cosas que más le llamó la atención de Luis fue su amabilidad, a pesar de nunca le había respondido los mensajes, no se tornó agresivo, "como me pasó muchas veces".

Una vez que le escribió, Gabriela le pidió que le enviara un audio para saber cuál era su registro de voz.

Gabriela Montero en el piano durante la posesión de Barack Obama en 2009.
Getty Image
Gabriela Montero, en el centro, durante la posesión de Barack Obama en enero de 2009, junto a Itzhak Perlman y Yo Yo Ma.

"Debido a la situación, yo solo tenía una grabación a la mano: Un’aura amorosa, un aria del primer acto de la ópera Così fan tutte de Mozart -dice Luis- y eso fue lo que le envié".

Al otro lado del Atlántico, Gabriela recibió el mensaje de voz y lo escuchó con su marido, Sam McElroy, un respetado barítono irlandés con una prestigiosa carrera en su país.

"Cuando lo escuchamos ambos quedamos fascinados. Sam me dijo que la voz de Luis tenía algo que no se podía enseñar", recuerda Gabriela.

De hecho, su marido fue mucho más allá: "Su voz tiene una musicalidad sumamente natural, como un instrumento espectacularmente bello y conmovedor".

Básicamente, que podría tener una carrera como cantante lírico.

Y que por supuesto había que ayudarlo.

Entonces le pidieron lo que era corriente en estos casos: un video, donde no solo se lo escuchara cantar sino se viera la forma en que lo hacía. Con el video en la mano, podrían contactar a sus conocidos y buscar la mejor forma de ayudarlo.

"Me respondió 'Maestra, deme un par de días que yo se lo mando'. Yo pensé que era una cuestión de agarrar el celular y grabar. Durante dos meses no supimos nada de él", cuenta la pianista.

De Zaraza a Barcelona

"Maestra, deme un par de días que yo se lo mando"…

Luis recuerda que en ese momento, a mediados de 2017, no estaba seguro de que fuese posible grabar un video para una audición.

Primero que todo, necesitaba un piano. En Zaraza apenas había uno y estaba tan deteriorado que hubiera sido imposible afinarlo para una presentación decente. Necesitaba un piano y un lugar para grabar.

La respuesta era una sola: Caracas. Durante dos meses buscó la manera de reunir el dinero para poder pagar el transporte, el alquiler de la sala y lo básico para dos días en la capital del país.

"Nunca olvidaré que mi familia, mis amigos, todos pusieron algo: un cepillo de dientes, un cojín del desodorante, un par de arepas. Parecía poco, pero era todo lo que tenían".

Tras dos arduos meses, Luis logró grabar el video. De nuevo, Un’aura amorosa. De nuevo, invocar el espíritu de Mozart.

Con el video en mano, Gabriela y Sam montaron una página de crowdfunding y en menos de dos meses recolectaron 6.000 euros. Lo suficiente para pagarle a Luis el viaje a España para que participara en las audiciones del Centre de Perfeccionament en Valencia.

Audición de Luis Magalles en video.
Luis Magallanes
La audición la grabó en Caracas. Con eso pudo recolectar cerca de US$6.000 para viajar a Europa.

"Si ganaba la beca, tendría dos años para estudiar y buscar abrirme un camino dentro de las distintas óperas en Europa", explica Luis.

El 4 de mayo de 2018, se montó en un avión en el aeropuerto de Maiquetía.

"Solo cuando el avión despegó caí en la cuenta de que estaba dejando mi país tal vez para siempre. Y lo sentí en las piernas".

El caso irlandés

De acuerdo a varias investigaciones, una de ellas publicada en la revista Newsweek, los venezolanos perdieron en 2017 un promedio de 11 kilos de peso debido al desabastecimiento de alimentos.

Gabriela recuerda la impresión que le dio cuando se encontraron con un abrazo en el aeropuerto de Barcelona.

"Estaba demacrado. Parecía un fantasma", recuerda la pianista.

La idea era prepararse para la audición en el centro valenciano. Al día siguiente, Gabriela preparó una cena e invitó a varios amigos para que conocieran a la voz que los había impresionado en el video. En medio de la comida, Luis se levantó, visiblemente conmocionado, y pidió permiso para retirarse.

