La Batalla del Hotel Matum, inscrita en los anales de la historia dominicana como un episodio de gran trascendencia política y militar, es recordada con claridad por aquellos que vivieron el horror y el heroísmo de aquel día. La confrontación entre los constitucionalistas, bajo el liderazgo del coronel Francisco Alberto Caamaño, y las tropas agresoras del bando contrario, se desencadenó en una mañana que, lejos de ser pacífica como estaba planeado, se convirtió en una pesadilla.
José Augusto Vega Imbert, testigo de aquellos sucesos, recuerda que “luego de regresar del viaje a Río de Janeiro, Buenos Aires y Caracas, una de las cosas de que me enteré cuando llegué a Santiago fue de los preparativos para la visita de Caamaño el domingo 19 de diciembre, al cumplirse siete meses de la batalla en que murió el coronel Fernández Domínguez. A mi llegada a Santiago yo me integré al pequeño comité que estaba preparando el programa. Ese comité trabajaba de común acuerdo con un intermediario que Caamaño había señalado para esos preparativos. Y en cuanto a la preparación del acto, tenía una parte muy activa la esposa de Salvador Jorge Blanco, doña Asela Mera, quien era íntima amiga de nosotros, y ya cuando yo llegué a Santiago mi esposa, Rosa María Batlle, estaba incorporada en los preparativos”.
Vega Imbert relató a ACENTO la discrepancia entre el programa planificado para la visita de Caamaño a Santiago y la realidad de aquel día.
El programa original contemplaba una serie de actividades, desde una misa matutina en la iglesia Nuestra Señora de la Altagracia, hasta una visita a familias de constitucionalistas fallecidos, culminando con un almuerzo con numerosos invitados en el hotel Matum. En ese almuerzo, se había planeado que dijera unas palabras de dedicatoria don Antonio Guzmán, que era la figura más nombrada de la parte civil de la revolución.
Sin embargo, la presencia de tensiones latentes y la sospecha de provocaciones hicieron que Caamaño decidiera alterar el itinerario. Después de la misa, el grupo se trasladó al cementerio, donde se depositó una ofrenda en la tumba del coronel Rafael Tomás Fernández Dominguez, que ese día cumplía siete meses de fallecido en la acción del Palacio Nacional, y luego se fueron directamente al hotel Matum.
"Ese programa no era como sucedió en la realidad. El ataque no coincidió con un desayuno en el Matum. Era totalmente distinto", cuenta Vega Imbert.
El programa era el siguiente:
- 7:00 AM- Misa en la iglesia Nuestra Señora de la Altagracia.
- 8:00 AM- Caamaño y su grupo iban a caminar por la calle principal de Santiago, que se llama calle El Sol, hasta el cementerio municipal. Ahí se haría la ofrenda floral al coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, pues se cumplía el séptimo mes de la batalla en que murió, la del 19 de mayo de 1965.
- 9:00 AM- Visita a familias de constitucionalistas fallecidos.
- 12:00 M- Almuerzo en el hotel Matum para Caamaño y sus acompañantes, tanto militares como invitados de la capital y Santiago.
- 3:00 PM- Regreso a Santo Domingo.
"Algo que no se ha dicho es que después de la ofrenda floral en el cementerio, el programa tenía una visita de Caamaño con una comisión, a tres o cuatro hogares de barrios de Santiago donde vivían familiares de combatientes constitucionalistas que murieron en la guerra de abril. Después de esa visita, que cubriría toda la mañana, a mediodía se iba a ir al hotel Matum, donde la comisión preparatoria le tenía un gran almuerzo".
Entre las provocaciones, la historia destaca que una bomba de pólvora blanca, metida entre una caja de zapatos, fue hallada en el cementerio, cerca de la cripta donde reposaban los restos del coronel Fernández Domínguez, la cual fue desactivada por los hombres ranas al mando del coronel Manuel Ramón Montes Arache.
Vega Imbert recuerda que “cuando termina la misa de las 7:00 a. m., en la escalinata de la iglesia ya había mucha gente, y Caamaño tomó la palabra y dijo que, por razones muy atendibles, él no va a hacer la caminata, sino que va a ir directamente por vehículo al cementerio, que nos veríamos allá para seguir el acto.
Naturalmente, mucha de la gente que estaba ahí hizo la caminata, tenían pancartas, voceaban, había gente en las aceras; pero Caamaño y los militares se fueron de la iglesia en sus respectivos vehículos al cementerio.
En el momento en que se hizo la ofrenda floral en el cementerio, comenzaron a escucharse disparos que, según se cree, fueron al aire; se ha dicho que dichos disparos fueron realizados desde la azotea de un edificio que quedaba aproximadamente a 400 metros del cementerio.
Yo sí recuerdo que, cuando oí los tiros, me tiré al suelo y me resguardé detrás del mausoleo donde estaba enterrado el coronel Fernández Domínguez, y Caamaño estaba muy cerca de ahí. Y escuché cuando Caamaño dijo lo siguiente: “Señores, hay signos de provocación. Se suspende todo el programa. Vamos directamente para el hotel a esperar el almuerzo porque ahí estaremos resguardados”.
Eran alrededor de las 9:00 de la mañana. Los soldados y parte del pueblo que estaba acompañando a Caamaño tenían hambre. Entonces se sentaron en mesas del Hotel Matum y pidieron desayuno mientras llegaba la hora del almuerzo.
