El domingo, los polacos eligen a su presidente en la segunda vuelta de unos comicios cruciales. Más allá del enfrentamiento político entre el proeuropeo Rafał Trzaskowski y el conservador Karol Nawrocki, está en juego el futuro económico de Polonia. Entre modernización, competitividad y transición energética, las orientaciones de ambos candidatos podrían transformar profundamente el rumbo del país.
Desde su entrada en la Unión Europea en 2004, Polonia experimenta un desarrollo económico fulgurante. El producto interior bruto per cápita se ha más que duplicado, señal de un enriquecimiento rápido. Con un crecimiento estimado del 2,9%, el país se sitúa entre los líderes económicos de Europa Central. El desempleo, por su parte, alcanza un nivel históricamente bajo del 5,2%, clasificando a Polonia en el segundo puesto europeo en este criterio. Para el próximo presidente, se tratará entonces de preservar esta dinámica. Pero detrás de este crecimiento se ocultan fragilidades estructurales que requerirán respuestas estratégicas.
Fragilidad comercial y presión internacional
Una de las señales de alerta concierne el comercio exterior. En un año, el superávit comercial polaco se ha desplomado, pasando de 10.000 millones a menos de 1.000 millones de euros. Esta caída se explica en gran parte por el retroceso de las exportaciones, especialmente hacia Alemania, principal socio económico del país.
Otro desafío de envergadura es el auge de la competencia internacional, particularmente china, que presiona a los sectores industriales históricamente impulsores del crecimiento polaco. La apreciación del zloty, la moneda nacional, acentúa esta dificultad al reducir el atractivo del precio de los productos polacos para la exportación.
Carbón, transición energética y opciones políticas opuestas
En el corazón de las preocupaciones económicas figura también la cuestión energética. Polonia sigue siendo el país europeo más dependiente del carbón. Esta posición complica su transición hacia una economía baja en carbono. El dilema es claro: continuar la explotación del carbón para mantener la independencia energética o apostar por las energías renovables con el riesgo de fragilizar ciertas regiones mineras.
En este punto, los dos candidatos presentan visiones opuestas. Rafał Trzaskowski desea acelerar la transición ecológica con una inversión pública masiva, respaldada especialmente por los 60.000 millones de euros del plan de recuperación europeo. Karol Nawrocki, por su parte, propugna un enfoque más prudente, preocupado por no desestabilizar el equilibrio industrial regional.
En resumen, estas elecciones presidenciales polacas van más allá del simple desafío electoral. Comprometen al país en opciones económicas importantes, que resuenan hasta la escala europea. Con una base industrial sólida, una mano de obra cualificada y una posición geográfica estratégica, Polonia podría desempeñar un papel clave en la recuperación industrial del continente.
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