Los groenlandeses están llamados a las urnas este martes 11 de marzo para elegir a los miembros de su Parlamento. Soplan fuertes vientos independentistas en este territorio autónomo de Dinamarca, pero el futuro está en entredicho, bajo la influencia de Donald Trump, que ha expresado su intención de quedarse con este territorio estratégico.

El 4 de marzo, durante su discurso sobre el Estado de la Unión ante el Congreso, el presidente estadounidense volvió a mostrarse muy ambiguo sobre el tema de Groenlandia, describiendo a su “población muy pequeña”, que vive en “un trozo de tierra muy, muy grande”, como “un pueblo increíble”, entre muchas risas. Estados Unidos, dijo, apoya “firmemente” el derecho de Groenlandia a determinar su “propio futuro” y, si así lo desea, le “da la bienvenida” a las “cumbres”. Pero añadió: “Creo que lo vamos a conseguir. De un modo u otro, vamos a conseguirlo”.

Ante esta nueva amenaza implícita de anexión por parte de Trump, “no queremos ser ni estadounidenses ni daneses”, tuvo que reiterar el líder de Groenlandia, Mute Egede, en una entrevista concedida a la televisión danesa DR el 10 de marzo, en vísperas de las elecciones al Inatsisartut, el Parlamento de la isla, en las que se presenta a la reelección este martes. Egede, que cumple 38 años el día de las elecciones, deploró los comentarios que no trataban a su pueblo “con respeto”. En un momento en que “el orden mundial se tambalea en muchos frentes”, señaló, el presidente vecino se muestra “muy imprevisible” y, por ello, “preocupa a la gente”.

“Lo que ha ocurrido recientemente, lo que ha dicho y hecho el presidente estadounidense, significa que no queremos estar tan cerca (de Estados Unidos, nota del editor) como quizá hubiéramos querido estar antes”, agregó.

 

“Como un momento de gran conciencia”

A la izquierda del espectro, el partido Inuit Ataqatigiit, del que procede Mute Egede, había superado hace cuatro años a su hasta entonces aliado mayoritario, la formación Siumut. Esta vez, con sus 39 candidatos, acude a las urnas con un perfil global, mientras que su socio de coalición presenta 51 candidatos. Ambos cuentan por el momento con una decena de diputados cada uno. Naleraq, fundado por un antiguo primer ministro de Siumut, cuenta con cuatro diputados y 62 candidatos. Los tres movimientos son partidarios de la independencia.

En un sondeo de opinión realizado tras la primera amenaza de anexión de Donald Trump, el 7 de enero, el 85% de los casi 57.000 groenlandeses encuestados no tenía intención de formar parte de Estados Unidos. Y Kira, una estudiante de 25 años entrevistada recientemente por nuestra corresponsal regional Ottilia Ferey en Nuuk, la capital groenlandesa, es una de ellos. Esto es lo que piensa de las declaraciones del Comandante en Jefe del país más poderoso de la historia de la humanidad: “Todo esto nos hace reír, pero no somos objetos. No queremos ser colonizados dos veces”.

“Queremos ser nosotros mismos, y ha llegado el momento”, dice Kira, en línea con el mensaje de Año Nuevo de su Primer Ministro. Bajo dominio danés durante siglos, los habitantes de la isla más grande del mundo tienen un fuerte componente inuit, y los comentarios del magnate inmobiliario pueden chocarles. No es improbable que los groenlandeses sean llamados a votar en un referéndum sobre la independencia este año. Sin medirlo, podría ser que Donald Trump haya conseguido reforzar su fuerte deseo de emancipación, aunque esto plantee muchos interrogantes.

“Este interés por Groenlandia es como un momento de gran toma de conciencia”, afirma Qupanuk Olsen, de 40 años, candidato bajo la bandera de Naleraq. “Los groenlandeses están empezando a darse cuenta de que son mucho más valiosos de lo que pensaban. Lo veo como algo muy, muy positivo”. Si Trump respeta la vida democrática groenlandesa, como dice que hace, ¿a quién encontrará para aceptar incluso su propuesta de toma de poder? Por lo pronto, Atassut (dos diputados), Demokraatit (tres), e incluso el nuevo chico del bloque, Qulleq.

“Hasta ahora, los temas que han saltado a la palestra han tendido a ser sociales. Ahora, las ambiciones de Donald Trump han polarizado el debate sobre la cuestión de la independencia de Dinamarca, es decir, ahora o no, y también han dado lugar a todo un discurso sobre la colonización y el impacto actual de la colonización en Groenlandia”, explica Pia Bailleul, antropóloga e investigadora del Centro de Investigación Internacional del Instituto de Estudios Políticos de París, Sciences Po.

