Hannah Arendt con una blusa oscura está recostada sobre una pared en un sofá
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Hannah Arendt en una foto de 1949.

"Los humanos, aunque han de morir, no han nacido para eso sino para comenzar".

La autora de esa frase vivió la primera posguerra, huyó del nazismo, fue refugiada, estudió el totalitarismo, cubrió el juicio de uno de los organizadores del Holocausto, nos habló del "mal radical" y de "la banalidad del mal".

Aun así, en la obra de Hannah Arendt, una de las principales pensadoras políticas del siglo XX, hubo un espacio para creer en nosotros como especie.

"Esta idea de que los seres humanos son inicio, capacidad de interrupción, de irrupción, de novedad, puede permitir pensar que en Arendt hay una suerte de idea de esperanza", le dice a BBC Mundo la filósofa Josefina Birulés, una de las más destacadas especialistas en la obra de la autora alemana.

Y es que, indica la investigadora, "Arendt estaba más interesada en aquello que ilumina, que en la oscuridad que nos rodea".

"El espíritu de su pensamiento es extraordinariamente vigente y los conceptos y categorías que introdujo siguen sirviendo para acercarse a nuevas realidades", añade Agustín Serrano, investigador del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España.

Criticada por unos, elogiada por otros, este jueves 4 de diciembre se cumplieron 50 años de la muerte de la historiadora cuya relevancia no conoce el paso del tiempo.

"Una nueva clase de seres humanos"

Arendt nació en 1906, en Alemania, en el seno de una familia judía.

Con el ascenso del nazismo, tuvo que huir de su país a los 27 años. Vivió varios años en París y, en 1941, se fue a Estados Unidos, donde se radicó y realizó distintos trabajos, entre ellos el de periodista.

Retrato de Hannah Arendt, que lleva el cabello suelto y largo y posa con una mano tocando el rostro
Mondadori via Getty Images
Arendt tuvo que abandonar su carrera académica en Alemania y dejar el país tras la llegada del nazismo.

Birulés cuenta que en esa época Arendt estaba sistemáticamente preocupada por los amigos que habían quedado atrás, por cómo podía ayudarlos a escapar de los horrores del nazismo.

Ella misma se convirtió en una refugiada.

"Basta leer un artículo que es una auténtica maravilla, es irónico, sarcástico: 'Nosotros, los refugiados', que valdría la pena releerlo hoy".

Ese texto, publicado en 1943, Arendt lo inició así:

"En primer lugar, no nos gusta que nos llamen 'refugiados'. Nosotros mismos nos llamamos unos a otros 'recién llegados' o 'inmigrantes’".

Más adelante escribió: "Aparentemente nadie quiere saber que la historia contemporánea ha creado una nueva clase de seres humanos: la clase de los que son confinados en campos de concentración por sus enemigos y en campos de internamiento por sus amigos".

Por 18 años, Arendt fue una refugiada apátrida hasta que adquirió la nacionalidad estadounidense en 1951.

La eliminación de lo político

Ese año, publicó "Los orígenes del totalitarismo", una obra considerada clave para comprender el siglo XX.

Allí describiría el totalitarismo como un "mal radical".

De acuerdo con Serrano, la escritora tuvo la lucidez de reconocer que es "una forma de violencia y dominación que no tiene ejemplos en la historia, por crueles que hayan sido las tiranías y los despotismos del pasado".

Joseph Stalin en una palestra con micrófonos
Getty Images
Arendt examina el desarrollo histórico del totalitarismo. Uno de los casos que estudia es el del estalinismo en la Unión Soviética.

Planteó que esa forma de gobierno se ha producido en dos casos distintos: el totalitarismo nazi y el estalinismo en la Unión Soviética.

Ese libro es una especie de radiografía de un nuevo régimen que, según la pensadora, consistía en "la absoluta y declarada" aniquilación de lo político, explica Birulés.

"De aquí que ella no se haga las preguntas tradicionales: ¿cómo repensar la dignidad humana?, ¿cómo repensar los derechos? Lo que hace es preguntarse por el sentido y el significado de la política, que es lo que ha sido eliminado ya sea en el régimen nazi o en el estalinista".

Y esa idea de repensar el sentido de la política es lo que le permite hacer un diagnóstico de su propia época.

