El enviado estadounidense al Líbano, Thomas Barrack, se mostró el lunes 18 de agosto satisfecho con las medidas adoptadas por el Gobierno libanés para instaurar “el monopolio del Estado sobre las armas”, un eufemismo utilizado por Beirut para referirse al desarme de Hezbolá. Durante su visita al Líbano en compañía de otra diplomática estadounidense, Morgan Ortagus, Thomas Barrack habló de “un enfoque paso a paso” y pidió a Israel que asumiera “un compromiso recíproco”. Al tomar la decisión de iniciar el proceso de desarme de Hezbolá antes de finales de año, el Líbano se adentra en un campo minado.
Con nuestro corresponsal en Beirut, Paul Khalifeh
Las autoridades libanesas se encuentran entre la espada y la pared: por un lado, Hezbolá, que se opone abiertamente a su desarme, y por otro, Israel, que continúa su ocupación de algunas regiones del sur del Líbano y prosigue con los asesinatos selectivos.
Los dirigentes libaneses son conscientes de que cualquier intento de desarmar al partido chiita por la fuerza podría provocar una grave fractura interna. El líder de Hezbolá, Naim Qassem, no dudó en advertir, el 17 de agosto, de que se produciría una “guerra civil” si se desarmaba a su formación.
Para llevar a cabo este ambicioso proceso, las autoridades libanesas disponen de pocos recursos. Su principal esperanza es que Estados Unidos consiga arrancar a Israel algunas concesiones que hagan ceder a Hezbolá.
Thomas Barrack habló el lunes 18 de agosto de “avances por todas partes”. Más concretamente, el emisario estadounidense indicó que la “próxima etapa” podría incluir retiradas israelíes y el cese de las violaciones de soberanía.
El enviado de Donald Trump también esbozó la carta económica, subrayando que “los chiítas se beneficiarán del desarme de Hezbolá”, aludiendo así al inicio del proceso de reconstrucción de las aldeas devastadas en el sur del Líbano, una de las principales reivindicaciones del partido islamista.
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