Los cuerpos policiales son de naturaleza represiva. De hecho, ninguno ha sido creado dentro de un clima de paz, sino como respuesta a contextos de violencia. Eso sucede aquí y en la Cunchinchina. No resulta extraño que aun en las naciones más organizadas de vez en cuando estallen escándalos de brutalidad policial. Esto incluye a la República Dominicana. Ahora bien, en el caso de nuestro país, la Policía no aplica la brutalidad como una excepción, sino como una constante. Parecería programada para resolver a palos. Policías serios y honestos por supuesto que los hay: agarre al mediodía la lámpara de Diógenes y seguramente uno que otro encontrará, porque es tan amplio el espectro de la crápula, que tapa la luminosidad de los agentes que trabajan con honradez.

Por esta razón no se presenta como excepción el asesinato del joven David de los Santos. Tristemente se sabe que David era un joven graduado con honores universitarios. Buen hijo. Hombre de trabajo. Un ciudadano que en el momento de su arresto presentaba problemas mentales. Fue detenido ilegal y desconsideradamente por civiles en la plaza Ágora Mall y luego entregado a la Policía. De acuerdo con el Ministerio Público, los hombres de gris -los mismos cantados por Vakeró- lo encerraron de manera ilegal en una celda, con las manos esposadas en la espalda, a merced de un grupo de presos que, ante la presencia permisiva de un agente que filmaba la escena con su celular, lo golpearon hasta dejarlo al borde de la muerte. Aunque Radio Bemba ha realizado el registro de varios rumores, esto es todo lo que oficialmente se conoce sobre el caso y es de lo que se partirá en este artículo.

Hay un grupo de implicados en manos del Ministerio Público. Quisiera uno saludar la acción reactiva, pero en realidad para ello no hay fuerza, por más que el presidente de la República la resalte. Porque, en verdad ¿con qué ánimo se puede aplaudir el resultado de un hecho asquerosamente brutal, que se muestra como una cuenta más del larguísimo rosario de abusos cotidianos y constantes de la Policía?

David de los Santos murió debido a seis condiciones que se dieron en torno a sus dos apresamientos. Por supuesto, estamos evaluando a partir del pasado. Pero no olvidemos que de la larga línea de tiempo con que se cuenta, casi toda es absolutamente pasado, pues, si recordamos a san Agustín, el futuro todavía no existe, mientras que el presente es una pavesa fugaz e inestable entre lo sucedido y lo que aún no sucede; el pasado, en virtud de la memoria, es lo único que muestra algo de firmeza temporal. En este sentido, apoyados en la experiencia sobre la manera de actuar de la policía dominicana, señalaremos seis condiciones que, de haberse dado al menos una, sin dudas David de los Santos hoy estuviese vivo entre nosotros.

David de los Santos

Condición #1: Si en la plaza comercial hubieran tenido la capacidad elemental de observar que se encontraban ante una persona que no actuaba con claridad mental

Por los desplazamientos en el local comercial, que perfectamente podían ser observados por la seguridad privada, y por la manera en que David se comunicaba, estaba claro que no se trataba de una persona en buen estado de salud mental. La falta de inteligencia sustituyó al sentido común. En lugar de llamar al 911 o tratar de contactar a su familia, decidieron apresarlo, violando sus derechos constitucionales. Luego lo entregaron a la Policía, aun sin poseer elementos que probaran alguna culpabilidad. De haber llamado al 911 o haberlo conducido al exterior de la plaza, David hoy estuviera vivo.

Condición #2: Si los policías hubieran tenido la competencia elemental para advertir la situación mental de David de los Santos

Estaba claro que el apresado no presentaba coherencia mental. El tratamiento no fue el adecuado para el caso… a menos que no se hubiesen aparecido allí con otras instrucciones que actualmente desconocemos.

Condición #3: Si los policías hubieran tenido un mínimo de humanidad y de pericia

Pero se comportaron como bestias. Todo el mundo sabe que ante una persona con un cuadro de desajuste mental no se debe actuar con brutalidad, menos aún si quienes intervienen son empleados de la seguridad pública, equipados para el uso de la fuerza. Los agentes tienen acceso a vehículos, hospitales y mecanismos pacíficos para tranquilizar a un ciudadano. A menos que ejecutaran un programa criminal predeterminado, los agentes actuantes mostraron una falta de humanidad y de pericia indignos de un profesional de la seguridad pública.

Condición #4: Si David no hubiese estado mentalmente afectado

El estado mental de David constituyó un caldo de cultivo para el desencadenamiento de los hechos. Esta condición le imposibilitó velar por su propia integridad. La incapacidad de pensar y comunicarse de forma efectiva el impidieron defenderse. Si a esto se suma que ni los custodios de la plaza comercial ni los policías se asistieron de un interlocutor válido, está claro que su suerte quedó en manos de una persona que no carecía de la habilidad de defenderse.