 

 

 

“¿Qué me preocupa? La sostenibilidad medioambiental”

En circunstancias normales, estas elecciones pasarían completamente desapercibidas. Pero esta vez están bajo la estrecha vigilancia de Dinamarca y de toda la Unión Europea. Las autoridades groenlandesas también han prestado especial atención a la financiación extranjera o anónima, así como a las injerencias en Internet. Los intentos procedentes de Washington, así como de China y Rusia, se han convertido en objetivo. Además de la posición geográfica de Groenlandia como encrucijada estratégica en el Ártico, su subsuelo la convierte en un territorio codiciado.

Son infinitamente ricos en minerales codiciados por la industria, sobre todo tierras raras. Empresas australianas, chinas y canadienses realizan prospecciones en Groenlandia, donde el tema de los recursos es especialmente delicado. El equipo saliente ha hecho prevenir los riesgos de radiactividad una prioridad. “Fue objeto de una demanda judicial de varios miles de millones de dólares contra el gobierno de Groenlandia, que retiró sus autorizaciones”, explica Dwayne Menezes, director del laboratorio de ideas Polar research project en Londres.

“Me preocupa más la sostenibilidad medioambiental, porque las tierras raras suelen ir acompañadas de uranio y torio, que son elementos radiactivos. Esto no sería un problema si los proyectos de tierras raras estuvieran situados en zonas aisladas de Groenlandia. El problema en este caso es que se encuentran en el único cinturón verde de Groenlandia, lo que significa que hay una pequeña comunidad local, granjas de ovejas y fuentes de agua cerca del proyecto. Cualquier vertido de residuos mineros, y en particular de residuos radiactivos en el agua, podría tener un impacto real en las comunidades locales y en sus medios de vida tradicionales. Los dos proyectos no han generado la misma controversia. Uno de ellos, Kringlerne, contiene menos elementos radiactivos. Por eso se ha concedido la licencia de explotación. Al segundo proyecto, Kvanefjeld, se le concedió una licencia de exploración pero no de explotación debido a la polémica suscitada por el potencial radiactivo de la minería. Este proyecto ha sido objeto de una demanda multimillonaria contra el gobierno de Groenlandia por incumplir el acuerdo anterior”, explica Menezes.

“Hay níquel, cobre, cobalto, metales preciosos, oro y plata, metales del grupo del platino, cosas como molibdeno vanadio. Las tierras raras son importantes para sectores como la energía renovable verde: transporte sostenible, aeroespacial y tecnología inteligente. Y luego, si nos fijamos en el conjunto de Europa, Europa continental, entonces el más grande es el complejo de Fenn en el norte de Noruega, que sería el mayor depósito de Europa continental. Es el cuarto más grande del mundo. 8,8 millones de toneladas de óxidos de tierras raras en total. En América, estamos tratando entre 1 y 5 millones. En el sur de Groenlandia, sólo en una zona de Groenlandia, los dos proyectos que se encuentran a ambos lados de un fiordo estaban sentados en alrededor de 38,4 millones de toneladas de óxidos de tierras raras totales. Compara esto con las cifras que te he dado para América y Europa, las supera muchas veces. Cuando se trata de nuestra seguridad futura en Europa y Norteamérica, de nuestra seguridad medioambiental, económica y nacional, la importancia estratégica de Groenlandia va a ser el factor más determinante de nuestra seguridad en los próximos 100 años”, concluye.

Según el Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia (Geus), la isla del Extremo Norte alberga 36,1 millones de toneladas de recursos de tierras raras. Y según el último informe del Servicio Geológico de Estados Unidos (Usgs), las reservas, que corresponden a los recursos económica y técnicamente recuperables, rondan los 1,5 millones de toneladas. Todo ello entre otras muchas riquezas reales o supuestas. Pero nada quita para que Groenlandia sea la segunda capa de hielo más grande del mundo, y su estado sea motivo de gran preocupación para la comunidad científica mundial.

La ambición de Estados Unidos para con Groenlandia viene de lejos. El territorio pertenece a su zona de interés definida por la Doctrina Monroe en 1823. Washington propuso comprarla por primera vez el mismo año que Alaska, en 1867. Y unos años después de un segundo intento, durante la Primera Guerra Mundial, en 1917, Washington compró las Islas Vírgenes a Copenhague, gracias al reconocimiento del interés de Dinamarca por Groenlandia en 1916. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se hizo con el control de las islas, antes de devolverlas al final del conflicto, aunque posteriormente construyó infraestructuras militares en virtud de un acuerdo específico.

En vísperas de las elecciones, Donald Trump lanzó un último intento en su red social, mientras que el sondeo organizado en Groenlandia tras su vuelta al poder sugería que el 6% de los encuestados seguía estando a favor de su propuesta de toma de control (y el 9% indeciso). Esta vez, no hubo ni la más mínima insinuación de anexión, sino sólo de “miles de millones de dólares” de inversión, además de mantener el paraguas estadounidense. “Estados Unidos apoya firmemente el derecho del pueblo de Groenlandia a determinar su propio futuro”, prometió el presidente republicano.

Entrevistas: Raphael Moran y Daniel Vallot de RFI

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