El primer domingo de agosto de 1961 fue el gran mitin de la Unión Cívica en Santiago, con la presencia de toda la directiva nacional y líderes de Santiago. El domingo siguiente se hizo otro gran mitin en Puerto Plata, un encuentro de gran éxito, pero que desencadenó hechos violentos. Relata Vega Imbert que “según nos enteramos luego, después del mitin hubo un incidente en el que quitaron unos letreros y retratos de Trujillo, entre otras cosas, en un club social deportivo. Luego hubo una represión muy fuerte en la que murieron asesinados en Sosúa dos personas muy conocidas, ambos jóvenes: Pedro Clisante, empresario, y el doctor Juan Alejo Martínez, médico, quien era de San Pedro de Macorís, pero estaba trabajando en Puerto Plata”.

Pedro Clisante.

Por estos asesinatos, la Unión Cívica de Santiago y otras ciudades del Cibao declaró huelga de 24 o 48 horas. Recuerda Vega Imbert que la huelga fue muy exitosa, a pesar de que los dueños de establecimientos comerciales estuvieron un poco temerosos y renuentes.

Vega Imbert cuenta que en el programa radial del movimiento se atacó con fuerza a los militares que cargaban con las muertes de los dos jóvenes, de quienes se rumoraba que pertenecían a una pequeña base aérea cercana a Sosúa.

A raíz de eso, el doctor Ramón Tapia Espinal, de quien era amigo íntimo, lo llamó y le dijo: “Hay que tener mucho cuidado con involucrar a los soldados o tropas de la Fuerza Aérea. Y te voy a hacer una confesión. El general Rodríguez Echavarría y yo hemos hablado varias veces. Esto que te voy a decir es un secreto que tienes que llevar a la tumba: Rodríguez Echavarría me ha dicho que él es fiel y leal hasta lo último con Ramfis Trujillo (que era el jefe de las Fuerzas Armadas en ese momento), y que, si en alguna hipótesis Ramfis sale del país o sale de la política, ni él ni muchos oficiales de la Fuerza Aérea van a permitir que los hermanos de Trujillo lleguen al poder”.

En ese momento, la confesión del abogado Tapia Espinal abría la sospecha de que había posibilidades de un quiebre en el oficialismo, dirigido por Balaguer como presidente, y Ramfis Trujillo como jefe de las Fuerzas Armadas.

Vega Imbert se sintió bastante motivado con esa confesión, que después tendría repercusiones, pues Rodríguez Echavarría es el hombre que, tres meses después, da el golpe en Santiago para sacar a los Trujillo. Hoy recuerda: “Yo busqué la forma de, sin revelar ese secreto, decir a la gente que más incidía en el programa de radio, que había que tener cuidado porque podía haber diferencias entre la gente que seguía a Ramfis y las que pudieran seguir, en una circunstancia dada, a los hermanos Trujillo. Creo que lo supe decir. En los programas subsiguientes no hubo referencia a la Fuerza Aérea”.

Luego de los mítines de Santiago y Puerto Plata, se hizo un mitin extraordinario en San Francisco de Macorís, del cual Vega Imbert recuerda lo siguiente:

“Al mitin de San Francisco de Macorís fue gente de todo el norte y de la capital, logrando un encuentro extraordinariamente grande y exitoso. Hubo muchos discursos y los ánimos estuvieron muy caldeados porque, ya terminando el mitin, el abogado penalista Eduardo Sánchez Cabral, de Santiago (que era muy conocido), cogió la tribuna y lanzó un discurso inflamatorio tremendo, que se transmitió por la radio.

De Santiago habían ido camiones llenos de gente, principalmente de jóvenes. Al regreso, ya muy cerca de Santiago, había unos campesinos con piedras y palos y algunos militares de bajo rango. Se lanzaron piedras y, según se dijo, también hubo disparos. Uno de los muchachos, que venía en una situación precaria dentro de un camión, cayó muerto al suelo. Ese muchacho se llamaba Fausto Jiménez y su muerte fue un impactante acontecimiento porque su familia era de clase media muy conocida.

Cuando se supo que eso había pasado, el consejo directivo de la Unión Cívica Nacional se reunió en la casa de su principal líder, Federico Carlos Álvarez, y se acordó que había que llamar a otra huelga, ya que la anterior había sido exitosa.

En el momento en que se estaba deliberando, y mucha gente acudiendo a la casa del joven que resultó muerto, yo recibí una llamada por teléfono a la oficina de Federico Carlos Álvarez. Quien me llamó fue un empresario importante de Santiago, Tomás Pastoriza, que era pariente mío, quien me dijo que había un grupo de empresarios reunidos en su casa y querían hablar conmigo.

Yo me puse a la disposición y fui a la casa de él, donde había unos seis o siete empresarios de mucha importancia de Santiago. La finalidad era pedirme que intercediera frente a los dirigentes de la Unión Cívica Nacional y que planteara que ellos no veían con simpatía otra huelga, porque apenas se había hecho una recientemente.

Cuando estábamos conversando sobre ese tema, llega una llamada telefónica tétrica. Un joven de unos 30 años, Erasmo Bermúdez, había ido al mortuorio de Fausto Jiménez, quien había muerto horas antes, y pasó una patrulla y lanzó una ráfaga de tiros que lo mató. Este joven era de la familia de la licorería Bermúdez, una de las empresas más grandes de Santiago, y familiar de muchos de los empresarios que estaban reunidos conmigo. Erasmo no era político. Al final, simplemente fue porque era amigo de la familia Jiménez, que vivía muy cerca de la casa de Federico Carlos Álvarez.

Ese terrible hecho paralizó la reunión en la casa de Tomás Pastoriza y todo el mundo quedó petrificado. Fue un suceso conmovedor que motivó a esos empresarios, que le temían a una nueva huelga, a que fueron los primeros que cerraron sus negocios al día siguiente. Cuando bajé de la reunión a la casa de Federico Carlos Álvarez, decidir si se hacía huelga no tenía importancia, pues la misma se logró por sí sola.

Lo más impresionante de todo fue que los entierros al otro día fueron multitudinarios.

La importancia de esos sucesos fue que todas las clases y estratos sociales se unificaron. Esas dos muertes crearon un vínculo que, a partir de ese momento, lanzar una huelga en el Cibao se convirtió en una cosa fácil.

En la capital hubo un enfrentamiento importante en el que murió un santiaguero muy conocido también, Víctor Estrella Liz. Más tarde se dieron los acontecimientos de la calle Espaillat en octubre.

Lo que pasó en Puerto Plata y luego lo de San Francisco de Macorís y Santiago, creó un sentimiento extraordinariamente desfavorable a los planes que tenían Balaguer y Ramfis de que les levantaran las sanciones invocando una “democratización” del país”.