Condición #5: Si David hubiera sido un delincuente común

Si David de los Santos hubiese sido un delincuente común -que fue la forma en que lo trataron-, tan pronto realizó la presunta amenaza hubiera escapado la plaza comercial para que no lo atraparan. En caso de haber sido delincuente común y haberse dejado atrapar, hubiese tratado de resolver el asunto sin ningún contratiempo dando unos pesos para la cena a los agentes policiales, poniendo en práctica la “Estrategia de los 50 pesos”, que ha causado tantos males a la dominicanidad decente y de la que nos ocuparemos en una ocasión futura. Otra opción hubiera sido confrontar a los policías. Asimismo, en caso de que estas estrategias le hubiesen fallado, una vez en la celda, la contextura física y la cultura delincuencial hubiesen sido suficientes para impedir que sus atacantes se salieran con la suya. Bajo esta condición, David hoy estuviera entre los vivos.

Condición #6: Si David de los Santos no hubiera tenido un tono de voz afeminado

En las grabaciones, David muestra un tono de voz afeminado. Este es un rasgo sociolingüístico suficiente para que la gente prejuiciosa considere gay al hablante. Desde el estatus machista, estar ante un homosexual es semejante a encontrarse ante una mujer: por mayor nivel social o integral que demuestre, el macho se asumirá como el superior, aunque ni remotamente lo sea. Sobre todo, cuando se trata de un grupo de machos que poseen la ventaja de la fuerza; en especial si el afeminado se encuentra en desventaja mental y, sobre todo, si tiene las manos esposadas a la espalda. La posibilidad de que el hecho se manejara partiendo del prejuicio homofóbico, convierte el caso de David de los Santos en un crimen de odio. Dentro del horrible marco de este asesinato, esto es el componente más horrendo.

Sumario

El asesinato de David de los Santos recrudece viejas heridas en la sociedad dominicana. Nos muestra de cerca el antiguo monstruo que parece ser inextinguible en los organismos policiales. Los esbozos de respuestas inmediatas no convencen del todo. Uno es el manoseado discurso de la transformación policial. Otro, la instalación de cámaras de filmación en las celdas (en un país donde en cualquier momento se puede ir la luz). También se ha hablado de la implementación de un software que sería operado por agentes de esos que causan inseguridad en la ciudadanía, con el simpático nombre de Constantino… Por cierto, si la Semiótica tiene algún valor, Laura Tuan, en El gran libro de los nombres (2021), señala que el carácter y destino de los Constantino incluyen los valores de la testarudez, la inflexibilidad, el exhibicionismo del sentido del deber, el estrés y la incapacidad de apreciar el sentido humorístico de la vida…

En suma, las respuestas oficiales no logran borrar la estela de terror que la seguridad pública provoca en la ciudadanía. Ciertamente el gobierno está ante una situación que desborda sus capacidades. Estos, con otros rostros, son los mismos asesinos grises que eliminaron a Tony Seval. Se trata de una herencia maldita. Precisamente por esta razón cae mal que se trate de sacar provecho político con el anuncio de planes risibles de transformación policial en los que pocos depositan sus esperanzas. En vista de que no existen fórmulas mágicas para resolver ese antiguo problema, en el que la Policía existe como una especie de mal necesario, tal vez lo menos que puede hacer el Estado es invertir en la responsabilidad moral de los agentes policiales, lo que implica cambios en los aspectos normativos, éticos y materiales. También es necesario tomar en serio el manejo de la salud mental en el contexto ciudadano. En este tenor, según el doctor Héctor Guerrero Heredia, el país apenas cuenta con 200 psiquiatras, cuando el mínimo requerido es 1,200. Y, lo más importante que puede hacer el Estado en el contexto actual es empoderar a la ciudanía para que cuente con herramientas fiables que le permitan defender sus derechos ante cualquier intento de abuso policial, partiendo de que ante una persona decente que se encuentra dentro de la regla, el ciudadano debe ser la piedra y el policía el huevo.

En fin, el caso de David de los Santos repone sobre el tapete el rostro negativo de una Policía mal capacitada, venenosísima, temible, brutal e injustamente empoderada, cargada de criminales que solamente parecen calmar su brutalidad con los 50 pesos de la cena sin importar de donde provengan. Presenta nuevamente un organismo con un yin yang desequilibrado en el que las licencias de los efectivos criminales sepultan las acciones de buena fe de los agentes que pretenden actuar dentro de las fronteras de la ley y de la sana humanidad. Así se configura un contexto de riesgo en el que solamente la suerte protege a la ciudadanía honesta. Pero las condiciones de este contexto, dado su naturaleza azarosa, no se dan en todos los momentos. Por ejemplo, ninguna se dio en el caso de David de los Santos.