El Día Internacional de los Derechos de los Trabajadores es una buena excusa para hablar discreto pero poderoso auge de la inteligencia artificial en el mundo profesional. Aunque promete impresionantes aumentos de productividad, su uso sigue estando muy disimulado en las empresas, por miedo a ser juzgadas.
Según varios estudios, la inteligencia artificial (IA) podría reducir entre un 30 y un 40% el tiempo dedicado a determinadas tareas. Es decir, más productividad para los empleados, más valor añadido y, en definitiva, más riqueza. Según una investigación llevada a cabo por investigadores de la Escuela de Estudios Superiores de Comercio de París (HEC), y de acuerdo con Google, el uso de la IA generativa podría ahorrar 122 horas de trabajo al año, o más de tres semanas, sobre todo en tareas administrativas o creativas como escribir correos electrónicos o crear resúmenes.
Aumento de la productividad, pero en la sombra
Pero esta mejora no siempre beneficia plenamente a las empresas: casi 7 de cada 10 empleados que utilizan IA prefieren no contárselo a sus superiores. Este fenómeno, conocido como “shadow adoption” (adopción en las sombras), se explica por el miedo a ser juzgado como perezoso. Esta desconfianza se ve reforzada por el hecho de que el 73% de los directivos subestiman el esfuerzo que supone el uso de la IA, y a veces son incapaces de detectar si un trabajo se hace solo o con ayuda, llegando incluso a sospechar que se está utilizando IA, aunque no haya nadie presente.
Hacia un reconocimiento positivo del uso de la IA
Ante esta situación, surgen varias vías para cambiar las actitudes. En primer lugar, hay que revisar la percepción de la inteligencia artificial: un empleado más productivo gracias a la IA es también un beneficio para la empresa. También es esencial fomentar la transparencia. Por ejemplo, un bufete de abogados de Inglaterra ha decidido recompensar a los empleados que utilicen abiertamente la IA generativa creando “prompts” eficaces, ofreciéndoles primas salariales.
La idea principal, por tanto, ya no es considerar la IA como un sustituto del trabajo, sino como una herramienta para el colectivo. Formar a los directivos para que evalúen la calidad de su trabajo y no el tiempo que le dedican, e introducir incentivos, podría permitir integrar la IA en las prácticas laborales a largo plazo, para impulsar tanto la productividad como la competitividad.
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