Tras pasar un primer camión tirando ráfagas contra el hotel, se dieron las instrucciones de que el mejor espacio para los civiles era el segundo piso y que los sitios de mayor protección eran las habitaciones, y dentro de las habitaciones, los cuartos de baño. "En una habitación con miras a la piscina (que era la parte de atrás) nos metimos las siguientes personas: Jorge Blanco y su esposa, Asela Mera; mi esposa Rosa María y yo; Hugo Tolentino Dipp, Rafael Calventi, Fernando Morbán Laucer, el canciller Jottin Cury y quizá había uno o dos más. Recuerdo a Hugo Tolentino Dipp decir enfáticamente: 'Hemos caído en una trampa. Aquí nos van a pulverizar a todos porque aquí está la parte militar y la más importante en materia intelectual de la revolución'. Había gente dentro de la bañera y todo".
Sigue recordando Vega Imbert: “Había un desorden porque había un circo de puertorriqueños, que fue un factor decisivo en ese episodio, porque la protección a esos puertorriqueños que el cónsul norteamericano en Santiago quiso darles, fue lo que evitó que nos acabaran a todos.
Al poco rato comenzó el avance de las tropas y los tanques que vinieron del área del Monumento a los Héroes de la Restauración, porque el hotel Matum estaba en diagonal hacia el Monumento. Entre el Monumento y el hotel Matum era que estaba instalado el circo puertorriqueño y recuerdo bien la cifra, porque la oí decir, de que había 22 puertorriqueños en el hotel.
Mientras nos resguardamos en las habitaciones, los militares tomaron posiciones y buscaron sus armas. Según la historia, fueron muchos los soldados que avanzaron desde el monumento hacia el hotel y que fueron repelidos heroicamente por los constitucionalistas, causándoles numerosas bajas.
En esa primera fase de la batalla, que duró mucho, se oían los cañonazos y los disparos de los tanques. Era una pesadilla horrible. Yo seguí oyendo el estruendo de las armas durante varias noches, y la verdad fue que hubo un momento en que estábamos seguros de que ese era el final de nuestras vidas.
En ese feroz primer ataque murió el coronel Lora Fernández, que era uno de los constitucionalistas más connotados. También murieron algunos civiles que quisieron salir del hotel en un momento en que el ataque amainaba; entre ellos, un mecánico santiaguero que todo el mundo conocía como Quisqueya.
Dentro de ese episodio, se produjo un cese al fuego promovido por la Cruz Roja y un grupo de médicos de Santiago, encabezado por los doctores Frank Joseph Thomén y Pedro Jorge Blanco. Había comunicación telefónica. En la habitación al lado de nosotros había un teléfono que constantemente tomaba un oficial y el propio Caamaño fue varias veces a ese teléfono a hablar con Juan Bosch, con García Godoy y gente importante de la capital. Lo que escuchaba era que había que iniciar las gestiones para parar ese ataque.
En ese primer cese al fuego, muy breve, el grupo de médicos entró y vio lo que estaba pasando. No sé si se llevó algún herido o no, pero fue muy rápido. Luego se renovó el ataque con la misma ferocidad que antes.
En esa segunda etapa es que recuerdo que se produjo una alarma entre los militares, cuyas voces se oían, y era que por el flanco occidental del hotel venía un tanque, y que si ese tanque destruía esa parte del hotel, lo menos que podía pasar es que el hotel se cayera y la alarma de los militares era que había que inmovilizar ese tanque, y se logró. Esa fue una de las grandes hazañas por la cual nos salvamos.
Algunos dicen que fue con unas granadas que detuvieron el tanque, pero yo oí varias veces la palabra bazuca, que es un arma especial para aniquilar tanques de guerra. ¿Usaron una bazuca? No sé, pero oí mencionar ese nombre”.
(En una entrevista del hombre rana Aníbal López con el periodista Fausto Rosario, este develó que Montes Arache lo convocó y le pidió encestar una granada dentro de la boca del tanque. "Tenga, inmólese por la Patria y por sus compañeros", le dijo. Y así se hizo y el tanque resultó inutilizado. Dos tanques venían detrás y, al ver lo ocurrido, sus conductores se asustaron y se devolvieron).
Sigue recordando Vega Imbert: “Después de intensificarse el ataque y de que se supo que el tanque había sido paralizado (porque se regó por el hotel entero), se produce otro cese al fuego, y ese sí fue decisivo. Fue promovido por el cónsul norteamericano apellido Scott, que fue con un grupo de acompañantes a evacuar a los 22 puertorriqueños. Pero recuerdo que, como hubo un respiro, salí del cuarto de baño y voceé: “Ese hombre no se puede dejar salir de aquí. Hay que tomarlo como rehén”. Y alguien me respondió “Esa orden está dada ya”. Y efectivamente, le dijeron al cónsul: “Nos vamos los puertorriqueños, usted y nosotros. Busque la forma”. Y ese hombre llamó a la embajada americana, a los militares norteamericanos que estaban en el país diciendo lo que estaba pasando y que nos iban a matar a todos. Inclusive, él abogó por que la FIP tenía que intervenir para que cesara el ataque y se pudiera evacuar.
De ahí en adelante hubo algunos intentos de ataques, pero menores.
La historia recoge, y puedo dar testimonio de eso, que la defensa de los militares constitucionalistas fue extraordinaria y ejemplar. Mataron a muchísimos agresores. Se dice que el plan de ataque de los anticonstitucionalistas fue horrible y que tuvo muchísimos fallos. Decían que había sido muy mal planificado y ejecutado.
Como a las 5:00 de la tarde llegaron por fin helicópteros de la Fuerza Interamericana de Paz (FIP), creada por la OEA. No recuerdo cómo regresaron Caamaño y su grupo a Santo Domingo. En la retirada no hubo ningún problema, pero lo que sucedió desde las 10:00 de la mañana hasta las 5:00 de la tarde fue horrible. Nunca habíamos sentido la muerte tan cerca.
Fue una pesadilla horrible. Yo seguí oyendo el estruendo de las armas durante varios días, y la verdad fue que hubo un momento en que estábamos seguros de que ese era el final".
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