"Siempre fue una filósofa movida por el afán de comprender lo que estaba atestiguando", señala Serrano.

Por una parte, tenía ante sí "una especie de destrucción de la convivencia cívica y política, primero en Alemania y luego en Europa".

Y, por otra parte, "una amenaza a la condición humana como nunca se había experimentado".

En un juicio histórico

Lyndsey Stonebridge, profesora del departamento de Literatura Inglesa en la Universidad de Birmingham, cuenta que Arendt fue una de las primeras en descubrir lo que ocurría en los campos de concentración.

"La primera en estudiar el nuevo sistema de las 'fábricas de cadáveres', como ella las llamaba", escribió Stonebridge en el artículo Hannah Arendt’s lessons for our times: the banality of evil, totalitarianism and statelessness ("Lecciones de Hannah Arendt para nuestros tiempos: la banalidad del mal, el totalitarismo y la apatridia"), publicado en el sitio web de la Academia Británica.

Arendt había quedado horrorizada cuando vio los juicios de Núremberg en los años 40.

En 1960, Adolf Eichmann, considerado el cerebro logístico de Hitler, fue trasladado de Argentina, donde vivía, a Jerusalén para ser enjuiciado por su participación en la comisión de crímenes de guerra y de lesa humanidad.

Arendt, que escribía en la revista The New Yorker, pidió ser enviada como corresponsal para cubrir el juicio que se realizó en 1961.

Allí, vio al acusado en un cubículo de cristal antibalas.

Adolf Eichmann vestido de traje y corbata con dos guardias a los lados, dentro de un cubilo protegido por vidrios
Getty Images
Arendt pidió viajar a Jerusalén para cubrir como periodista el juicio a Adolf Eichmann.

Stonebridge cuenta que Arendt se encontró con "un hombre pequeño, más bien pomposo, hablando en clichés, engreído y radicalmente incapaz de pensar sobre dónde estaba y sobre quién hablaba".

"Eichmann era banal", pero eso no significaba que no fuera malvado, definitivamente lo era, indica la profesora.

Él representaba un tipo de mal.

"Este mal, decía Arendt, este mal irreflexivo se había introducido en nuestra cultura y se estaba propagando como un hongo".

"La banalidad del mal"

"El título de su crónica es muy conocido, pero poquísima gente la ha leído", dice Birulés.

En febrero de 1963, salió publicado el artículo: "Eichmann en Jerusalén-I. Adolf Eichmann y la banalidad del mal".

Lo que Arendt escribió allí generó irritación en algunos sectores.

Un plano general de la sala del juicio en la que se ve Eichmann en su cubículo, lo jueces y otros miembros
Keystone-France/Gamma-Rapho via Getty Images
"Cuando me presento ante ustedes", dijo el fiscal jefe Gideon Hausner al tribunal, "no estoy solo. Aquí conmigo en este momento están seis millones de acusadores".

"Una razón es que Arendt subraya que aquel personaje que tiene adelante, y de quien ha leído papeles y papeles de información que disponen los que asisten al juicio, es un hombre totalmente normal, no es un psicópata, sino que es el perfecto padre de familia del siglo XX que se ocupa de cuidar a su familia y que hace bien su trabajo, pero sin interrogarse sobre el trabajo que está realizando", explica la académica.

"Esta idea de que buena parte de quienes participar en el régimen nazi eran hombres perfectamente normales es una idea que algunos consideraron como una forma de exonerarlos".

"En cambio, si se piensa bien se podría decir que es más terrible porque psicópatas hay pocos, pero hombres normales hay muchos, esto que ella denominó la banalidad del mal", reflexiona Birulés.

La publicación de esos textos -que aparecieron primero como artículos en The New Yorker y después como un libro, "Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal", de 1963- "le costaron muchas amistades y disgustos".

La palabra banalidad aparece en el título y en un epílogo que añade cuando "las críticas arreciaron", recuerda Birulés. No es que hubiese presentado toda una teoría.

La investigadora recuerda que cuando Arendt les respondió a algunos amigos que la cuestionaban, les decía que ya había hablado del "mal radical" en "Los orígenes del totalitarismo".

Lo que hace Arendt es caracterizar a Eichmann como un individuo irreflexivo, que es incapaz de pensar, de reflexionar sobre lo que hace.

