La guerra comercial entre Estados Unidos y China se ha intensificado significativamente, y ambas partes han impuesto nuevos aranceles masivos. El presidente de Estados Unidos elevó los aranceles a los productos chinos al 125%, mientras que China respondió con aranceles del 84% a todas las importaciones estadounidenses. Donald Trump ha dicho que está abierto a una conversación con el presidente chino, Xi Jinping, quien se mantiene discreto, pero no parece querer ceder por el momento.

Con la corresponsal de RFI en Pekín, Clea Broadhurst

Los recargos de represalia del 84% anunciados por Pekín sobre los productos estadounidenses entraron en vigor este jueves. A cambio, Estados Unidos elevó los aranceles a las exportaciones chinas al 125%. Cifras casi irreales, que se traducen en una cosa muy sencilla: todo lo que circula entre las dos mayores economías del mundo se sobrevalora.

Un juguete fabricado en China, un componente electrónico, una prenda de vestir… Para los consumidores estadounidenses, su precio puede duplicarse con creces. Y del lado chino, comprar maíz, soja o coches americanos se está convirtiendo en un lujo. Poco a poco, los consumidores chinos se están acostumbrando a la idea de que tendrán que prescindir de los productos estadounidenses.

Comprar local

"Casi siempre solo compro productos nacionales. No creo que termine cayendo en ese tipo de trampa de precios. Pero si en el futuro, por ejemplo, realmente necesito comprar un producto importado, sin duda tendría un impacto", explica un hombre en Pekín. "Pero ya he cambiado. Me cambié a Xiaomi. Solo uso este iPhone para trabajar", añade.

"¿Comprar local? Por supuesto, no hace falta decir más. Así que sí, no cambiará el juego para mí, no realmente. Es solo un producto electrónico o una prenda de vestir, solo un objeto. Solo uso lo que es mejor. Es sobre todo una cuestión de precio. Todos somos trabajadores. Entonces, si el precio es correcto, lo uso. Si no, cambio", dice otro.

Estos recargos no son solo números. Bloquean el comercio, estrangulan a las empresas y sumen a las economías en la incertidumbre. Esta política agresiva de "ojo por ojo, diente por diente" ha intensificado los temores de un desacoplamiento económico a largo plazo entre las dos economías más grandes del mundo.

El presidente chino, silencioso

En este tira y afloja tras el anuncio de los nuevos recargos estadounidenses, Xi Jinping está jugando la carta del silencio estratégico. Pero tras bambalinas, orquesta la respuesta. Frente a altos funcionarios del Partido, llamó a fortalecer los lazos regionales y solidificar las cadenas de suministro. Deja que los diplomáticos y los blogueros nacionalistas alcen la voz.

Para él, esta guerra comercial va más allá de la economía: es una afrenta política, una amenaza directa a la legitimidad del Partido. El compromiso se vuelve entonces casi imposible.

Y a pesar de los choques económicos, especialmente para las regiones productoras de exportación, Xi parece listo para una confrontación prolongada, apostando a que Pekín puede soportar más sufrimiento que Washington. La pregunta sigue siendo: ¿quién cederá primero?

RFI

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