Los autores de los atentados del Bataclán, el Estadio de Francia y otros puntos de la capital francesa, así como algunos implicados en los ataques de Bruselas un año después —que dejaron 35 muertos y más de 340 heridos—, habían crecido o residido en Molenbeek, o mantenían vínculos con personas de Molenbeek.
Por eso ese barrio se hizo tristemente famoso hace diez años. Después de los ataques del 13 de noviembre en París, Salah Abdeslam, el único terrorista superviviente, se escondió durante meses en Molenbeek, donde también había crecido.
Tras aquellos atentados, hubo promesas de regeneración y mejora para Molenbeek. Aunque se han puesto en marcha distintas iniciativas, expertos antiterroristas alertan de que ciertos focos de radicalismo salafista siguen presentes.
Proyectos culturales contra focos de radicalismo salafista
Al mismo tiempo, han surgido proyectos culturales y sociales que han atraído a nuevos vecinos y buscan ofrecer oportunidades a los jóvenes del distrito. Organizaciones como Art2Work ofrecen formación y acompañamiento a quienes no estudian ni trabajan, con el objetivo de abrirles un futuro profesional.
Molenbeek también fue candidata a Capital Europea de la Cultura 2030, aunque finalmente no fue elegida. Este tipo de iniciativas forman parte de un esfuerzo por desprenderse del estigma de "epicentro del terrorismo europeo" con el que se la asoció hace una década. Sin embargo, los retos persisten en el distrito más densamente poblado de Bruselas y con una de las tasas de desempleo más altas de la capital.
Hoy, diez años después de aquellos atentados que marcaron a Europa, Molenbeek sigue intentando reinventarse: un barrio que lucha por cambiar la narrativa que otros construyeron sobre él.
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