"Me apabulló todo, la culpa de ver tanta comida junta, mientras mi familia se moría de hambre en Venezuela. Yo no podía disfrutar de eso. Me fui a llorar a un cuarto".

Con el peso de la culpa y los sueños de un futuro distinto, el 12 de mayo de 2018, Luis se presentó en la audición.

No quedó.

"Era muy difícil. A pesar del talento de Luis, la principal herramienta de un cantante lírico es su cuerpo. Y él había llegado muy apabullado por la crisis", resume Gabriela

Luis se cubre la cara cuando recuerda ese momento.

"Sentí que le había fallado al mundo entero y no sabía cómo seguir".

Gabriela Montero con Kuis Magallanes
Luis Magallanes
Gabriela Montero con Luis Magallanes en el aeropuerto de Barcelona en mayo de 2018.

Entonces apareció Sam. "Papá Sam", lo llama Luis. Él había hecho parte de un programa de becas de la escuela de música de Irlanda. Era muy similar a la que ofrecía el programa de Valencia. Dos años. Una ventana para el futuro.

"Y yo me logro ganar la beca, pero me niegan la visa para estudiar", relata Luis.

Era agosto y el curso comenzaba en septiembre. Y así como Luis había hecho ese acto de fe improbable de escribirle a la pianista venezolana más famosa de su país para que le ayudara a salir, Sam hizo lo mismo: le escribió al ministro de Justicia de Irlanda, Charlie Flanagan, a quien no conocía, y puso en una carta la historia de Luis.

"Resulta que el señor ministro se acordaba de Sam cantando en la Ópera -dice Gabriela-, entonces decidió ayudar a Luis con la visa".

Zúrich

La casa de Luis huele a casa. A una construcción apacible de Zaraza. Es un pequeño apartamento ubicado en la zona de Wetzikon, en el oeste de Zúrich. Acaba de entrar y recibe un aroma de pollo asado, arepa frita y ensalada de repollo -sin mucha mayonesa, como se hace en Venezuela- que acaba de preparar Dayana, su esposa.

"El día que me vine de Venezuela, con la plata que tenía para comer, le compré un teléfono, porque yo sabía que si no me podía comunicar con ella, no iba a poder a lograr nada", señala Luis.

Tras los dos años en Dublín, una de las directoras artísticas de la Opernhaus de Zúrich lo escuchó cantar y le ofreció un puesto permanente en el coro de la ópera.

Se mudó entonces en 2020 a la ciudad suiza. Dayana le siguió los pasos a los pocos meses de su salida de Venezuela, pero tuvo que vivir en España durante cuatro años por los problemas de visado. Solo cuando tuvo su empleo y su residencia legal en Suiza pudieron reunirse y casarse.

"Ella es fundamental para mí, porque cuando mi voz desaparece, por las razones que sea, ella aparece. Ella sabe exactamente cuándo aparecer".

Sentados en la mesa del comedor, ambos se sienten agradecidos: con sus familias, con sus amigos, con Gabriela y con Sam.

"Pero no dejamos de tener algo de culpa de vivir en este lugar tan bonito, con un empleo, mientras que nuestras familias no la están pasando bien", relata Dayana con lágrimas.

Dayana y Luis en Zúrichh.
Jorge Pérez / BBC Mundo
Aunque ambos celebran su vida en Zúrich, tanto Dayana como Luis saben que sus familiares todavía viven una situación difícil en Venezuela.

El año pasado, Luis estuvo de gira con varios papeles en óperas en Italia durante el verano. También en la Opernhaus de Zurich ha tenido algunas presentaciones como solista, más allá de sus personajes en el coro.

"Yo soy tenor agudo y muchas obras están escritas para este tipo de interpretación. Eso algo que me dio la música de mi llano".

Por supuesto: no tiene palabras para agradecerle a Gabriela. A Sam. A su familia en Zaraza. A los amigos en Europa.

Por eso la fuerza cada vez que canta. Parece que construye casas cuando entona su voz, como la música de los llanos lo hizo en su pueblo natal.

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