En una carta escrita en 1962, Eichmann dijo que personas como él fueron "obligadas a servir como meros instrumentos en las manos de los líderes" y que no se sentía culpable.

"Hay que decir que ni los juristas, jueces, fiscales, etcétera, que había en las sesiones, ni Arendt, pudieron leer lo que ahora nosotros podemos leer", señala Birulés.

Se refiere a documentos que, posteriormente, mostraron que "Eichmann era un auténtico antisemita y, por tanto, Arendt se equivocaba con él".

"Aunque, como bien dice quien hizo esa investigación tan seria sobre esos papeles, Eichmann no habría sido tan convincente si no hubiera tantos personajes normales que formaban parte del aparato del nazismo y que colaboraban con él".

¿Qué quiso decir?

Birulés es investigadora del Centro de Investigación Teoría, Género, Sexualidad de la Universidad de Barcelona, donde enseñó Filosofía entre 1979 y 2020.

Varias de sus publicaciones se han enfocado en el pensamiento de la filósofa alemana, como el libro "Una herencia sin testamento: Hannah Arendt".

Josefina Birulés con lentes, una chaqueta marrón, sentada en una presentación pública
Paco Freire/SOPA Images/LightRocket vía Getty Images
Para Arendt, la finitud humana viene dada por la natalidad, dice Birulés, una de las principales estudiosas de su obra.

Para comprender lo que Arendt quiso expresar con la banalidad del mal, la experta invita a preguntarnos "¿qué es lo que diferencia a Eichmann de personajes tan villanos y malos como los que vemos en algunas obras de Shakespeare, por poner un ejemplo?".

"Lo que dice Arendt es: ¿cómo se hace para juzgar tipos que aparentemente no tienen la intención de hacer el mal?".

"¿Cómo se hace para acusar a unos tipos que es evidente que son capaces de hacer el mal y siembran el mal en su entorno, cuando lo han hecho sin desobedecer la ley, cuando lo han hecho obedeciendo la ley?".

Las preguntas que se formula Arendt apuntan a cómo concebir un nuevo sistema de justicia que contemple a personas como estas y a un nuevo tipo de crimen.

Para Birulés, el concepto sobre la banalidad del mal cuestionó la tradición de pensar que el mal tenía que ver con una mala intención y "lo que hace Arendt es mostrar que el mal es posible en el siglo XX sin intención de cometer el mal, cumpliendo órdenes, cuidando muy bien a la propia familia".

"Hombres grises"

Serrano recuerda que, en medio de la polémica que desató, el libro sobre Eichmann lanzó a la fama a Arendt en el sentido de que su nombre salió de los círculos académicos y se posicionó en los medios de comunicación.

"Esa obra lo que fundamentalmente transmite es que para una empresa de mal organizado tan compleja, tan amplia, como fue el exterminio de la población judía en Europa, lo imprescindible eran, sobre todo, hombres comunes y corrientes que aceptasen colaborar sin hacer preguntas y que esta colaboración no les produjese problemas de conciencia".

Soldados con uniformes y botas negras desfilan y llevan estandartes que tienen la esvástica
Keystone-France/Gamma-Rapho via Getty Images
Desfile nazi en Berlín en 1939.

"Creo que ese es el perfil de la banalidad del mal: hombres grises que no eran propiamente fanáticos ni sádicos, que serían incapaces, como dice ella, de matar a su jefe y sin embargo fueron imprescindibles en la tarea de destruir millones de inocentes".

Esa realidad desconcertante y escalofriante es lo que queda plasmado en la banalidad del mal.

"La aportación de Arendt es muy significativa para la comprensión de lo que ocurrió, para fenómenos posteriores, quizás también actuales, que es esa tesis de que, si a los hombres comunes y corrientes se les garantiza impunidad, se adaptan a cualquier proceso de violencia organizada y lo viven con normalidad".

El investigador también reflexiona sobre la gran polémica que generó insinuar que Eichmann, quien era teniente coronel de las SS, reflejara ese perfil. Pero independientemente de eso, lo importante es que a la luz de lo que plantea Arendt miles de personas sí respondían a ese perfil.

"Yo no creo que sea incompatible decir que el mal fue radical y que parte de sus perpetradores respondían a ese perfil de la banalidad del mal".

Para el filósofo, es clave verlo como un complemento muy importante al análisis de lo que es un régimen totalitario y cómo funciona.

