Bolivia reclama ante la Organización Mundial de la Salud (OMS) la retirada de la hoja de coca de la lista de estupefacientes altamente adictivos. Ricardo Soberón, director del Centro de Investigación de Drogas y Derechos Humanos en Perú, detalló a RFI las razones para sacar la hoja de coca de esa lista y concentrarse más bien en luchar contra la producción y exportación de la cocaína.
El Comité de Expertos en Farmacodependencia de la OMS está analizando los resultados de dos años de investigaciones sobre la hoja de coca realizadas por un grupo de científicos. Las conclusiones podrían poner fin a lo que el Estado boliviano considera un daño a los derechos, la cultura y la medicina tradicional de su población.
La hoja de coca no produce dependencia”, dijo Juan Carlos Alurralde, secretario general de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. Alurralde fue enviado a Ginebra para defender la postura del país frente a la OMS. Desde hace más de seis décadas, la hoja de coca figura en la lista de estupefacientes altamente adictivos de la ONU, al nivel de la cocaína, una clasificación que Bolivia califica de “error histórico”, a raíz de un profundo desconocimiento de los usos ancestrales de esta planta.
“Para los pueblos indígenas quechuas, aymaras y algunos amazónicos, la hoja de coca forma parte fundamental de su existencia colectiva”, dice a RFI Ricardo Soberón, director del Centro de Investigación de Drogas y Derechos Humanos en Perú. Soberón forma parte de un grupo de investigadores que recientemente publicó un artículo en la prestigiosa revista Science, donde se destaca el valor terapéutico y cultural de la hoja de coca. También se denuncia una estigmatización que ignora la ciencia y la identidad indígena.
“La evidencia y los datos indican que, desde todo punto de vista, los ocho millones de ciudadanos indígenas andinos y amazónicos que usan de forma ancestral, desde hace ocho mil años, la hoja de coca no presentan ninguna condición de toxicomanía, adicción, generación de hábito, ni mucho menos”, sostiene Soberón.
El investigador estima en 350.000 hectáreas las plantaciones de hoja de coca en la región andina y amazónica, de las cuales bastarían escasamente 50.000 para abastecer el consumo legal. Esto quiere decir que, actualmente, la gran mayoría de las plantaciones se cultiva con fines ilícitos.
“Una lucha eficaz para evitar el desvío de sustancias ilícitas y una lucha contra el narcotráfico requieren políticas mucho más claras, inteligentes y focalizadas. Eso es lo que se busca al intentar retirar a la hoja de coca de la lista. Dejemos la cocaína en la lista y hagamos que los esfuerzos se dirijan a evitar la producción de cocaína y su exportación ilegal a los países donde se consume. Lo que hoy en día ocurre es consecuencia de políticas interdictivas muy mal diseñadas”, concluye Soberón.
La Comisión de Estupefacientes de la ONU se reunirá en marzo de 2026 para votar sobre la modificación de la lista. De resultar favorable, esto podría abrir nuevas vías de desarrollo comercial y científico, además de suponer un reconocimiento internacional de los derechos de los pueblos indígenas.
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