"Ella no dice que todos los dirigentes nazis puedan responder a ese perfil, lo contrario. Lo que sí dice es que esa empresa de destrucción organizada necesita gente, técnicos, administrativos, juristas, entre muchos otros, que no se hagan preguntas y que por principio no son personas malvadas".

El legado

Para Serrano, el legado de Arendt, su pensamiento, sigue "muy vivo".

"Un punto muy original de su obra es la reflexión sobre el hecho de que los seres humanos en realidad están llamados a la acción, a participar en los asuntos comunes, en lo que ella llamaba: el cuidado del mundo".

Y ahí es donde el filósofo ve en Arendt una fuente de esperanza y hasta de optimismo.

Hannah Arendt con una blusa, un collar, mira hacia abajo y se pone la mano en el cabello. En ella tiene un cigarrillo
Getty Images
Frases de la obra de Arendt se pueden encontrar fácilmente en internet. Incluso hay camisas y tazas con algunas de ellas y con su rostro.

"Siempre mantuvo que la política tiene una promesa que solo ella puede canalizar, que es la promesa de cuidar del mundo y que eso convoca a todas las personas, que no se puede delegar a un grupo, a un estamento de políticos".

"Ella decía que la libertad se experimenta actuando con otros, entre otros, lleno de limitaciones, de condicionantes, de dificultades; pero ahí es donde se presenta la libertad".

El filósofo añade que sigue pasando lo que ella misma dijo, que continúa siendo percibida como conservadora por las personas de izquierda y, al mismo tiempo, sigue siendo vista como demasiado avanzada, progresista, por los conservadores o las personas de derecha.

"Ni los liberales, ni los socialistas la cuentan como una de los suyos. Es una pensadora sin partidismos".

Birulés plantea que uno de los legados más significativos de Arendt es la idea de que no hay que pensar a partir de principios, sino que hay que hacerlo con la intención de entender lo que nos ocurre.

"Dejarse interpelar por la experiencia, por lo que nos toca vivir", indica la experta.

"Este es un legado que me parece importante ahora que casi no entendemos nada de lo que nos está ocurriendo".

"Como decía ella, el hilo de la tradición se ha roto, las viejas categorías ya no nos sirven, pero al mismo tiempo necesitamos ver dónde estamos y no nos basta con decir 'estos son unos tiranos' para saber que con ellos no queremos estar, pero para comprender en qué situación estamos es necesaria esta forma de comprensión que ella propone: partir de la experiencia y de ahí tratar de dar respuesta, no a la inversa".

Rincones

En medio de experiencias tan dolorosas y tiempos tan oscuros, Arendt habló de la natalidad, de la novedad que trae el nacer.

Birulés nos recuerda que la filosofía tradicionalmente ha entendido la finitud humana a partir de la imagen de su mortalidad.

Pero Arendt dice que es a la inversa, que la finitud humana viene dada por la natalidad.

Michael Hauskeller, jefe del departamento de Filosofía de la Universidad de Liverpool, recuerda que en el libro "La condición humana", Arendt celebró el hecho básico de que hayamos nacido.

De acuerdo con el académico, nos habló de la posibilidad de que con cada persona nueva que llega al mundo pueda pasar algo realmente nuevo porque cada persona es única.

"Así que cada nacimiento es potencialmente un nuevo comienzo, y es una oportunidad para otros nuevos comienzos que podrían cambiar el mundo", indicó Hauskeller en un artículo de la BBC.

"No estamos condenados a repetir todo lo que hemos hecho y los errores que hemos cometido como especie humana", añadió.

Birulés señala que Arendt era muy contraria al fatalismo y al optimismo absolutos, a ella le interesaba que el pensar partiera de la experiencia.

"Algo que es interesante de Arendt y que sorprende la primera vez que la lees y sigue sorprendiendo, a pesar de que ahora es más conocida, es que siempre mira hacia donde no mirábamos. Es decir, si hablamos de mal radical, ella habla de banalidad del mal; si hablamos de mortalidad, ella habla de natalidad".

Birulés resalta que "no es necesario estar de acuerdo con ella porque a veces es difícil estarlo, pero lo interesante es que nos obliga a repensar" las concepciones que teníamos.

O, como un amigo de Arendt decía de ella: "Siempre ilumina los rincones".

Raya gris
BBC

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